Cuba, el Hombre Nuevo y la Constitución del 40
- José Manuel Palli
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Cuba, el Hombre Nuevo y la Constitución del 40
19 Jan 2016 10:58
A pesar de lo mucho que ha cambiado el mundo en los 36 años desde que me afinqué en Miami, y de la nueva situación creada por la decisión de los EEUU y Cuba de buscar y sentar las bases de una nueva relación entre dos países estrechamente unidos por su historia pero distanciados durante décadas, siguen siendo recurrentes los temas que abordan quienes miran a Cuba desde Miami.
Uno de esos temas recurrentes de los “expertos” Miamenses es la aspiración de la Revolución Cubana por formar –a través del adoctrinamiento o el lavado de cerebros, dicen sus críticos- un “Hombre (un cubano) Nuevo”. Conversando con muchos cubanos en Cuba, de distintas edades, nunca he tenido la sensación de que mis interlocutores, aun aquellos que son decididamente militantes en su defensa de la Revolución, se sientan “Hombres Nuevos”, ni que se limiten a repetir consignas fruto de un adoctrinamiento (estilo “Seremos como el Che”), al menos no mas allá de lo que pudiera ser perceptible en cualquier sociedad, incluso en la nuestra (conozco señoras cuya afición por los zapatos nos pueden llevar a creer que crecieron repitiendo a diario “seremos como Imelda Marcos”, y que quizás ni recuerden a doña Imelda).
Adoctrinamientos hay muchos, tantos como las variopintas tintorerías / peluquerías de cerebros, unas, claro está, mas eficientes que otras (para mi, los hijos de la Gran Bretaña siguen estando a la cabeza en este rubro de los tintoreros y coiffures de cerebros). Y me luce que todos nosotros, en mayor o menor medida, somos susceptibles a caer bajo el influjo de estas peluquerías / tintorerías, como paso a explicar.
Durante muchos años, el Derecho Laboral cubano fue considerado de avanzada, especialmente en el concierto latinoamericano.
En los EEUU, este hecho es poco conocido como ha sido y es, desde siempre, todo lo relacionado con los países al Sur del Rio Grande –y desde la perspectiva de un pueblo eminentemente practico como lo somos los norteamericanos, es comprensible nuestro desinterés hacia todo lo que ocurre “down there”, como se referían mis primos criados en USA a la Argentina en donde me toco en suerte criarme a mi. Sencillamente, entendemos que no tenemos necesidad de mirar “hacia abajo” para conocer mejor a nuestros vecinos (hablo en términos generales, por supuesto, porque son muchos los que si sienten ese interés).
Cuando siendo estudiante de Derecho en Buenos Aires comentaba con los amigos de mi padre que eran (o habían sido) abogados en Cuba los detalles del Derecho Laboral argentino –también muy avanzado comparado con el de otros países de la región, debido al peso de los sindicatos que eran el pilar mas importante del peronismo-, invariablemente esos abogados cubanos de la edad de mi padre me hablaban con orgullo del Derecho Laboral cubano, y hasta desdeñaban al argentino al resaltar los derechos y conquistas que habían alcanzado los trabajadores en Cuba.
Al principio ese tipo de comentarios me sabían igual que muchos otros que yo llevaba mas de diez años escuchando (como ser, “el arroz en Cuba sabia mucho mejor que el de aquí…”). Tuve que leer, por primera vez, la Constitución cubana de 1940, para poder comenzar a comprender lo que sentían y decían los abogados de la generación de mi Viejo. Con los artículos 60 al 86 de esa constitución alcanza para medir la trascendencia de los derechos de los trabajadores en la Cuba de entonces, sin necesidad de ahondar en otras áreas del ordenamiento jurídico cubano.
Si a eso le sumamos los 10 artículos de la Sección Cuarta –artículos 271 al 280- que describen a la Economía Nacional tal cual la visualizaban los constituyentes del cuarenta, cabe preguntarse si quienes hoy, desde Miami, capital mundial del culto a San Ronaldo, abogan por la restauración de esa Constitución recuerdan cabalmente sus contenidos.
También los artículos relativos a La Propiedad, concepto que mis amigos del prefijo “liber” entienden de una sola manera (la que propugnan ellos, claro está), tiene, en la Constitución cubana del 40 aristas que hoy serian anatema para quienes en su momento la admiraban.
Porque me temo que después del lavado y planchado de cerebros de la década de los ochenta, a través de la prédica ejemplar de San Ronaldo y Santa Margarita la de Hierro –embriagados por el austriaco Von Hayek y el irresponsable Milton Friedman-, aun quienes hoy postulan volver a la Constitución del 40 en Cuba se han convertido en “Hombres Nuevos” a la usanza de mis amigos del prefijo “liber”: un ciudadano ejemplar dispuesto a dar la vida defendiendo el derecho de su empleador a dejarlo en la calle cuando quiera, y a no pagarle un céntimo de indemnización a menos que ese mismo “Hombre Nuevo” hoy desempleado haya entrenado a la persona que ha pasado a ocupar su puesto de trabajo, persona originaria de Sri Lanka recién llegada a los EEUU con una visa H1B.
Y ojo, que el que no acepte esto no es ni un “Hombre Nuevo”, ni un buen ciudadano: es un Perfecto Idiota, según el Credo de mis amigos del prefijo “liber”, quienes sostienen que esta es la única manera de garantizar la creación de mas y mejores empleos…
El “Hombre Nuevo” esta aquí entre nosotros, no hace falta buscarlo en Cuba… Ni que hablar de los idiotas.
Uno de esos temas recurrentes de los “expertos” Miamenses es la aspiración de la Revolución Cubana por formar –a través del adoctrinamiento o el lavado de cerebros, dicen sus críticos- un “Hombre (un cubano) Nuevo”. Conversando con muchos cubanos en Cuba, de distintas edades, nunca he tenido la sensación de que mis interlocutores, aun aquellos que son decididamente militantes en su defensa de la Revolución, se sientan “Hombres Nuevos”, ni que se limiten a repetir consignas fruto de un adoctrinamiento (estilo “Seremos como el Che”), al menos no mas allá de lo que pudiera ser perceptible en cualquier sociedad, incluso en la nuestra (conozco señoras cuya afición por los zapatos nos pueden llevar a creer que crecieron repitiendo a diario “seremos como Imelda Marcos”, y que quizás ni recuerden a doña Imelda).
Adoctrinamientos hay muchos, tantos como las variopintas tintorerías / peluquerías de cerebros, unas, claro está, mas eficientes que otras (para mi, los hijos de la Gran Bretaña siguen estando a la cabeza en este rubro de los tintoreros y coiffures de cerebros). Y me luce que todos nosotros, en mayor o menor medida, somos susceptibles a caer bajo el influjo de estas peluquerías / tintorerías, como paso a explicar.
Durante muchos años, el Derecho Laboral cubano fue considerado de avanzada, especialmente en el concierto latinoamericano.
En los EEUU, este hecho es poco conocido como ha sido y es, desde siempre, todo lo relacionado con los países al Sur del Rio Grande –y desde la perspectiva de un pueblo eminentemente practico como lo somos los norteamericanos, es comprensible nuestro desinterés hacia todo lo que ocurre “down there”, como se referían mis primos criados en USA a la Argentina en donde me toco en suerte criarme a mi. Sencillamente, entendemos que no tenemos necesidad de mirar “hacia abajo” para conocer mejor a nuestros vecinos (hablo en términos generales, por supuesto, porque son muchos los que si sienten ese interés).
Cuando siendo estudiante de Derecho en Buenos Aires comentaba con los amigos de mi padre que eran (o habían sido) abogados en Cuba los detalles del Derecho Laboral argentino –también muy avanzado comparado con el de otros países de la región, debido al peso de los sindicatos que eran el pilar mas importante del peronismo-, invariablemente esos abogados cubanos de la edad de mi padre me hablaban con orgullo del Derecho Laboral cubano, y hasta desdeñaban al argentino al resaltar los derechos y conquistas que habían alcanzado los trabajadores en Cuba.
Al principio ese tipo de comentarios me sabían igual que muchos otros que yo llevaba mas de diez años escuchando (como ser, “el arroz en Cuba sabia mucho mejor que el de aquí…”). Tuve que leer, por primera vez, la Constitución cubana de 1940, para poder comenzar a comprender lo que sentían y decían los abogados de la generación de mi Viejo. Con los artículos 60 al 86 de esa constitución alcanza para medir la trascendencia de los derechos de los trabajadores en la Cuba de entonces, sin necesidad de ahondar en otras áreas del ordenamiento jurídico cubano.
Si a eso le sumamos los 10 artículos de la Sección Cuarta –artículos 271 al 280- que describen a la Economía Nacional tal cual la visualizaban los constituyentes del cuarenta, cabe preguntarse si quienes hoy, desde Miami, capital mundial del culto a San Ronaldo, abogan por la restauración de esa Constitución recuerdan cabalmente sus contenidos.
También los artículos relativos a La Propiedad, concepto que mis amigos del prefijo “liber” entienden de una sola manera (la que propugnan ellos, claro está), tiene, en la Constitución cubana del 40 aristas que hoy serian anatema para quienes en su momento la admiraban.
Porque me temo que después del lavado y planchado de cerebros de la década de los ochenta, a través de la prédica ejemplar de San Ronaldo y Santa Margarita la de Hierro –embriagados por el austriaco Von Hayek y el irresponsable Milton Friedman-, aun quienes hoy postulan volver a la Constitución del 40 en Cuba se han convertido en “Hombres Nuevos” a la usanza de mis amigos del prefijo “liber”: un ciudadano ejemplar dispuesto a dar la vida defendiendo el derecho de su empleador a dejarlo en la calle cuando quiera, y a no pagarle un céntimo de indemnización a menos que ese mismo “Hombre Nuevo” hoy desempleado haya entrenado a la persona que ha pasado a ocupar su puesto de trabajo, persona originaria de Sri Lanka recién llegada a los EEUU con una visa H1B.
Y ojo, que el que no acepte esto no es ni un “Hombre Nuevo”, ni un buen ciudadano: es un Perfecto Idiota, según el Credo de mis amigos del prefijo “liber”, quienes sostienen que esta es la única manera de garantizar la creación de mas y mejores empleos…
El “Hombre Nuevo” esta aquí entre nosotros, no hace falta buscarlo en Cuba… Ni que hablar de los idiotas.
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