Discriminación sin fronteras
- Pedro Corzo
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Discriminación sin fronteras
16 Sep 2011 18:08
Los flagelos de la discriminación y la represión están presentes en toda sociedad. No importan el nivel de desarrollo económico ni la solidez del estado de derecho. El individuo y la comunidad siempre están sujetos a ser objeto del abuso de los poderes públicos y privados, pero bajo las condiciones excepcionales que priman en un estado totalitario ambos conceptos se manifiestan en toda su dimensión, al extremo que tienden a confundirse y perder sus respectivas connotaciones.
La discriminación y la represión que aborda este trabajo, no es la individual, la que una entidad no gubernamental, natural o jurídica, aplica contra otros individuos, sino la oficial, la que un estado instituye contra la persona y la comunidad, para impedir el libre curso de las opiniones y en consecuencia el disentimiento u oposición.
El ciudadano cubano padece todo tipo de opresión y seria válido suponer que cuando el individuo decide abandonar el país ésta termine, pero en la isla no es así. El gobierno considera traidor a todos los que deciden asumir su propio destino y romper con la tutela oficial, por eso el futuro expatriado tiene que expiar la culpa padeciendo todo tipo de vejamen. La expulsión de centros de estudios o laborales. Le entrega de todo tipo de bienes y la espera de un permiso de salida, convierten en agonía el arribo de un futuro incierto. El proceso es lento. La vida se hace más precaria y pendiente de la voluntad de un funcionario o de un vecino mal intencionado.
La partida es traumática. Dura. Dejación de pasado y las esperanzas. Desarraigo. Tocar el fondo de la existencia e iniciar un periodo en deriva que por siempre se ignora cuando concluye, pero aun así, nos vamos con la casi certeza de que las palmas esperarán toda la eternidad.
Iniciar una nueva vida, prepararse para nuevos retos y asumir otra vez la responsabilidad de la propia existencia. El país quedó allá. Está en la memoria, en los sentimientos y por eso se actúa de acuerdo a las convicciones y querencia. La tierra dejada se quiere, se tiene con uno al igual que su gente, sin que importe la realidad política en la que estamos todos inmersos.
Un día deseas ir a ver a los tuyos y hacer realidad los regalos que te dan los sueños. Vives en libertad y en el disfrute de tus derechos, pero cuando decides regresar sobre lo andado chocas con el pasado.
El nuevo pasaporte es costoso. El boleto para viajar supera los planes y el humillante permiso para entrar al país es también de un valor que hace vacilar el presupuesto. Pero no es todo. Puede que venga la represión como carga de machete. Depende de cual haya sido tu conducta en el exterior.
Discreción, silencio, olvido del pasado y ceguera total ante el presente pueden ser considerados factores positivos para reconocer tus derechos de regresar a la tierra de tus padres. Escritos, manifestaciones, protestas, cuestionamientos a la dictadura o sus asociados, es la espada que hace trizas pasaje, pasaporte y regalos. La garra del totalitarismo hace de esa manera sentir su ponzoña.
Para muchos exiliados es muy difícil librarse de la presión que generan las autoridades cubanas. La protección consular que debe dar todo país a sus nacionales en el extranjero esta supeditada a la posición política. Los derechos siguen conculcados. No importa que se esté fuera de la patria, se constata una vez más que en la isla solo cuenta la voluntad de los que gobiernan. La realidad es cruel pero no se puede ignorar. El totalitarismo insular sigue cercenando derechos y oportunidades, sin importar fronteras.
Hay que admitir que el régimen es consecuente y parte de su compromiso es hacer sentir fragilidad e indefensión ante su poderío. Para lograrlo invierte cuantiosos recursos en una eficiente burocracia y en una clientela política que se presta a todas sus maniobras. Son sus reglas. La discriminación trasciende las fronteras del país de origen y el patrón de todo y todos no ha olvidado el pecado original en que se incurrió. El traidor, el apátrida, lo seguirá siendo por siempre salvo que tenga la disposición de aceptar que los derechos naturales son privilegios que otorgan los que gobiernan.
Como contraparte una columna vertebral flexible y una moral nutrida en la mentira, permite disfrutar de ciertas oportunidades. El silencio cómplice es bien retribuido. Viajes, atenciones y permisos especiales y hasta la posibilidad de convertirse en socio empresarial del régimen si hay disposición a seguir mudo y ciego ante la situación. La militancia, la critica al exilio y sus actos pueden transformar en héroe oficial el antiguo “traidor”. Un colaborador siempre listo para acusar, denigrar y entorpecer la labor de aquellos que están a favor de la democracia en Cuba, sin que importe la nacionalidad del defensor.
Tampoco se puede olvidar a los agentes. Individuos entrenados para espiar, organizar campañas y neutralizar enemigos. Esos, juntos a los funcionarios de las sedes diplomáticas, son los mas peligrosos porque establecen contactos con personas y agrupaciones que tienen aproximaciones ideológicas o de cualquier tipo con el régimen cubano.
Entre comerciantes sin escrúpulos, mercenarios políticos, agentes y tontos útiles se sustenta la represión extraterritorial que tienen su mejor aliado en organizaciones nacionales que reciben cuantiosos fondos para montar campañas favorables al gobierno de La Habana y de descrédito a quienes lo rechazan. Los partidarios de estas agrupaciones pueden actuar en su momento como genuinos miembros de Brigadas de Respuesta Rápida en el exterior.
Un aspecto poco abordado en los controles que ejerce el estado cubano sobre sus ciudadanos que residen en el exterior incide directamente en la ayuda de familia a familia. Una persona que viaja al exterior tiene que pagar $ 150.00 para obtener el permiso de salida, una carta de invitación que cuesta $140.00 y pagar $150.00 por cada mes que permanece fuera del país. El costo del pasaje es muy superior a los precios del mercado y está el requerimiento de comprar otro boleto completo para el regreso a Cuba si se ha estado más de 30 días fuera del país .Por otra parte cuando el gobierno, único autorizado para efectuar el cambio de moneda, hace una transferencia, cobra un impuesto del 20%. Por supuesto que estos gravámenes los paga el que reside en el exterior, es contra nuestros bolsillos donde actúa esa discriminación.
Esa segregación también se refleja en la ayuda material, medicinas, ropa y calzado que se remite a Cuba. Mientras una libra a Colombia cuesta $2.50, a Venezuela fluctúa en $4.00, un bulto de una libra a las isla de los Castro es de alrededor de $15.00. Un excelente negocio para el gobierno de Cuba y para aquellos que en el exterior tienen algún tipo de asociación económica con el totalitarismo.
Pero quizás la discriminación mas real, directa y oprobiosa es la que padece el cubano que al fin viaja a la isla. El viajante en el aeropuerto de partida siente una presión real. Se habla mas bajo, no se protesta por las arbitrariedades sufridas. Se está a expensas del cambio de humor de los agentes de viaje, el temor a la cancelación de la partida hace presa de la mente de todos. La represión una vez mas trasciende las fronteras.
Y en Cuba. La aduana. Las confiscaciones. El miedo a una fotografía indiscreta, una conversación o una militancia olvidada. Una amistad “peligrosa”, cualquier suceso no grato a las autoridades puede determinar ser conducido a un cuartelillo de la seguridad, ser arrestado y en el mejor de los casos deportado. Esa es Cuba, donde siempre el ciudadano está en peligro.
La discriminación y la represión que aborda este trabajo, no es la individual, la que una entidad no gubernamental, natural o jurídica, aplica contra otros individuos, sino la oficial, la que un estado instituye contra la persona y la comunidad, para impedir el libre curso de las opiniones y en consecuencia el disentimiento u oposición.
El ciudadano cubano padece todo tipo de opresión y seria válido suponer que cuando el individuo decide abandonar el país ésta termine, pero en la isla no es así. El gobierno considera traidor a todos los que deciden asumir su propio destino y romper con la tutela oficial, por eso el futuro expatriado tiene que expiar la culpa padeciendo todo tipo de vejamen. La expulsión de centros de estudios o laborales. Le entrega de todo tipo de bienes y la espera de un permiso de salida, convierten en agonía el arribo de un futuro incierto. El proceso es lento. La vida se hace más precaria y pendiente de la voluntad de un funcionario o de un vecino mal intencionado.
La partida es traumática. Dura. Dejación de pasado y las esperanzas. Desarraigo. Tocar el fondo de la existencia e iniciar un periodo en deriva que por siempre se ignora cuando concluye, pero aun así, nos vamos con la casi certeza de que las palmas esperarán toda la eternidad.
Iniciar una nueva vida, prepararse para nuevos retos y asumir otra vez la responsabilidad de la propia existencia. El país quedó allá. Está en la memoria, en los sentimientos y por eso se actúa de acuerdo a las convicciones y querencia. La tierra dejada se quiere, se tiene con uno al igual que su gente, sin que importe la realidad política en la que estamos todos inmersos.
Un día deseas ir a ver a los tuyos y hacer realidad los regalos que te dan los sueños. Vives en libertad y en el disfrute de tus derechos, pero cuando decides regresar sobre lo andado chocas con el pasado.
El nuevo pasaporte es costoso. El boleto para viajar supera los planes y el humillante permiso para entrar al país es también de un valor que hace vacilar el presupuesto. Pero no es todo. Puede que venga la represión como carga de machete. Depende de cual haya sido tu conducta en el exterior.
Discreción, silencio, olvido del pasado y ceguera total ante el presente pueden ser considerados factores positivos para reconocer tus derechos de regresar a la tierra de tus padres. Escritos, manifestaciones, protestas, cuestionamientos a la dictadura o sus asociados, es la espada que hace trizas pasaje, pasaporte y regalos. La garra del totalitarismo hace de esa manera sentir su ponzoña.
Para muchos exiliados es muy difícil librarse de la presión que generan las autoridades cubanas. La protección consular que debe dar todo país a sus nacionales en el extranjero esta supeditada a la posición política. Los derechos siguen conculcados. No importa que se esté fuera de la patria, se constata una vez más que en la isla solo cuenta la voluntad de los que gobiernan. La realidad es cruel pero no se puede ignorar. El totalitarismo insular sigue cercenando derechos y oportunidades, sin importar fronteras.
Hay que admitir que el régimen es consecuente y parte de su compromiso es hacer sentir fragilidad e indefensión ante su poderío. Para lograrlo invierte cuantiosos recursos en una eficiente burocracia y en una clientela política que se presta a todas sus maniobras. Son sus reglas. La discriminación trasciende las fronteras del país de origen y el patrón de todo y todos no ha olvidado el pecado original en que se incurrió. El traidor, el apátrida, lo seguirá siendo por siempre salvo que tenga la disposición de aceptar que los derechos naturales son privilegios que otorgan los que gobiernan.
Como contraparte una columna vertebral flexible y una moral nutrida en la mentira, permite disfrutar de ciertas oportunidades. El silencio cómplice es bien retribuido. Viajes, atenciones y permisos especiales y hasta la posibilidad de convertirse en socio empresarial del régimen si hay disposición a seguir mudo y ciego ante la situación. La militancia, la critica al exilio y sus actos pueden transformar en héroe oficial el antiguo “traidor”. Un colaborador siempre listo para acusar, denigrar y entorpecer la labor de aquellos que están a favor de la democracia en Cuba, sin que importe la nacionalidad del defensor.
Tampoco se puede olvidar a los agentes. Individuos entrenados para espiar, organizar campañas y neutralizar enemigos. Esos, juntos a los funcionarios de las sedes diplomáticas, son los mas peligrosos porque establecen contactos con personas y agrupaciones que tienen aproximaciones ideológicas o de cualquier tipo con el régimen cubano.
Entre comerciantes sin escrúpulos, mercenarios políticos, agentes y tontos útiles se sustenta la represión extraterritorial que tienen su mejor aliado en organizaciones nacionales que reciben cuantiosos fondos para montar campañas favorables al gobierno de La Habana y de descrédito a quienes lo rechazan. Los partidarios de estas agrupaciones pueden actuar en su momento como genuinos miembros de Brigadas de Respuesta Rápida en el exterior.
Un aspecto poco abordado en los controles que ejerce el estado cubano sobre sus ciudadanos que residen en el exterior incide directamente en la ayuda de familia a familia. Una persona que viaja al exterior tiene que pagar $ 150.00 para obtener el permiso de salida, una carta de invitación que cuesta $140.00 y pagar $150.00 por cada mes que permanece fuera del país. El costo del pasaje es muy superior a los precios del mercado y está el requerimiento de comprar otro boleto completo para el regreso a Cuba si se ha estado más de 30 días fuera del país .Por otra parte cuando el gobierno, único autorizado para efectuar el cambio de moneda, hace una transferencia, cobra un impuesto del 20%. Por supuesto que estos gravámenes los paga el que reside en el exterior, es contra nuestros bolsillos donde actúa esa discriminación.
Esa segregación también se refleja en la ayuda material, medicinas, ropa y calzado que se remite a Cuba. Mientras una libra a Colombia cuesta $2.50, a Venezuela fluctúa en $4.00, un bulto de una libra a las isla de los Castro es de alrededor de $15.00. Un excelente negocio para el gobierno de Cuba y para aquellos que en el exterior tienen algún tipo de asociación económica con el totalitarismo.
Pero quizás la discriminación mas real, directa y oprobiosa es la que padece el cubano que al fin viaja a la isla. El viajante en el aeropuerto de partida siente una presión real. Se habla mas bajo, no se protesta por las arbitrariedades sufridas. Se está a expensas del cambio de humor de los agentes de viaje, el temor a la cancelación de la partida hace presa de la mente de todos. La represión una vez mas trasciende las fronteras.
Y en Cuba. La aduana. Las confiscaciones. El miedo a una fotografía indiscreta, una conversación o una militancia olvidada. Una amistad “peligrosa”, cualquier suceso no grato a las autoridades puede determinar ser conducido a un cuartelillo de la seguridad, ser arrestado y en el mejor de los casos deportado. Esa es Cuba, donde siempre el ciudadano está en peligro.
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- Alberto Müller
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- camilo clerico
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Re: Re: Discriminación sin fronteras
29 Sep 2011 14:12
cuba se esta abriendo mas digamos mentalmente.esta mirando mas las nesecidades de cambio y lo esta haciendo para su pueblo,como mencinavas salidas.pero tmb estan entrando cosas que no estaban digamos tecnologia ligada a la informacion y globalizacion.podemos estar a favor o en contra politicamente pero que esta cambiando para bien es un echo y que le es dificil y savemos las travas historicas y actuales que tiene para su comercio,mercado ect.
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