En Camajuaní, hoy 1º de mayo hubo dos "manifestaciones" simultáneas: una enorme y sinuosa cola del pan "normado", así como otra para comprar mortadella y bebidas ofertadas como gancho, para atraer a los desdichados cubanos a la marcha o desfile oficialista.
En la primera, la de la Cuba sufrida, se produjeron debates emocionales a modo de crítica a lo insostenible de la situación, un verdadero hervidero humano.
En la segunda, se repite una y otra vez el drama del acarreo de personas debido a los mecanismos de sometimiento, propios de un régimen totalitario. Quedó evidenciado no ser la ideología y las creencias políticas el móvil movilizador, sino la dominación que no deja margen. Aún así, la asistencia en términos comparativos estuvo muy inferior a otros tiempos. Cuesta mucho dinero del erario público esta escenificación.
La pura realidad es que el panorama laboral, el cual debía ser objeto de reclamaciones, es tétrico: el desempleo y aún más el fatídico subempleo son enormes.
La precariedad laboral presente es una manifestación de la crisis estructural y la protección e higiene del trabajo es alarmante.
El salario y su poder adquisitivo está dentro de los peores de la región. La elevada inflación ha puesto de rodillas a obreros y pensionados.
La obsolescencia tecnológica, la corrupción, el atraso en todos los órdenes y la baja productividad mina las expectativas del trabajador. La insuficiencia de los servicios, incluidos el policial y en consecuencia el aumento del robo, asaltos, violencia y demás, llena de incertidumbre a todos.
En ese contexto, no puede existir el alegado consentimiento a los que mandan con mano dura, incluído la élite sindical, una verdadera burocracia que parasita del sudor de los asalariados.
Se espera que el remanente de miedo, doble moral, pasividad y de subordinación síquica esté llegando a su fin. ¡Que así sea!