¡Cómo se atreve Gustavo Petro a andar por Colombia esparciendo su odio y división! ¿Cómo osa un hombre electo para gobernar, no para destruir, andar por todo el país sembrando toda clase de maleficencias entre los colombianos?
¿Acaso Petro no sabe lo que los colombianos hemos sufrido por décadas de guerra, de constante confrontación entre hermanos, entre vecinos, por odios absurdos como los que él, malignamente, trata de reencender para pescar unos miseros votos en río revuelto?
Tiene que ser uno muy vil para caer tan bajo. Tiene uno que tener el alma muy dañada para salir a esparcir odio en un país tan herido por la violencia, un país que por décadas ha buscado la paz infructuosamente.
Cómo se atreve a ir a los pueblos de la costa a decir que los del interior no amamos a los costeños, “que no miramos hacia el mar”, que despreciamos el Pacífico y el Caribe ¿Cómo se atreve? ¡Cuánta falsedad y maleficencia!
Es Petro quien menosprecia a los colombianos, su inteligencia, su resiliencia, su profunda colombianidad. Petro no entiende de qué forma los colombianos amamos a nuestra Patria, a cada centímetro de ella, a cada hombre y mujer de esta bella tierra donde vivimos, a los habitantes de todo el Pacífico y el Caribe, desde el Cabo de la Vela hasta el río Mataje, en la frontera con Ecuador.
Amamos sus gentes, su alegría, su música, sus colores, su inigualable creatividad, sus raíces indígenas, africanas, hispanas, europeas, árabes, turcas, sus exquisitos caldos y confecciones.
Cómo cada uno de nosotros ama las montañas y sus gentes andinas, donde tantos tenemos nuestras raíces. Donde los muiscas y todas esas gentes enraizadas con los pueblos autóctonos de nuestras tierras tejieron sus preciosas mantas, explotaron sus minas de sal y hablaron con el alma de las esmeraldas.
Cada colombiano sueña con las alboradas y los ocasos llaneros, las inmensas extensiones del Occidente colombiano, el tejido de sus exuberantes ríos. Cuánto respetamos esos hombres y mujeres que crearon Patria a pesar de tantas dificultades y al son de sus tiples, arpas y joropos domaron las selvas.
Petro no entiende cuánto amamos a los pastusos, con su suave acento, su español dulce, sus bellas tradiciones, esos pueblos amables que él trata de explotar para sacarles votos.
Todo colombiano tiene raíces en toda Colombia. En cada uno de nosotros hay una gota de cada región, de cada cosecha de café, arroz, algodón o mango, de muchos orígenes, de muchas tierras, de mucha poesía. Todos tenemos algo de santandereanos, opitas, vallunos, tolimenses. Todos llevamos la cumbia, el mapalé, el bambuco y la salsa mezclados en la sangre. Y, todos queremos Paz. Una paz que nos una como hermanos que somos.
El pueblo colombiano merece un líder que sepa unir, no a un incendiario como Petro. Alguien a quien le quepa el país entero en la cabeza y en el corazón. No a un violento ofreciendo “Paz Total” mientras siembra discordia, odio y división en sus discursos.
¿A cuántos no los enfurece oír a un gobernante despotricar contra colombianos por su origen, contra su idiosincrasia, sus valores, sus costumbres; hablar contra los antioqueños, caleños o bogotanos como si no fueran colombianos también?
¡Cómo se atreve Petro a envenenar al pueblo colombiano!