ALIANZAS PARTIDISTAS
- Efraín Infante
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ALIANZAS PARTIDISTAS
18 Dec 2023 17:38 - 18 Dec 2023 17:44
Una Sorpresiva Lección Desde la Pampa Sureña
La reciente victoria del libertario conservador Javier Milei como presidente de la República Argentina, este pasado 10 de diciembre del 2023, marca un hito y ofrece un digno e inteligente ejemplo de alianza conservadora.
Independientemente del éxito que pueda tener este osado economista -que deseamos sea el mejor- y contrariamente a lo que hemos visto repetidamente a través de los años en elecciones presidenciales, tanto en América Latina como, a veces, en la propia Europa, dos partidos de tendencia conservadora -aunque uno de ellos adicionalmente libertario y mucho más conservador que el otro- se unieron a pesar de profundas diferencias para poder vencer al candidato oficial del peronismo-kitcherismo, Sergio Massa.
Y aunque pareciera algo sencillo, podemos calificar esta victoria como el resultado no fanático de una estratégica alianza entre el partido del expresidente Mauricio Macri, Propuesta Republicana, y el del ganador de la justa, el actual presidente Javier Milei, La Libertad Avanza. Incluído, además, el apoyo personal de la tercera candidata más votada, la señora Patricia Bullrich.
En múltiples oportunidades gobiernos de tendencia izquierdista -que muchos tememos por su política populista y autoritaria- han obtenido resultados electorales importantes debido a que partidos conservadores, liberales, demócratas cristianos y otros, han rehuído aliarce para contrarrestar a izquierdas agresivas.
Esto ha sucedido una veces por ignorancia y otras por soberbia y ceguera partidista infantiloide e irresponsable. Un caso histórico que los más viejos recordamos fue la victoria del “socialista” Salvador Allende en Chile, en Noviembre de 1970, con el partido Alianza Popular, cuya conocida integración, entre otros, por socialistas, comunistas, liberaloides y demócratas cristianos renegados, peligrosamente auguraba un gobierno bien a la izquierda, como sucedió en la vida real, cuando el señor Allende ganó la elección con algo menos del 37% de los votos y los dos partidos rivales, el Demócrata Cristiano y el Partido Nacional, con por cientos parecidos, fueron incapaces de unirse en una coalición momentánea para evitar la victoria del fatídico candidato, sabiéndose perfectamente la evidente tendencia izquierdista de Allende y de sus partidos aliados, a pesar de pertenecer el entonces candidato a la clase media alta chilena.
Esto no era nada nuevo, pues algunos dirigentes extremistas, como el caso de Castro en Cuba, recientemente el del señor Manuel Zelaya, en la hermana República de Honduras y otros, como vemos cuando hojeamos la historia, demuestran que algunos nuevos líderes izquierdistas han surgido de la clase media e intelectual, lo cual parecería contradictorio pero es una inexplicable realidad. El expresidente Juan Manuel Santos, de Colombia, está muy cercano a ser incluído en esta clasificación.
Aunque tangencialmente relacionado al título de esta nota, algo parecido acaba de suceder en la España actual, pero a la inversa, cuando observamos que el Partido Popular, conservador moderado, a pesar de realizar alianzas en algunas provincias y municipios con el Partido Vox, mucho más a la derecha, fue cobardemente precabido al promoverse en las recientes elecciones generales del país ibérico y no saber defender sus alianzas circunstanciales con dicho partido. En buena medida, esa falta de contundencia y el titubeo mostrado ocasionaron la derrota del conservadurismo. Los populares, sin pretenderlo, le hicieron el juego al Partido Socialista que aspiraba a la reelección, basado en buena parte en sus críticas y ataques mordaces a la mencionada alianza.
Esa brutal, pero persistente campaña, caló en muchos timoratos o indecisos conservadores, ocasionando la imprevista derrota a pesar de que las encuestas mostraban una clara victoria.
Los populares, por temor a ser tildados de ultra-derechistas, medio que denostaron o ignoraron a Vox para asegurar que ellos no eran “extremistas”, cuando lo correcto hubiese sido aclarar que esa alianza era imprescindible para derrotar al gobierno que también estaba compuesto por terroristas e independentistas. Esta torpe y titubeante actitud fue incomprensible ya que, en esos momentos, los populares, por sí solos, no contaban con los 176 escaños requeridos para gobernar, sin los millones de votos que les garantizaba Vox.
Les hubiera sido fácil reclamar a los oficialistas que en su ralea de alianzas se incluían hasta comunistas y terroristas, alianzas a considerarse un “extremismo” mucho mayor de lo que implicaba el caso de Vox con respecto a la derecha. Hubo también otros argumentos a mano que nunca se esgrimieron o se enfatizaron suficientemente. Pareció evidente que el erróneo proceder de los populares mermٕó el apoyo en la votación que se preveía para Vox, lo cual resultó en la pérdida de unas elecciones que se consideraban ganadas, con el nefasto resultado de cuatro años más de un gobierno que se auto denomina “progresista”, compuesto por “arreglos” nunca antes imaginados, proclives a la partición de España, cosa que la gran mayoría no acepta.
Traemos este caso a colación, como muestra palpable y reciente de la necesidad de formar alianzas sinceras e inequívocas como se ha demostrado en el caso de Argentina. Cuando la alianza se insinúa más simbólica que real y no es defendida con carácter, no convence a nadie y sucede lo que todos acabamos de contemplar en la Madre Patria: la pérdida de votos con los que antes se contaba.
Es lógico que para derrotar a un partido que se jacta de “progresista” e “imprescindible” (quasi facistoide) para la nación, cualquier alianza opositora tiene que ser sustanciosa, recia y combativa. Eso no lo vimos en la lucha de los conservadores españoles tratando de deponer a un Partido Socialista con ínfulas de supremacía y de poder casi absoluto, envalentonado con sus confusas alianzas con partidos de toda índole, todos menos que patrióticos, pero que sumados, hacen mayoría.
El nefasto intento del Partido Popular de predominar soberbiamente, prácticamente ignorando la importancia y los votos de su aliado, necesarios para obtener los escaños requeridos pra gobernar, en buena parte ocasionó la impevista derrota electoral. Probablemente el futuro les hará modificar sus métodos de campaña para evitar otro desastre similar, perfectamente evitable.
En cualquier necesaria y racional alianza partidista, ceder, adaptar conceptos, postergar proyectos de ser necesario y gobernar con flexibilidad con los aliados políticos – o con los contendores-, es la fórmula realista cuando el bien común lo requiere, como Argentina acaba de demostrar. Esto vemos también actualmente en muchos países de Europa, en Canadá y países varios, ejemplos de la democracia práctica que momentáneamente perdimos en España.
Así debiera suceder en nuestros propios Estados Unidos de América. Lástima que los tiempos políticos actuales no lo están permitiendo.¡Pena!
Oremos por mejores tiempos de solidaridad, de armonía y de fraternidad.
La reciente victoria del libertario conservador Javier Milei como presidente de la República Argentina, este pasado 10 de diciembre del 2023, marca un hito y ofrece un digno e inteligente ejemplo de alianza conservadora.
Independientemente del éxito que pueda tener este osado economista -que deseamos sea el mejor- y contrariamente a lo que hemos visto repetidamente a través de los años en elecciones presidenciales, tanto en América Latina como, a veces, en la propia Europa, dos partidos de tendencia conservadora -aunque uno de ellos adicionalmente libertario y mucho más conservador que el otro- se unieron a pesar de profundas diferencias para poder vencer al candidato oficial del peronismo-kitcherismo, Sergio Massa.
Y aunque pareciera algo sencillo, podemos calificar esta victoria como el resultado no fanático de una estratégica alianza entre el partido del expresidente Mauricio Macri, Propuesta Republicana, y el del ganador de la justa, el actual presidente Javier Milei, La Libertad Avanza. Incluído, además, el apoyo personal de la tercera candidata más votada, la señora Patricia Bullrich.
En múltiples oportunidades gobiernos de tendencia izquierdista -que muchos tememos por su política populista y autoritaria- han obtenido resultados electorales importantes debido a que partidos conservadores, liberales, demócratas cristianos y otros, han rehuído aliarce para contrarrestar a izquierdas agresivas.
Esto ha sucedido una veces por ignorancia y otras por soberbia y ceguera partidista infantiloide e irresponsable. Un caso histórico que los más viejos recordamos fue la victoria del “socialista” Salvador Allende en Chile, en Noviembre de 1970, con el partido Alianza Popular, cuya conocida integración, entre otros, por socialistas, comunistas, liberaloides y demócratas cristianos renegados, peligrosamente auguraba un gobierno bien a la izquierda, como sucedió en la vida real, cuando el señor Allende ganó la elección con algo menos del 37% de los votos y los dos partidos rivales, el Demócrata Cristiano y el Partido Nacional, con por cientos parecidos, fueron incapaces de unirse en una coalición momentánea para evitar la victoria del fatídico candidato, sabiéndose perfectamente la evidente tendencia izquierdista de Allende y de sus partidos aliados, a pesar de pertenecer el entonces candidato a la clase media alta chilena.
Esto no era nada nuevo, pues algunos dirigentes extremistas, como el caso de Castro en Cuba, recientemente el del señor Manuel Zelaya, en la hermana República de Honduras y otros, como vemos cuando hojeamos la historia, demuestran que algunos nuevos líderes izquierdistas han surgido de la clase media e intelectual, lo cual parecería contradictorio pero es una inexplicable realidad. El expresidente Juan Manuel Santos, de Colombia, está muy cercano a ser incluído en esta clasificación.
Aunque tangencialmente relacionado al título de esta nota, algo parecido acaba de suceder en la España actual, pero a la inversa, cuando observamos que el Partido Popular, conservador moderado, a pesar de realizar alianzas en algunas provincias y municipios con el Partido Vox, mucho más a la derecha, fue cobardemente precabido al promoverse en las recientes elecciones generales del país ibérico y no saber defender sus alianzas circunstanciales con dicho partido. En buena medida, esa falta de contundencia y el titubeo mostrado ocasionaron la derrota del conservadurismo. Los populares, sin pretenderlo, le hicieron el juego al Partido Socialista que aspiraba a la reelección, basado en buena parte en sus críticas y ataques mordaces a la mencionada alianza.
Esa brutal, pero persistente campaña, caló en muchos timoratos o indecisos conservadores, ocasionando la imprevista derrota a pesar de que las encuestas mostraban una clara victoria.
Los populares, por temor a ser tildados de ultra-derechistas, medio que denostaron o ignoraron a Vox para asegurar que ellos no eran “extremistas”, cuando lo correcto hubiese sido aclarar que esa alianza era imprescindible para derrotar al gobierno que también estaba compuesto por terroristas e independentistas. Esta torpe y titubeante actitud fue incomprensible ya que, en esos momentos, los populares, por sí solos, no contaban con los 176 escaños requeridos para gobernar, sin los millones de votos que les garantizaba Vox.
Les hubiera sido fácil reclamar a los oficialistas que en su ralea de alianzas se incluían hasta comunistas y terroristas, alianzas a considerarse un “extremismo” mucho mayor de lo que implicaba el caso de Vox con respecto a la derecha. Hubo también otros argumentos a mano que nunca se esgrimieron o se enfatizaron suficientemente. Pareció evidente que el erróneo proceder de los populares mermٕó el apoyo en la votación que se preveía para Vox, lo cual resultó en la pérdida de unas elecciones que se consideraban ganadas, con el nefasto resultado de cuatro años más de un gobierno que se auto denomina “progresista”, compuesto por “arreglos” nunca antes imaginados, proclives a la partición de España, cosa que la gran mayoría no acepta.
Traemos este caso a colación, como muestra palpable y reciente de la necesidad de formar alianzas sinceras e inequívocas como se ha demostrado en el caso de Argentina. Cuando la alianza se insinúa más simbólica que real y no es defendida con carácter, no convence a nadie y sucede lo que todos acabamos de contemplar en la Madre Patria: la pérdida de votos con los que antes se contaba.
Es lógico que para derrotar a un partido que se jacta de “progresista” e “imprescindible” (quasi facistoide) para la nación, cualquier alianza opositora tiene que ser sustanciosa, recia y combativa. Eso no lo vimos en la lucha de los conservadores españoles tratando de deponer a un Partido Socialista con ínfulas de supremacía y de poder casi absoluto, envalentonado con sus confusas alianzas con partidos de toda índole, todos menos que patrióticos, pero que sumados, hacen mayoría.
El nefasto intento del Partido Popular de predominar soberbiamente, prácticamente ignorando la importancia y los votos de su aliado, necesarios para obtener los escaños requeridos pra gobernar, en buena parte ocasionó la impevista derrota electoral. Probablemente el futuro les hará modificar sus métodos de campaña para evitar otro desastre similar, perfectamente evitable.
En cualquier necesaria y racional alianza partidista, ceder, adaptar conceptos, postergar proyectos de ser necesario y gobernar con flexibilidad con los aliados políticos – o con los contendores-, es la fórmula realista cuando el bien común lo requiere, como Argentina acaba de demostrar. Esto vemos también actualmente en muchos países de Europa, en Canadá y países varios, ejemplos de la democracia práctica que momentáneamente perdimos en España.
Así debiera suceder en nuestros propios Estados Unidos de América. Lástima que los tiempos políticos actuales no lo están permitiendo.¡Pena!
Oremos por mejores tiempos de solidaridad, de armonía y de fraternidad.
Last edit: 18 Dec 2023 17:44 by Efraín Infante. Reason: separar párrafos
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