El Amor, la Verdad, la Fe y la Virtud
- Dagoberto Valdés
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El Amor, la Verdad, la Fe y la Virtud
05 Sep 2023 17:50
Ante el clima de odio, de mentira, de corrupción y de falta de espiritualidad en que pudiera zozobrar Cuba, quisiera reflexionar hoy acerca de los cuatro pilares con los que nuestros padres fundadores, Varela y Martí, construyeron nuestra cultura y nacionalidad: el amor, la verdad, la fe y la virtud.
Es inefable la coherencia entre el profeta Félix Varela y el apóstol José Martí, por eso son, y serán siempre, las dos columnas fundacionales que sostendrán la nueva República. Esta unidad entre el profeta y el apóstol fue elocuentemente expresada por el propio Martí en su periódico Patria, el 6 de agosto de 1892, en el artículo titulado “Ante la tumba del Padre Varela” donde dice:
“La ciudad de San Agustín… venerada hoy para el cubano, porque allí están, en la capilla a medio caerse, los restos de aquel patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo, sin alocarse o apresurarse, ni confundir el justo respeto a un pueblo de instituciones libres con la necesidad injustificable de agregarse al pueblo extraño y distinto que no posee sino lo mismo que con nuestro esfuerzo y nuestra calidad probada podemos llegar a poseer: los restos del Padre Varela.”
Y más adelante dice: “Me conmovió, comandante, al preguntarles dónde querían ir, oírles decir: “Antes que todo, a la tumba del Padre Varela”: y allí fuimos, bajo el sol abrasador: la visita se la contaré con la palabra de uno de nosotros que no sabe mucho de letras, y dijo que le parecía que estaba vivo el Padre.” (José Martí en Obras completas, tomo 2, Centro de Estudios Martianos, Colección digital, La Habana, 2007, pp. 96-97).
He aquí la conexión intrínseca entre Varela y Martí, el que repitió en su publicación las mismas impresiones de un grupo de patriotas que antes que él, habían visitado la tumba del Padre Varela. Martí llama a Varela: “Patriota entero y “Santo cubano”. No acabo de entender por qué se ha demorado tanto la canonización del Padre Varela si desde su muerte y por el propio Martí, se le ha considerado santo a lo largo y ancho de nuestra historia. Nunca dejaré de insistir en que Cuba tiene estos dos más grandes padres fundadores cuyo ejemplo y enseñanzas bastarían para reconstruir la nación cubana, para refundar nuestra República en libertad, democracia y progreso.
No hay que salir por el mundo a buscar raíces y fundamentos. Ya los tenemos. Al mundo hay que abrirse para integrarnos a lo mejor de todos y para compartir lo mejor que tenemos desde los cimientos de la nación. En esos cimientos están grabados indeleblemente estos cuatro pilares de nuestra eticidad: amor, verdad, fe y virtud.
Amor y verdad
Este primer binomio, Amor y Verdad, bastarían para edificar una nación. Por eso, los valores que han sido fundamentos de Cuba son incompatibles con la filosofía del odio, de la lucha de clases, de la vida en la mentira. Amor sin verdad es debilidad y doblez. Verdad sin amor es fanatismo e inclemencia. La historia demuestra que no se puede amar desde la mentira. La historia, incluida la de la Iglesia, nos enseña que defender la verdad sin amor puede llegar a ser inquisición e impiedad. El amor no esconde la verdad y la verdad no disminuye al amor.
Nosotros sabemos, por Jesús de Nazaret y por Varela y Martí que “Dios es Amor” (1 Juan 4,, que “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13). Y que como dijo Martí: “Hay que deshelar, con el calor de amor, montañas de hombres; hay que detener, con súbito erguimiento, colosales codicias; hay que extirpar, con mano inquebrantable, corruptas raíces…” ahora se necesitan más que nunca templos de amor y humanidad que desaten todo lo que hay en el hombre de generoso y sujeten todo lo que hay en él, de crudo y vil.” (José Martí, 1881, O. C. Tomo 7. p. 285. Y en La Nación. New York. 1884, O. C. Tomo 10. p. 80).
Fe y virtud
El segundo binomio fundacional nos presenta la relación indispensable entre la fe y la virtud. Fe sin virtud es hipocresía. Virtud sin fe, se seca. La fe es motor y alma de la virtud y la virtud es fruto y semilla de la fe. Cuba necesita cultivar su fe y su espiritualidad. Es una necesidad de supervivencia. Martí dijo: “Todo pueblo necesita ser religioso, no solo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo… un pueblo irreligioso morirá porque nada en él alimenta la virtud”(J. Martí. Fragmentos O.C. p. 392).
El Padre Félix Varela, “el que nos enseñó primero en pensar”, el padre de nuestra cultura y nacionalidad, dijo: “Así pensaba yo, mi caro Elpidio… sobre la historia lamentable de los errores humanos… de los sufrimientos de la virtud siempre perseguida, y de los triunfos del vicio, siempre entronizado… el orbe nos presenta un inmenso campo de horror y de exterminio… Mas, entre tantas ruinas espantosas, se descubren varios puntos brillantísimos, que jamás oscurecieron las sombras de la muerte…: los sepulcros de los justos,… sus almas puras, que volaron al centro de la verdad; cuyo amor fue su norma y por cuyo influjo vivieron siempre unidos y tranquilos. Sobre las losas que cubren estos sagrarios de la virtud, resuelven sus imitadores el gran problema de la felicidad y arrojan miradas de compasión sobre los que… corren tras sombras falaces, y, burlados, se dividen; divididos, se odian, y odiados, se destruyen” (P. Varela (1835) “Cartas a Elpidio”. Tomo I Sobre la Impiedad. Carta primera. p. 5).
El mismo Padre Varela culminaba sus “Cartas a Elpidio” con aquella recomendación a sus discípulos y que constituye el más grande aporte a la eticidad, el civismo y a la verdadera religión del pueblo cubano: “Te encargo pues que seas el órgano de mis sentimientos y que procures, de todos modos, separarlas del escollo de la irreligiosidad. Si mi experiencia puede dar algún peso a mis razones, …que por desgracia o por fortuna conoce a fondo a los impíos, puede asegurarles que son unos desgraciados y les advierte y suplica que evitan tan funesto precipicio. Diles que ellos son la dulce esperanza de la patria, y que no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad” (F. Varela. Cartas a Elpidio, Tomo 1, p. 181-182).
Y, como sintetizando el primer binomio de amor y verdad con el segundo binomio de fe y virtud, Martí expresa: “La grandeza está en la verdad y la verdad en la virtud.” (O.C. Tomo 6. p. 457). El Apóstol eleva, hasta ponerlo alrededor de la estrella solitaria de nuestra libertad, el valor supremo para Cuba y le llama la fórmula del amor triunfante: “…alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla… Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula de amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos” (J. Martí, (1891) “Discurso del 10 de octubre de 1891”. O.C. Tomo 4. p. 279).
Volvamos a nuestras raíces cubanísimas y allí encontraremos un proyecto de vida para nuestra nación y república que puede ser resumido y reconstruido sobre estos cuatro pilares: Amor, Verdad, Fe y Virtud. Solo poniendo “por encima de todo el amor” (Biblia. Col. 3,14) podremos construir la Cuba que soñaron y fundaron Varela y Martí.
Centrémonos en esos fundamentos. Unámonos en ellos. Construyamos sobre ellos el futuro de Cuba.
Es inefable la coherencia entre el profeta Félix Varela y el apóstol José Martí, por eso son, y serán siempre, las dos columnas fundacionales que sostendrán la nueva República. Esta unidad entre el profeta y el apóstol fue elocuentemente expresada por el propio Martí en su periódico Patria, el 6 de agosto de 1892, en el artículo titulado “Ante la tumba del Padre Varela” donde dice:
“La ciudad de San Agustín… venerada hoy para el cubano, porque allí están, en la capilla a medio caerse, los restos de aquel patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo, sin alocarse o apresurarse, ni confundir el justo respeto a un pueblo de instituciones libres con la necesidad injustificable de agregarse al pueblo extraño y distinto que no posee sino lo mismo que con nuestro esfuerzo y nuestra calidad probada podemos llegar a poseer: los restos del Padre Varela.”
Y más adelante dice: “Me conmovió, comandante, al preguntarles dónde querían ir, oírles decir: “Antes que todo, a la tumba del Padre Varela”: y allí fuimos, bajo el sol abrasador: la visita se la contaré con la palabra de uno de nosotros que no sabe mucho de letras, y dijo que le parecía que estaba vivo el Padre.” (José Martí en Obras completas, tomo 2, Centro de Estudios Martianos, Colección digital, La Habana, 2007, pp. 96-97).
He aquí la conexión intrínseca entre Varela y Martí, el que repitió en su publicación las mismas impresiones de un grupo de patriotas que antes que él, habían visitado la tumba del Padre Varela. Martí llama a Varela: “Patriota entero y “Santo cubano”. No acabo de entender por qué se ha demorado tanto la canonización del Padre Varela si desde su muerte y por el propio Martí, se le ha considerado santo a lo largo y ancho de nuestra historia. Nunca dejaré de insistir en que Cuba tiene estos dos más grandes padres fundadores cuyo ejemplo y enseñanzas bastarían para reconstruir la nación cubana, para refundar nuestra República en libertad, democracia y progreso.
No hay que salir por el mundo a buscar raíces y fundamentos. Ya los tenemos. Al mundo hay que abrirse para integrarnos a lo mejor de todos y para compartir lo mejor que tenemos desde los cimientos de la nación. En esos cimientos están grabados indeleblemente estos cuatro pilares de nuestra eticidad: amor, verdad, fe y virtud.
Amor y verdad
Este primer binomio, Amor y Verdad, bastarían para edificar una nación. Por eso, los valores que han sido fundamentos de Cuba son incompatibles con la filosofía del odio, de la lucha de clases, de la vida en la mentira. Amor sin verdad es debilidad y doblez. Verdad sin amor es fanatismo e inclemencia. La historia demuestra que no se puede amar desde la mentira. La historia, incluida la de la Iglesia, nos enseña que defender la verdad sin amor puede llegar a ser inquisición e impiedad. El amor no esconde la verdad y la verdad no disminuye al amor.
Nosotros sabemos, por Jesús de Nazaret y por Varela y Martí que “Dios es Amor” (1 Juan 4,, que “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13). Y que como dijo Martí: “Hay que deshelar, con el calor de amor, montañas de hombres; hay que detener, con súbito erguimiento, colosales codicias; hay que extirpar, con mano inquebrantable, corruptas raíces…” ahora se necesitan más que nunca templos de amor y humanidad que desaten todo lo que hay en el hombre de generoso y sujeten todo lo que hay en él, de crudo y vil.” (José Martí, 1881, O. C. Tomo 7. p. 285. Y en La Nación. New York. 1884, O. C. Tomo 10. p. 80).
Fe y virtud
El segundo binomio fundacional nos presenta la relación indispensable entre la fe y la virtud. Fe sin virtud es hipocresía. Virtud sin fe, se seca. La fe es motor y alma de la virtud y la virtud es fruto y semilla de la fe. Cuba necesita cultivar su fe y su espiritualidad. Es una necesidad de supervivencia. Martí dijo: “Todo pueblo necesita ser religioso, no solo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo… un pueblo irreligioso morirá porque nada en él alimenta la virtud”(J. Martí. Fragmentos O.C. p. 392).
El Padre Félix Varela, “el que nos enseñó primero en pensar”, el padre de nuestra cultura y nacionalidad, dijo: “Así pensaba yo, mi caro Elpidio… sobre la historia lamentable de los errores humanos… de los sufrimientos de la virtud siempre perseguida, y de los triunfos del vicio, siempre entronizado… el orbe nos presenta un inmenso campo de horror y de exterminio… Mas, entre tantas ruinas espantosas, se descubren varios puntos brillantísimos, que jamás oscurecieron las sombras de la muerte…: los sepulcros de los justos,… sus almas puras, que volaron al centro de la verdad; cuyo amor fue su norma y por cuyo influjo vivieron siempre unidos y tranquilos. Sobre las losas que cubren estos sagrarios de la virtud, resuelven sus imitadores el gran problema de la felicidad y arrojan miradas de compasión sobre los que… corren tras sombras falaces, y, burlados, se dividen; divididos, se odian, y odiados, se destruyen” (P. Varela (1835) “Cartas a Elpidio”. Tomo I Sobre la Impiedad. Carta primera. p. 5).
El mismo Padre Varela culminaba sus “Cartas a Elpidio” con aquella recomendación a sus discípulos y que constituye el más grande aporte a la eticidad, el civismo y a la verdadera religión del pueblo cubano: “Te encargo pues que seas el órgano de mis sentimientos y que procures, de todos modos, separarlas del escollo de la irreligiosidad. Si mi experiencia puede dar algún peso a mis razones, …que por desgracia o por fortuna conoce a fondo a los impíos, puede asegurarles que son unos desgraciados y les advierte y suplica que evitan tan funesto precipicio. Diles que ellos son la dulce esperanza de la patria, y que no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad” (F. Varela. Cartas a Elpidio, Tomo 1, p. 181-182).
Y, como sintetizando el primer binomio de amor y verdad con el segundo binomio de fe y virtud, Martí expresa: “La grandeza está en la verdad y la verdad en la virtud.” (O.C. Tomo 6. p. 457). El Apóstol eleva, hasta ponerlo alrededor de la estrella solitaria de nuestra libertad, el valor supremo para Cuba y le llama la fórmula del amor triunfante: “…alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla… Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula de amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos” (J. Martí, (1891) “Discurso del 10 de octubre de 1891”. O.C. Tomo 4. p. 279).
Volvamos a nuestras raíces cubanísimas y allí encontraremos un proyecto de vida para nuestra nación y república que puede ser resumido y reconstruido sobre estos cuatro pilares: Amor, Verdad, Fe y Virtud. Solo poniendo “por encima de todo el amor” (Biblia. Col. 3,14) podremos construir la Cuba que soñaron y fundaron Varela y Martí.
Centrémonos en esos fundamentos. Unámonos en ellos. Construyamos sobre ellos el futuro de Cuba.
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