Hemos caído en Cuba a lo peor de un modelo de capitalismo primitivo y salvaje para el pueblo: con pobreza e inflación, escasez de medicamentos y alimentos, de vivienda y transporte, del agua y la luz, con crisis de familia, colapso de valores, degeneración de la educación, ausencia de espiritualidad, incertidumbre, desarraigo y éxodo masivo e imparable… entre otras realidades propias de una etapa terminal.
Eso ha sido yuxtapuesto con lo peor del llamado socialismo, que pudiera llamarse estatismo o centralismo estatal regido por un solo partido y que también se conoce como totalitarismo por controlar la totalidad de las estructuras y de la vida de la sociedad. Con monopolio estatal o de privados seleccionados por su fidelidad al régimen. Con prohibición de acumular propiedades y capital. Con la hegemonía de la Empresa Estatal Socialista, consagrada por la Constitución de 2019. Sin sindicatos independientes, sin libertades de asociación, reunión, expresión, etc. Con prioridades de inversiones decididas por un pequeño grupo sin participación de la sociedad civil, por ejemplo: los que deciden que los paupérrimos recursos que quedan sean utilizados en construir hoteles y servicios para un turismo a pesar que en todo el año 2022 solo se ocuparon el 15.6 % de las habitaciones disponibles, mientras que Cancún en México y República Dominicana tuvieron una ocupación en 2022 del 75 % de sus habitaciones, según
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Cuba ha caído en el peor sincretismo de modelos. Esta mescolanza sin sentido, injusta e ineficiente, que se realiza “por tanteo”, pasando de un experimento de supervivencia a otro, tiene un único objetivo: mantener el poder, garantizar la continuidad del modelo a toda costa y coste ...
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