El 30 de octubre Brasil va a las urnas, en segunda vuelta presidencial. No es claro quién ganará. El país se encuentra profundamente dividido y las nuevas encuestas dan como resultado un foto finish que tiene erizado al país. Los encuestadores apuestan a que quien gane lo hará por un margen mínimo, imposible de predecir. The Economist considera que el resultado en las urnas, posiblemente, será un empate virtual.
Pero ¿quién cree hoy en las encuestas? Para la primera vuelta las encuestas daban por seguro el triunfo de Luis Inácio da Silva por un alto margen. El expresidente, acababa de ser liberado después de pasar 580 días en la cárcel por corrupción, sentencia que el Tribunal Supremo recientemente declaró anulada por defectos durante el juicio.
Pero esas encuestas resultaron completamente equivocadas, algo parecido a lo que pasó en Colombia cuando las encuestas, durante el plebiscito para aprobar los Acuerdos de la Habana en 2018, daban por hecho una aplastante derrota del NO y, sin embargo, el No ganó dicho plebiscito.
Hoy en Brasil, tres semanas después de la primera vuelta, los encuestadores y los analistas de los medios brasileros e internacionales continúan desconcertados con el resultado y busca toda clase de explicaciones al error de las encuestas. Lula, no solo no ganó la presidencia en la primera vuelta, sino que mostró gran debilidad en las ciudades y estados más poblados del país y entre la pujante clase media brasilera.
Si Algo quedó claro fue la fortaleza del bolsonarismo, un movimiento que apoya al presidente Bolsonaro que se ha convertido en la nueva potencia política del país. Brasil tiene un nuevo líder que, gane o pierda las elecciones presidenciales, será una fuerza muy vigente en la política brasileña.
Al pueblo no parece importarle sus ocasionales actitudes discordantes o extremas, se podría decir sus “metidas de pata”; muy al estilo de las del estadounidense Donald Trump. El pueblo lo considera sincero, que habla como siente y eso gusta, también gusta su mujer, una carta muy fuerte del presidente.
El ultraderechista Bolsonaro ha probado que tiene carisma y liderazgo entre el pueblo, que la fuerza de los medios y sindicatos obreros izquierdistas ya no cuenta como antes, que los derechistas han aprendido a manejar las redes sociales tan bien o mejor a como antes lo hacían solo los izquierdistas.
El Partido Liberal, hoy partido de Bolsonaro, logró 98 diputados de 513 que conforman la Cámara, asegurando así la bancada más numerosa en los últimos 24 años de Brasil.
Se habla mucho del “voto oculto”, ese de aquellos que no se dejan contar y del “voto útil”, los que cambian su voto a última hora para impedir que un candidato, que consideran peligroso, acceda al poder. Los encuestadores buscan y rebuscan razones para explicar sus desatinados resultados. Pero, es claro que Bolsonaro aún no ha sido derrotado y su capacidad de vencer a Lula, el 30 de octubre, aumenta día a día.
No se puede descartar la negativa influencia que tienen los rotundos fracasos de los gobiernos izquierdistas del Continente entre los votantes brasileros. ¿Quién va a querer que se repita en Brasil lo que pasa en Venezuela, Nicaragua, Cuba, Chile o Argentina? Hacen bien los brasileros en evitar el caos que viven esas naciones.