Feminismo deformado por misandria y poses totalitarias

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Feminismo deformado por misandria y poses totalitarias

14 Jul 2022 17:45
#12058
El gobierno de coalición en España contiene en su estructura un número singular de ministerios cuyas identidades recuerdan en algunos casos aquellas que aparecían en la novela 1984. Uno de ellos, el Ministerio de la Igualdad dirigido por Irene Montero, tiene como objetivo principal el propósito de empoderar los derechos de las mujeres en este movimiento feminista que se ha levantado en los últimos tiempos, de manera particular en Europa y América. Abusos, maltratos, alto nivel de feminicidios, derechos sociales y laborales, igualdad sexual, lucha contra la “cosificación” de la mujer, entre otros, son temas que efectivamente merecen ser combatidos y superados. Pero las cosas a veces no son tal cual se pretenden que sean, como ocurre con la igualdad, casi restringida a la victimización de las mujeres sometidas al estatus patriarcal de las sociedades en las que ellas viven. De hecho, la pretensión igualitarista se rompe cuando otros miembros del colectivo social, los hombres incluidos, quedan al margen o resultan menos iguales que sus compañeras.   

Precisamente por estos días el congreso español debate dos leyes en busca de su aprobación. La primera salió adelante con el voto mayoritario de los parlamentarios y apenas tres abstenciones. Se trata del consentimiento mutuo de las relaciones sexuales entre hombres y mujeres. El Sí es Sí es el eslogan que presidió esta medida que tuvo su origen en la violación cometida por un grupo que se autodenominaba la Manada. El debate se abrió tras la consideración que juzgaba aquel delito como un abuso sexual y provocó el clamor en demanda para que se eliminara la diferencia entre acto abusivo y violación, de manera que la ley considerara ambos en un mismo grado de penalidad sin detrimento del castigo en favor de uno de ellos. Pero en este aspecto las cosas han ido derivando a otros noveles de complejidad al incluir en el tema las relaciones de pareja que debe contar con la aprobación manifiesta de la parte femenina. Sin este recurso el vínculo puede ser considerado un acto forzado, con las consecuencias correspondientes para la parte masculina. A partir de que una relación íntima heterosexual (no queda en claro si la ley asume otros tipos de relaciones) tenga que contar con el consentimiento explícito de la parte femenina para que esta sea considerada en regla y no un episodio violatorio, crea un amplio campo de dudas en torno a su aplicación. Por ejemplo, si en un momento dado se alega el fin del consentimiento a consecuencia de una coyuntura particular. El lema Yo si te creo hermana, esgrimido como una bandera de combate por las feministas, se convierte en un fallo inapelable donde los varones quedan en la total indefensión, ante una culpabilidad que no admite presunción de inocencia. 

Una cuestión que parece no contemplar esta ley, o al menos no se menciona de manera expresa, es si el consentimiento positivo puede ser esgrimido por la parte masculina, si contempla también las relaciones entre personas del mismo género o que la violencia sexual pueda ser cometida por una mujer, algo que suele ocurrir como demuestran las noticias recientes sobre la actriz Zara Phythian, conocida por su papel en Doctor Strange, condenada por abusar sexualmente de una menor de edad, Vicki Bevan  encarcelada de por vida en Inglaterra al admitir haber violado a una niña menor de 10 años junto a dos hombres,  la ginecóloga Chrysoula Zacharopoulou, secretaria de Estado de Desarrollo de Francia, depurada de su cargo ministerial bajo acusaciones de violación contra pacientes y en la misma España el caso de Monica Oltra relacionada en el encubrimiento de abusos cometidos por su ex esposo contra una niña. En este último hecho el “yo si te creo hermana” corrió en favor de la vicepresidenta valenciana y no de la víctima de violencia.  

La otra hoja de ruta legal que se traza como objetivo el feminismo español se extiende a la prostitución. El afán de prohibir esta actividad poniendo el dedo sobre la nefasta y condenable lacra que significa la trata de personas, específicamente para este fin, ha provocado un serio debate social donde para contrariedad de las protectoras ministeriales y sus afines se levantan voces femeninas contrarias a su proyecto. Prostituciones, (
) un programa de la serie En Portada emitido a mediados de junio por RTVE 1 trató el tema con amplitud exponiendo puntos de vistas en favor y en contra de la propuesta abolicionista. En defensa de la prohibición Mónica Alario Gavilán, experta en violencia sexual y pornografía, afirma que legalizar la prostitución lanza el mensaje de que un hombre puede poseer a una mujer (su cuerpo) a cambio de dinero, lo que equivaldría a certificar la cosificación de la mujer. Alario manifiesta de manera tajante la postura feminista en clara referencia a las mujeres que apoyan la vía regulizadora: “el feminismo se hace cargo de todas las mujeres o no es feminismo. Lo que yo elija o quiera a nivel individual no convierte mi decisión en feminista.” En el mismo material Carmen Meneses, antropóloga e investigadora de la Universidad Pontificia de Comillas, habla sobre la complejidad de un tema donde no existe el blanco y el negro. Se habla de la violencia sexual pero no se habla de aquella que se hace desde las estructuras institucionales. Trata y prostitución son equiparadas cuando para la investigadora son dos conceptos y delitos distintos, a pesar de estar relacionados por el mismo contexto sexual en el que se desarrollan.  Valerie May, una joven que se presenta como trabajadora sexual sin complejos, defiende que las prostitutas son resilientes, tienen suficiente capacidad de agencia y voz propia. No necesitan que otras hablen por ellas. Según su punto de vista este feminismo militante se proyecta desde los mismos patrones patriarcales que combate, dictando a las mujeres como ellas deben comportarse para ser buenas feministas. Otro testimonio interesante es el que ofrece Linda Porn, activista y trabajadora sexual que desarrolla esa labor por 20 años y que decidió salir del armario para que la sociedad le viera como una persona normal que realiza una actividad que no la disminuye como integrante de la clase trabajadora. Por su parte Fuensanta Gual, miembro de la Asociación CATS (Comité de Apoyo a las Trabajadoras del Sexo), explica que su organización lucha porque no se legisle sin contar con los trabajadores sexuales. Muchos no los quieren escuchar porque ellos contradicen los postulados de victimización. Les consideran personas indignas de la sociedad, cuando verdaderamente lo indigno son las condiciones en las que ellas trabajan, afirma la activista quien considera que la prostitución no tiene por qué ser indigna y si lo es deben decirlo las propias personas que la ejercen. Gual enfatiza que la prostitución no puede ser abolida. Más que abolir y criminalizar se trata de una cuestión de derechos, mejora de condiciones e integración de complejidades. Un criterio que parece tener consenso entre los que se oponen al veto feminista.

Contrastando con las estigmatizaciones y los discursos abolicionistas en la España actual y en otros países, el tema de la prostitución ha encontrado soluciones y acciones opuestas en realidades diferentes y épocas distintas. Un ejemplo llega desde Uruguay, único en Sudamérica en contar con una regulación de la prostitución desde 1859, que en 2002 autorizó por ley el ejercicio del trabajo sexual mediante un carné avalado por el Ministerio de Salud Pública. Ahora la lucha de las prostitutas en el país sudamericano se marca un nuevo objetivo con el reclamo de derechos humanos básicos para su colectivo. Otro ejemplo rupturista del que fui testigo ocurrió en la Polonia comunista de finales de la década de los setenta. Allí las prostitutas ejercían sin mayores obstáculos salvo el imperativo de tener actualizado su carné de salud mediante chequeos mensuales que no les significaba gravamen económico ni social. Tampoco podían hacer su actividad en centros destinados a ese objeto. Por otro lado, en aquella Polonia donde comunismo y conservadurismo católico imperaban, las mujeres tenían garantizados los derechos laborales en todos los campos sin discriminación. Su presencia era dominante en el manejo del transporte público, por ejemplo y no era motivo de asombro verlas compartir labores que en otros contextos eran consideradas inadecuadas para el llamado sexo débil. En cuestiones de sexualidad actuaban de manera desinhibida, siendo normal que la iniciativa para iniciar una relación íntima partiera de ellas sin preámbulos ni necesidades de un documento aprobatorio.

A diferencia de aquel feminismo que bregaba en tiempos de Guerra Fría, el que se alza hoy como fuerza política en muchas sociedades presenta una característica que salta a la vista. Se trata de su discurso despreciativo hacia el género masculino. Una especie de misandria que parece haber tomado lugar como tendencia en esta corriente que muchos opinan tiene más de ideológica que de derechos. El desprecio, el rechazo, la denigración y hasta la discriminación contra el hombre se revela en las palabras y acciones de activistas y periodistas identificadas con el activismo feminista. Un ejemplo claro puede apreciarse en el artículo escrito por la periodista Carme Chaparro (El combo perfecto para Vox sobre el presunto monstruo violador de Igualada) a raíz de la detención del llamado violador de Igualada donde la experta en formación de portavoces y gestión pública de crisis, quien se identifica además como feminista, cuestionaba que el trabajo impecable de la investigación policial quedó disminuido al demostrar que el autor del crimen era un emigrante latinoamericano radicado en España. Un dato favorable al discurso de la llamada extrema derecha (Vox) según la periodista. Pero más allá de cuestiones raciales y migratorias el final con el que Chaparro cierra su escrito deja al desnudo el verdadero sentimiento fanático que anida en su mentalidad cuando expresa que lo que importa es que el detenido es un hombre. “…Varón. Persona de género masculino. Los violadores son hombres. Eso es lo que tiene que quedar bien claro.” Concluye en su escrito. 

El reciente caso judicial que resolvió la demanda de la actriz Amber Heard contra Johnny Depp fallando en favor del actor, dejó en entredicho el discurso que pretende exponer el papel abusivo del hombre, sin considerar que las mujeres también pueden asumir ese rol. Además de poner en evidencias esa realidad, el amplio apoyo recibido por Depp ante el enojo del feminismo militante internacional, deja entrever un cansancio generalizado en torno a un problema que ha sido conducido a limites donde reivindicaciones mucho más importantes para las mujeres se diluyen ante la visión de un radicalismo extremo, muchas veces carente de sentido y realmente sexista. 
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