En estos tiempos de definición de roles y posicionamientos en Cuba, donde parece salir más a la palestra pública (dígase familia, amigos, ambientes de trabajo) el tema político, motivado por las protestas del 11J y los escenarios futuros, se escucha hablar con frecuencia de la necesidad de unirnos. Y se habla de la falta de unidad en el tono en el que nos fue explicada en los textos de historia, como una de las causas del fracaso de las grandes gestas, o de los pequeños proyectos que impulsarían procesos más trascendentales. Quizá una unidad monolítica, una unidad sin matices, una unidad ideal. Sin embargo, quedarnos con esa visión de la unidad necesaria, es reducir el fenómeno a un concepto o consigna con una aplicación nula.
Debemos partir de tres premisas que son esenciales a la hora de juzgar si hay o no unidad en la sociedad civil cubana:
- La unidad y plena coincidencia en todo no existe, ni es posible. No ocurre ni en la pareja, ni en la familia, ni en el trabajo, ni en la vida de la Nación. De hecho, es lo mejor para la salud del tejido social.
- La unidad en la uniformidad es propia del totalitarismo y las máscaras políticas. Si pretendemos alcanzarla así, estamos proponiendo los mismos métodos que en otras ocasiones criticamos y conocemos que no han rendido frutos ni abundantes, ni provechosos.
- La unidad debe ser construida respetando la diversidad. La conjunción de estos dos factores garantiza la calidad democrática y respeta los derechos y las libertades de toda persona humana.
- Uno de los pasos en la búsqueda de esa unidad en la diversidad en Cuba, ahora mismo, es aprender a construir consensos, a establecer mínimos comunes que nos convoquen en torno a la en mesa, y no nos disgreguen más aún.
Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de un consenso de mínimos? ¿Cuáles serían los principales pasos para alcanzarlo?
Hablamos de un consenso de mínimos cuando varias personas o grupos de actores sociales diferentes deciden seguir el siguiente itinerario en la búsqueda de una meta común, y superior a los intereses personales o de cada grupo por separado:
- Buscar o definir aquello a lo que aspiramos y no debemos abandonar (la meta).
- Poner sobre la mesa las diferentes ideas sin censura ni ataques, de modo tal que haya total libertad para la emisión de criterios.
- Desechar todos aquellos elementos que nos dividen, es decir, aquellos en los que no podemos ponernos de acuerdo.
- Debatir y dejar bien definidos sobre la mesa de diálogo todos aquellos puntos en los que coincidamos.
- Asumir como consenso de mínimos aquellos puntos que más coincidencia han alcanzado una vez realizado el ejercicio participativo y consciente de cada ciudadano convocado al debate.
Ahora bien, una vez entendido y logrado el consenso de mínimos, debemos estar conscientes también de su utilidad para la construcción de programas políticos, educativos, económicos o sociales con un gran apoyo entre diversos grupos. Los mínimos consensuados pueden generar un clima de trabajo basado en objetivos comunes, sin tener que distraernos en lo que nos divide, y avanzar hacia lo esencial.
En esta hora de Cuba la unidad en la diversidad y los consensos de mínimos parecen estar resucitando. Ya hay algunas señales. Basta saber si estamos dispuestos a poner sobre la mesa todo lo que nos une en busca de una meta común más alta: la anhelada libertad y la convivencia pacífica y civilizada.