Se podría pensar que los constantes ataques contra el gobierno de Colombia, por algunos medios internacionales, son el resultado de desinformación. Sin embargo, muchos dicen que son embestidas bien coordinadas y malintencionadas de medios parcializados a favor de los enemigos de la democracia colombiana.
Cuando uno lee los constantes e inexactos ataques internacionales contra el gobierno colombiano no deja de preguntarse: ¿Quién los alimenta con tanta desinformación sobre la realidad en Colombia? ¿Es acaso que los periodistas no ven las noticias que todos vemos en la televisión: no ven los ataques, destrozos, incendios, bloqueos, de los violentos contra la población civil, la policía, los bienes públicos y privados, aun contra lugares como Popayán ¡Patrimonio de la Humanidad!?
Aparentemente, no ven a los policías tratando de defenderse de vándalos bien entrenados, que fungen ser inocentes estudiantes, para que no les prendan fuego, o los maten a palos.
Esa misma prensa, guarda silencio hacia la constante violación de los Derechos Humanos por
Nicolás Maduro, o por los esbirros de los Castro en Cuba desde hace más de 60 años, o ante la constante represión ejercida contra los ciudadanos nicaragüenses por el régimen de
Daniel Ortega.
¿Es esta una prensa imparcial? ¡Para nada! Poco o nada se le oye a The New York Times, y otros medios, contra las dictaduras izquierdistas del continente. Parecerían que están encandelillados con la idea del Socialismo del Siglo XXI. Tampoco se oye a la Alta Comisionada para los Derechos Humanos,
Michelle Bachelet, dándoles “cátedra”, o criticando constantemente, a Venezuela, Cuba y Nicaragua, constantes violadores de los Derechos Humanos que es su deber defender. Será porque están gobernados por sus amigos socialistas, o comunistas, o como se quieran llamar esos dictadores. El origen político de Bachelet es el izquierdismo chileno. ¡Adiós a la imparcialidad que demanda su puesto!
Y, ni qué decir de los escandinavos, esos países cultos, sofisticados, económicamente ricos, con gobiernos socialistas, moderados, eficientes y modernos que piensan que las cosas en Latinoamérica funcionan igual que en sus países. Ellos, bastante “inocentones”, se han creído el cuento de los enviados de las Farc y otros grupos narcotraficantes con historias de supuestas revoluciones románticas a favor del pueblo; omitiendo contarles la brutalidad de sus crímenes, sus secuestros, desapariciones, la utilización de niños como carne de cañón, el constante abuso y violación de niñas y mujeres y su enriquecimiento con el narcotráfico de cocaína.
Hoy, Colombia defiende su democracia, en medio de un ataque bien sincronizado contra el gobierno de
Iván Duque, electo por una vasta mayoría en elecciones limpias. Los gobiernos y los medios de centro, derecha e izquierda sensata, deben defender la democracia colombiana e impedir el funesto avance del comunismo en Latinoamérica