La inevitable agenda de Macron

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La inevitable agenda de Macron

27 Apr 2017 21:49
#9877
Los resultados de las elecciones en Francia el pasado domingo han provocado suspiros de alivio en la clase política y empresarial, en ese y otros países de su entorno, que miraban con gran aprensión un triunfo de la ultranacionalista y populista Marine Le Pen. Aunque la candidata del Frente Popular (de cuya presidencia acaba de desligarse para mostrar mayor independencia) sacó los suficientes votos para poder pasar a la segunda vuelta el 7 de mayo, todos los sondeos de opinión le otorgan una enorme ventaja a su adversario Emmanuel Macron, al cual respaldan ahora socialistas y conservadores (gaullistas) que, por primera vez en la historia de la V República, se quedaron en la primera ronda.

Sería una desgracia —desde un punto de vista europeísta— que Le Pen fuera la próxima presidente de Francia, teniendo en cuenta que ha prometido sacar al país de la Unión Europea y del sistema del euro y, de esta suerte, destruir uno de los proyectos más hermosos y ambiciosos que haya pasado en parte alguna desde el fin de la segunda guerra mundial. Casi seguramente saldrá derrotada en el enfrentamiento con Macron, pero si alguien espera que el fenómeno Le Pen se disuelva como un mal sueño a partir del próximo día 7, puede llevarse una tremenda decepción. Más de siete millones de electores respaldan una agenda que contiene algunas de los temas que más preocupan a los franceses, sobre todo el fenómeno de la inmigración musulmana que se enquista en guetos donde se genera el odio a la sociedad que los acoge y a los valores que esta encarna. Pocas veces la palabra cáncer social se ha podido aplicar con tanta precisión.

Es casi seguro, pues, que Le Pen no alcance la presidencia en la segunda vuelta y eso debe alegrarnos a todos los que vemos la Unión Europea como la más reciente y positiva evolución de la cultura que amamos y a la que nos sentimos orgullosos de pertenecer y la cual, pese a las muchas corrientes y aportes que convergen en ella, bien puede resumirse todavía con una sola palabra: Occidente, verdadero ápice de la vida civilizada. Pero la frustración y la cólera en que se afinca la popularidad de esta mujer no van a disiparse porque ella no llegue a la presidencia esta vez. Por el contrario, es previsible que se potencien y que operen como el combustible de serios trastornos públicos, si es que no de grandes estallidos.

Emmanuel Macron —que seguramente tendrá que gobernar con una asamblea dominada por otros partidos— haría bien en hacer suyos algunos énfasis y preocupaciones de los electores de Le Pen, no sólo porque con ello ampliaría su base de apoyos, sino porque esa política serviría para desactivar un peligroso factor de desequilibrio que, de otro modo, podría afectar seriamente el éxito de su gestión.

Algunas manifestaciones de descontento pueden haberse hinchado deliberadamente por la campaña de Le Pen para poder ascender en la cresta de la ira de un significativo sector de la ciudadanía que desconfía de la clase política y la rechaza; pero otras causas, como el problema de la inmigración y la creciente población musulmana, migrante y nativa, que no se asimila y que, de manera natural o instintiva, conspira contra los valores tradicionales de Francia, es una innegable realidad que el próximo presidente haría muy bien en atender y que, creo yo, no tendrá más remedio que abordar. El cierre de las fronteras a la inmigración y el aumento de las deportaciones, que en algún momento podrían llegar a ser masivas, no precisan de que Le Pen llegue al Eliseo. Emmanuel Macron encontrará pertinente hacerlo.

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