Pronóstico para naciones de la ex URSS y los problemas para Rusia en 2013
- Alvaro Alba
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Pronóstico para naciones de la ex URSS y los problemas para Rusia en 2013
29 Jul 2013 19:38
En el informe que presentara en la Primavera pasada el Director de la Oficina de Inteligencia Nacional, James Clapper, se evaluaron varios países de la ex Unión Soviética.
Un repaso rápido sobre las naciones del Cáucaso y el Asia Central, presenta que tras la derrota Mijail Saakashvili en las elecciones parlamentarias georgianas de octubre del 2012 y la llegada al gobierno de su archirrival Bidzina Ivanishvili acelera el mejoramiento de las relaciones entre Rusia y Georgia. El traspaso de poder es considerado un riesgo de inestabilidad política, asegura el informe presentado por el Director de la Oficina de Inteligencia Nacional [de EEUU], James Clapper
En el análisis que abarca varios países de la ex Unión Soviética, los analistas estadounidenses no avizoran una solución a corto o mediano plazo al conflicto entre Armenia y Azerbaiyán por el Nagorno-Karabaj, chispa que inició los conflictos territoriales en la URSS. Para el Asia Central se afirma que “los mandatarios asiáticos han dado prioridad a la estabilidad del régimen a través de reformas políticas y económicas que podrían mejorar a largo plazo la gobernabilidad y legitimidad”, al tiempo que se reprime “cualquier signo de levantamientos” por muy pequeño que sea.
Entre los gobiernos de esa zona no existen relaciones constructivas, y las rivalidades son hasta personales, reconoce el informe. Hay diferencias profundas por los recursos energéticos, por el agua o la tierra. Si a eso se une las rivalidades étnicas, y la poca atención para resolver estos, se pronostica una escalada de la tensión para el 2013.
Con la ayuda de Rusia, tanto financiera como económica, la economía de Bielorrusia no ha sentido las consecuencias de la crisis como en los países del Occidente y Centro de Europa. También Lukashenko, con represión, cárcel para los opositores, juicios amañados y exilio forzado, ha mantenido el control político, reconoce el informe, donde se destaca el rol de las redes sociales en las protestas populares de Bielorrusia.
A pesar de Moscú, del control económico y político, los pronósticos no son halagüeños, pues se pronostica para el 2013 una nueva crisis económica en caso de que las autoridades no realicen “reformas económicas estructurales”.
En el caso de Ucrania, el informe detalla que con Victor Yanukovich en la presidencia, el país “está a la deriva hacia el autoritarismo”. Algo bien diferente a las expectativas del 2006, cuando triunfó la Revolución Naranja. En la evaluación de las pasadas elecciones parlamentarias, realizadas en octubre del 2012, se constata que estas estuvieron “empañadas por irregularidades”, con elementos que nada tienen que ver con los estándares occidentales que podamos calificarlas de “elecciones libres y justas”. En comparación con pasadas elecciones ucranias, la del pasado otoño fue un retroceso, confirma Clapper.
Según el análisis de inteligencia, el mandatario ucraniano “muestra pocos indicios de que tiene la intención de liberar al líder opositor encarcelado ex primer ministro Yuliya Tymoshenko en el corto plazo”. Precisamente el encarcelamiento de la líder política ucraniana es una condición clave para el mejoramiento de las relaciones de Kiev con los países de la Unión Europea y Estados Unidos. Ucrania con Occidente. El informe hace una clara advertencia con las intenciones del gobierno de Yanukovich de repetir juicios y agregar más años a la condena de Timoshenko, que “podrían mantenerla tras las rejas de por vida”, reconocen.
La sombra de una profunda crisis económica para el 2013 es un pronóstico similar para Ucrania como para Bielorrusia. En las dos naciones eslavas el reporte constata la ausencia de “reformas económicas estructurales” acompañado de una “situación financiera precaria”, premisas que conducen a la crisis inevitable.
En relación a Moldavia, se reconoce que la nueva dirección en ese país y su región separatista del Transnister han logrado mejorar las relaciones, pero no ven una solución al conflicto a corto plazo. A Rusia se le dedicó un capítulo aparte.
En el pronóstico del jefe de la oficina de inteligencia nacional, James Clapper, Rusia ocupó un capítulo de privilegiada atención.
En el mismo se denomina el sistema político ruso como “democracia dirigida” que tendrá más presión desde el Kremlin y esa presión tendrá un elemento de descontento popular, que se expresará en más protestas y descontento popular. Este descontento es compartido, aseguran los analistas estadounidenses, por importantes sectores de la opinión pública que no ven avanzar las reformas económicas y el sistema político “que carece de pluralismo real y sufre de mal gobierno y la arbitrariedad y la corrupción endémica.”
Las protestas de los últimos meses, considerada las mayores en Rusia desde la desintegración de la URSS, es un indicativo de “la antipatía por el dúo Putin-Medvedev”, dice el informe.
El regreso de Vladimir V. Putin al poder viene con una impronta de restauración de aquellos mecanismos de control que creó y fomentó durante ocho años y que considera disminuidos durante el mandato de Dimitri A. Medvedev. Bajo el mando de Putin las medidas contra la oposición, muchas refrendadas por la Duma, son agresivas, buscando la restricción de los movimientos opositores y la división entre ellos. El informe destaca que en el Kremlin “no se han ocupado de las fuentes de amargura e insatisfacción” que han motivado las protestas.
En política exterior aseguran que no habrá cambios significativos, aunque factores internos serán más influyentes que en épocas anteriores. Reconocen los autores del informe la alergia de Putin a cualquier crítica desde Estados Unidos, considerada siempre por Moscú como intromisión en sus asuntos internos. Para los rusos el sistema de defensa de misiles que planea Washington es piedra angular de su oposición a la política exterior estadounidense.
En el Medio Oriente, la situación alrededor de la crisis de Siria, la posición de Rusia no parece que varíe en breve. Para Moscú no es aceptable cualquier intervención externa militar, aunque sea árabe, destinada a sacar del poder a Asad. Los cambios en Libia y la región árabe son vistos con temor por Moscú, que no desea un aumento del factor musulmán en el interior de Rusia.
Con Irán seguirán apostando por una negociación, sin importar cuan larga sea, y busca premiar a Teherán por la cooperación con Occidente en el tema de inspecciones. En Afganistán, dice el informe, seguirán apoyando las operaciones de la OTAN, pues los rusos se benefician del paso por su territorio del armamento y personal que desde Europa Occidental van al Asia, pero no desea una larga presencia estadounidense en sus fronteras sureñas. El fortalecimiento de su influencia en la zona que una vez fue la URSS tendrá prioridad para el Kremlin, y más que cuenta con aliados como Bielorrusia y Kazajstán, quienes son aliados en una unidad aduanera, ideada por Putin.
En el plano militar, todo el arsenal ruso tiene una sola misión “apoyar y mejorar la influencia geopolítica de Moscú”, y para ello realizan desde el 2008 una “reforma militar de gran alcance y un programa de modernización” de sus unidades militares.
Entre los planes tienen la creación de centros operativos más pequeños, más móviles y con personal mejor entrenado y con alta tecnología. Esos planes, dicen los expertos, “son una ruptura radical con los enfoques históricos soviéticos de personal, estructura de la fuerza, y la formación militar”. A esos esfuerzos le acompañan trabas burocráticas, de financiamiento y obstáculos culturales propios de los rusos, reconoce el informe. De todos modos, esas reformas “permitirán a los militares rusos derrotar rápidamente a sus vecinos más pequeños y seguir siendo la fuerza militar dominante en el espacio post-soviético”, como se demostró en la guerra con Georgia.
En el plano del enfrentamiento con Occidente “sus fuerzas nucleares son el garante fundamental de la doctrina militar rusa”, que le permite “compensar su debilidad militar vis-à-vis ante potenciales opositores”, termina el informe.
Un repaso rápido sobre las naciones del Cáucaso y el Asia Central, presenta que tras la derrota Mijail Saakashvili en las elecciones parlamentarias georgianas de octubre del 2012 y la llegada al gobierno de su archirrival Bidzina Ivanishvili acelera el mejoramiento de las relaciones entre Rusia y Georgia. El traspaso de poder es considerado un riesgo de inestabilidad política, asegura el informe presentado por el Director de la Oficina de Inteligencia Nacional [de EEUU], James Clapper
En el análisis que abarca varios países de la ex Unión Soviética, los analistas estadounidenses no avizoran una solución a corto o mediano plazo al conflicto entre Armenia y Azerbaiyán por el Nagorno-Karabaj, chispa que inició los conflictos territoriales en la URSS. Para el Asia Central se afirma que “los mandatarios asiáticos han dado prioridad a la estabilidad del régimen a través de reformas políticas y económicas que podrían mejorar a largo plazo la gobernabilidad y legitimidad”, al tiempo que se reprime “cualquier signo de levantamientos” por muy pequeño que sea.
Entre los gobiernos de esa zona no existen relaciones constructivas, y las rivalidades son hasta personales, reconoce el informe. Hay diferencias profundas por los recursos energéticos, por el agua o la tierra. Si a eso se une las rivalidades étnicas, y la poca atención para resolver estos, se pronostica una escalada de la tensión para el 2013.
Con la ayuda de Rusia, tanto financiera como económica, la economía de Bielorrusia no ha sentido las consecuencias de la crisis como en los países del Occidente y Centro de Europa. También Lukashenko, con represión, cárcel para los opositores, juicios amañados y exilio forzado, ha mantenido el control político, reconoce el informe, donde se destaca el rol de las redes sociales en las protestas populares de Bielorrusia.
A pesar de Moscú, del control económico y político, los pronósticos no son halagüeños, pues se pronostica para el 2013 una nueva crisis económica en caso de que las autoridades no realicen “reformas económicas estructurales”.
En el caso de Ucrania, el informe detalla que con Victor Yanukovich en la presidencia, el país “está a la deriva hacia el autoritarismo”. Algo bien diferente a las expectativas del 2006, cuando triunfó la Revolución Naranja. En la evaluación de las pasadas elecciones parlamentarias, realizadas en octubre del 2012, se constata que estas estuvieron “empañadas por irregularidades”, con elementos que nada tienen que ver con los estándares occidentales que podamos calificarlas de “elecciones libres y justas”. En comparación con pasadas elecciones ucranias, la del pasado otoño fue un retroceso, confirma Clapper.
Según el análisis de inteligencia, el mandatario ucraniano “muestra pocos indicios de que tiene la intención de liberar al líder opositor encarcelado ex primer ministro Yuliya Tymoshenko en el corto plazo”. Precisamente el encarcelamiento de la líder política ucraniana es una condición clave para el mejoramiento de las relaciones de Kiev con los países de la Unión Europea y Estados Unidos. Ucrania con Occidente. El informe hace una clara advertencia con las intenciones del gobierno de Yanukovich de repetir juicios y agregar más años a la condena de Timoshenko, que “podrían mantenerla tras las rejas de por vida”, reconocen.
La sombra de una profunda crisis económica para el 2013 es un pronóstico similar para Ucrania como para Bielorrusia. En las dos naciones eslavas el reporte constata la ausencia de “reformas económicas estructurales” acompañado de una “situación financiera precaria”, premisas que conducen a la crisis inevitable.
En relación a Moldavia, se reconoce que la nueva dirección en ese país y su región separatista del Transnister han logrado mejorar las relaciones, pero no ven una solución al conflicto a corto plazo. A Rusia se le dedicó un capítulo aparte.
En el pronóstico del jefe de la oficina de inteligencia nacional, James Clapper, Rusia ocupó un capítulo de privilegiada atención.
En el mismo se denomina el sistema político ruso como “democracia dirigida” que tendrá más presión desde el Kremlin y esa presión tendrá un elemento de descontento popular, que se expresará en más protestas y descontento popular. Este descontento es compartido, aseguran los analistas estadounidenses, por importantes sectores de la opinión pública que no ven avanzar las reformas económicas y el sistema político “que carece de pluralismo real y sufre de mal gobierno y la arbitrariedad y la corrupción endémica.”
Las protestas de los últimos meses, considerada las mayores en Rusia desde la desintegración de la URSS, es un indicativo de “la antipatía por el dúo Putin-Medvedev”, dice el informe.
El regreso de Vladimir V. Putin al poder viene con una impronta de restauración de aquellos mecanismos de control que creó y fomentó durante ocho años y que considera disminuidos durante el mandato de Dimitri A. Medvedev. Bajo el mando de Putin las medidas contra la oposición, muchas refrendadas por la Duma, son agresivas, buscando la restricción de los movimientos opositores y la división entre ellos. El informe destaca que en el Kremlin “no se han ocupado de las fuentes de amargura e insatisfacción” que han motivado las protestas.
En política exterior aseguran que no habrá cambios significativos, aunque factores internos serán más influyentes que en épocas anteriores. Reconocen los autores del informe la alergia de Putin a cualquier crítica desde Estados Unidos, considerada siempre por Moscú como intromisión en sus asuntos internos. Para los rusos el sistema de defensa de misiles que planea Washington es piedra angular de su oposición a la política exterior estadounidense.
En el Medio Oriente, la situación alrededor de la crisis de Siria, la posición de Rusia no parece que varíe en breve. Para Moscú no es aceptable cualquier intervención externa militar, aunque sea árabe, destinada a sacar del poder a Asad. Los cambios en Libia y la región árabe son vistos con temor por Moscú, que no desea un aumento del factor musulmán en el interior de Rusia.
Con Irán seguirán apostando por una negociación, sin importar cuan larga sea, y busca premiar a Teherán por la cooperación con Occidente en el tema de inspecciones. En Afganistán, dice el informe, seguirán apoyando las operaciones de la OTAN, pues los rusos se benefician del paso por su territorio del armamento y personal que desde Europa Occidental van al Asia, pero no desea una larga presencia estadounidense en sus fronteras sureñas. El fortalecimiento de su influencia en la zona que una vez fue la URSS tendrá prioridad para el Kremlin, y más que cuenta con aliados como Bielorrusia y Kazajstán, quienes son aliados en una unidad aduanera, ideada por Putin.
En el plano militar, todo el arsenal ruso tiene una sola misión “apoyar y mejorar la influencia geopolítica de Moscú”, y para ello realizan desde el 2008 una “reforma militar de gran alcance y un programa de modernización” de sus unidades militares.
Entre los planes tienen la creación de centros operativos más pequeños, más móviles y con personal mejor entrenado y con alta tecnología. Esos planes, dicen los expertos, “son una ruptura radical con los enfoques históricos soviéticos de personal, estructura de la fuerza, y la formación militar”. A esos esfuerzos le acompañan trabas burocráticas, de financiamiento y obstáculos culturales propios de los rusos, reconoce el informe. De todos modos, esas reformas “permitirán a los militares rusos derrotar rápidamente a sus vecinos más pequeños y seguir siendo la fuerza militar dominante en el espacio post-soviético”, como se demostró en la guerra con Georgia.
En el plano del enfrentamiento con Occidente “sus fuerzas nucleares son el garante fundamental de la doctrina militar rusa”, que le permite “compensar su debilidad militar vis-à-vis ante potenciales opositores”, termina el informe.
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