El golpe fallido de los cruzados alemanes

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El golpe fallido de los cruzados alemanes

21 Dec 2022 23:11 - 21 Dec 2022 23:15
#12433
   
                                                                                      “Hombres, os he amado. ¡Estad alertas!”
                                                                                             Julius Fucik (Reportaje al pie de la Horca) 

La noticia sobre un frustrado movimiento golpista en Alemania sorprendió al mundo el pasado 7 de diciembre cuando los titulares de prensa dieron a conocer los primeros pormenores del hecho. Salían a la luz detalles de un amplio operativo policial efectuado en once estados alemanes con el resultado inicial de minuciosos registros y la detención de al menos 25 personas, dos de ellas en Italia y Austria. A medida que se revelaban aspectos de la trama conspirativa, los datos permitían constatar contrasentidos, algunos rayando en el absurdo, en un acto cuya irracionalidad era reconocida en las mismas notificaciones filtradas a los medios de comunicación. En ellas se subrayaba el alcance limitado de la idea y lo descabellado de su materialización. 

Las contradicciones pueden apreciarse en diferentes declaraciones de prensa que en un mismo párrafo afirman se trataba de un plan real que buscaba materializarse con medios militares pero que en verdad no era realizable, entre otros factores por el “férreo control sanitario” que supone la unidad de los partidos políticos alemanes frente a situaciones que pongan en peligro el estatus democrático nacional. A los implicados les trata de “grupúsculo”, comparados con la muchedumbre que protagonizó los sucesos de noviembre en Washington, pero al mismo tiempo con la suficiente peligrosidad como para considerarlos una amenaza a la seguridad nacional, señalando de manera particular el corte antisemita, racista y antiinmigrante de los componentes de este grupo. 

Que una agrupación compuesta por medio centenar de miembros, la mayoría sin preparación, liderados por un señor septuagenario identificado como Heinrich XIII, pretendiera tomar el Parlamento, derrocar al gobierno de Berlín e implantar un proyecto estatal que se remite a las postrimerías del siglo XIX, resulta una historia difícil de digerir. O bien esta narración carece de seriedad o por el contrario el libreto encierra un contenido de suma gravedad donde salta una interrogante ineludible ¿Cómo pudieron creerse estos confabulados el espejismo de un propósito que desde el inicio estaba llamado al fracaso y bajo un evidente control? Un cuestionamiento que abre espacios a las sospechas sobre verdaderos artífices, con objetivos muy reales, actuando detrás del inusitado “complot”. 

Precisamente a pocos días de producirse este acontecimiento la opinión pública alemana estuvo atenta a un acto de violencia protagonizado por un emigrante de origen eritreo que agredió con un arma blanca a dos niñas. El suceso quedó silenciado con el abortado golpe que pasó a centrar todos los focos noticiosos. Pero más allá de acallar este acontecimiento fortuito, el evento golpista puede esconder objetivos de mayor alcance, por los que no debe descartarse la fabricación del escenario, una posibilidad que debe despertar preocupación. Algo que no resulta una novedad en el mismo país donde una vez un dictador en ciernes fraguó sus intenciones al calor del incendio del Reichstag, acción atribuida a sus oponentes comunistas (los ultras de aquellos tiempos). En esta nueva conjura se apunta con marcado énfasis en dirección de partidos y movimientos definidos como de extrema derecha. El vínculo de una exdiputada de Alternativa por Alemania con los confabulados le da fuerza a la acusación. También ayudan las referencias a Qanon, los paralelos establecidos entre este suceso y los que ocurrieron en el Capitolio de Washington, sin obviar la mención de Donald Trump. El complemento llega con el condimento ruso, que no podía faltar. Se añade a través de un individuo de esa nacionalidad del que apenas se ofrecen más pistas que la supuesta identidad de un nombre (Vitali B), presunto mediador entre los confabulados y el Kremlin, para lograr el espaldarazo de Moscú. Una historieta que incluye el aporte del propio capitán de los confabulados, quien presume de su consanguineidad con la rama de los Romanov.

El método guarda similitudes con las usanzas estalinistas en crear conjuras oportunas para eliminar potenciales estorbos a su poder y de paso expandir las sombras del terror en sus dominios. Una práctica de la que existen muchos ejemplos, verificados en diferentes tiempos y lugares con episodios parecidos que han sido preámbulo de persecuciones, silenciamiento de voces incómodas y eliminación de opositores. Los apelativos contra estos pueden variar de acuerdo con el escenario donde ha sido escrito el guion (ultras, fachas, radicales, comunistas, mercenarios, conspiracioncitas) pero el trasfondo resulta el mismo: coartar derechos, sembrar el miedo y levantar una barrera que inhiba el surgimiento de movimientos contestatarios o el apoyo a estos si llegaran a tomar fuerza. Alemania y Europa en general, se encuentran inmersos en este proceso y los hechos demuestran que cada vez va a peor. Y curiosamente a pocos días del destape golpista saltó a las noticias la trama de corrupción europarlamentaria que por el momento implica a destacadas figuras de esa entidad y que posiblemente salpique a otras de mayor relieve e incluso traiga novedades sobre los orígenes del conflicto en Ucrania. Cabe entonces la pregunta sobre si el malogrado golpe, descubierto y puesto de relieve tan convenientemente con la asistencia de una avalancha informativa, haya servido para levantar una cortina de humo que cubra, al menos en parte, las dimensiones de otros problemas que resultan más preocupantes y perturbadores. 

Tomando en conjunto eventos conspirativos del tipo que afirman ha sido descubierto en Alemania, pueden apreciarse en estos episodios la conjunción de factores sustanciales que les permitan prosperar o al menos contar con un mínimo de probabilidades para lograr sus objetivos. Imprescindible resultaría tener el apoyo de una parte significativa de sectores militares, inteligencia y gobierno, así como la adhesión o al menos la conformidad, de una porción importante de la población, aprobación externa (mejor si el favor viene de potencias) y una logística adecuada que incluya disponibilidad de recursos y el arsenal adecuado para anular posibles resistencias contra el golpe. En el caso de esta presunta maquinación de hechura ultraderechista con matices aristocráticos, se aprecia la ausencia de la mayoría de esos componentes. Aunque el descontento de los alemanes, como ocurre en otras naciones de la Unión Europea, se pone de manifiesto ante las irregularidades, arbitrariedades y pasos erróneos que están dando la mayoría de sus gobernantes, este movimiento aún no ofrece garantías de un apoyo masivo ni organizado capaz de secundar un evento de estas envergaduras. Peor ocurre si se analiza la participación de mandos militares cualificados, con influjo suficiente como para arrastrar a un parte importante de elementos que puedan nutrir las filas del movimiento y darle posibilidades de triunfo. Igual ocurre con los apoyos externos, tan o más necesarios que los internos, teniendo en cuenta que Alemania orbita en el sistema de la OTAN con un papel primordial. Imposible suponer que Reino Unido, Francia, los vecinos de la zona y en particular Estados Unidos, quedaran inertes ante una situación de esta índole. En cuanto al factor logístico solo queda remitirse a la descripción dada a conocer a través del noticiero de la Televisión española en su estelar del 8 de diciembre, donde Raquel González, reportera de RTVE en Berlín, mencionó brevemente la calidad del arsenal ocupado a los conspiradores: espadas, ballestas y chalecos antibalas (a poco dice armaduras). Y ya en este plano pudiera agregarse este punto imprescindible para la consolidación de cualquier proyecto como es la divulgación mediática.  Un componente cuya contraposición resulta letal a la hora de transmitir o comunicar un mensaje a la opinión pública, evidentemente no iba a estar en función de estos presuntos conspiradores de haber logrado dar algún paso firme hacia la prosecución de sus fines.  

Europa cuenta con una baja incidencia de golpes de estado y asonadas militares. Apenas nueve desde mediados de los años 40. Una de las más célebres fue la Operación Valquiria, un plan puesto en marcha por militares nazis que pretendía eliminar a Hitler y negociar el fin de la guerra con Estados Unidos y Gran Bretaña. Los anales recogen otros episodios dispersos en medio siglo de historia moderna europea en los que destacan los golpes que llevaron al poder a la dictadura de los Coroneles en Grecia, la Revolución de los Claveles en Portugal, el derrocamiento de Makarios III en Chipre, la intentona para cambiar el rumbo democrático en la España de los 80 o la que orquestó Guennadi Yanáyev en la Unión Soviética contra Mijaíl Gorbachov y su programa reformista.  Desde entonces los golpes han evolucionado por otros caminos más sutiles. Los cuartelazos de militares armados, tanques apuntando a las instituciones gubernamentales, aviones bombardeándolas y piquetes policiales enfrentado a los descontentos, ya no abundan. Ahora se estilan “revoluciones” democratizadoras impulsadas por motivaciones de todo tipo: enfrentamientos generados por el ofrecimiento de asociaciones comerciales y territoriales, desafíos nacionalistas, el suicidio de un vendedor callejero agobiado por el expolio administrativo, la muerte de una joven que no llevaba el velo como disponen las normas religiosas en su país, la explosión social de una población abrumada por escases angustiosas donde a las malas políticas internas se suma la incidencia de restricciones económicas aplicadas de manera inmisericorde desde el exterior. Acciones que pueden derivar en asaltos de instituciones parlamentarias o de gobierno, algunas con la participación de civiles armados que usan sus armas de manera muy profesional. Todo con el añadido de recursos y reconocimientos, en respaldo de la instauración del orden justos de las cosas. Con la garantía del reconocimiento externo y la parcialidad abrumadora de una prensa que casi en bloque solo contará aquella parte del relato que resulte conveniente, el golpe quedará legitimado bajo el sello democrático. Una práctica que se ha repetido con matices en los más variados entornos, desde el Euromaidan ucraniano, las primaveras árabes o el derrocamiento de Milosevic en la antigua Yugoeslavia. Manual imprescindible al que no atendieron el Príncipe Heinrich XIII y sus seguidores complotados y que nunca estuvo en sus posibilidades ponerlo en práctica. 
Last edit: 21 Dec 2022 23:15 by Miguel Saludes.
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