Laboratorios biológicos entre enigmas y cuestionamientos
- Miguel Saludes
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Laboratorios biológicos entre enigmas y cuestionamientos
09 Jun 2022 22:56
Aún el mundo no ha salido de la pandemia desatada por el COVID-19 cuando las alarmas se encienden por otra rara enfermedad. La viruela del mono irrumpió bruscamente en las noticias el pasado mayo 11 cuando Reino Unido informaba del primer caso detectado. Un contagio que en apariencias se circunscribía al ámbito de lo fortuito, pues la persona infectada en cuestión había viajado a un país africano donde el mal se considera endémico. Pero no pasaron muchas horas para que se reportaran nuevos casos en polos distantes y sin relación alguna con el contaminado primario o con lugares originarios de la enfermedad. Al igual que pasó con el coronavirus, los reportes de esta viruela se reproducen en saltos inexplicados en una especie de cadena explosiva por diferentes puntos del planeta. Al de Inglaterra siguieron de manera abrupta España, Estados Unidos, Canadá y México. En contraste ningún reporte señala anormalidad de propagación que indique un carácter masivo en los sitios donde conviven los pobladores y la infección. Pese a que se siguen reportando nuevos contagios y se recomiendan medidas de seguridad que hacen temer la vuelta de los aciagos días de confinamientos y penurias todavía latentes, las voces autorizadas evitan hablar de epidemia, poniendo una nota tranquilizadora al respecto. Pero el brote, casi anunciado proféticamente en el 2021 por Bill Gates, quien parece se ha convertido en un experto en avizorar pandemias, lleva a una reflexión sobre asuntos relacionados al tema.
Casi al inicio de la intervención rusa en Ucrania, Moscú llevó a la ONU las denuncias sobre la existencia de una cantidad inusitada de laboratorios en el país invadido, señalando que en los mismos habían encontrado evidencias sobre experimentos con enfermedades producidas por virus. Una acusación refutada de manera ambigua por Occidente que dejó abierta muchas interrogantes en torno al conflicto desatado entre Rusia y Ucrania sobre un punto peligroso que merece atención equidistante de todo apasionamiento o posicionamiento. El asunto provocó arduos debates a ambos lados del Atlántico, pero ha quedado en relativo silenciamiento. Acusaciones que no debieron ser minimizadas y menos ignoradas pues se trataba del funcionamiento de al menos 25 instalaciones donde se “investigaban” patógenos como la viruela, la peste siberiana y el mismo coronavirus que ha causado la actual pandemia.
Para los que niegan esa versión, o pretenden echar la cortina del desmentido sobre la acusación, hay noticias que revelan por sí mismas coincidencias preocupantes sobre lo que se acusa. Ante la insistencia de la parte rusa pidiendo explicaciones por el supuesto uso militar de esas investigaciones bacteriológicas en programas que hurgaban padecimientos mortales, como ántrax, colera y la peste, la respuesta fue calificar de absurda de la imputación. Pero unas declaraciones de Victoria Nuland, subsecretaria para Asuntos Políticos del Departamento de Estado evidenciaban que los señalamientos no eran absurdos. Una nota de EFE publicada el 8 marzo afirmaba que Estados Unidos estaba trabajando con Ucrania para “impedir que los rusos tomen material biológico en instalaciones situadas en suelo ucraniano”. Fueron palabras de la señora Nuland, la misma que durante la administración Obama hizo titulares siendo portavoz del Departamento de Estado y responsable de la política exterior para asuntos europeos y euroasiáticos. Por aquellos días la funcionaria causó revuelo en el viejo continente con una frase que le puso sello de referencia: Que se joda Europa o Al carajo Europa, según la traducción del inglés para la que en español hay una gama mucho más rica en significados. La expresión se corresponde al contexto en el que se desempeñaba por aquellos días Nuland y otras personalidades, ocupadas en escoger al líder que ocuparía el asiento de gobierno en Kiev, tras la llamada Revolución del Maidán y que a la vista del tiempo aparece en su verdadera significación como un operativo golpista que dio inicio una saga de gobernantes corruptos que llega hasta hoy día con las funciones de Zelensky, actor controversial devenido en presidente no menos discutible.
Las denuncias y presuntas pruebas presentadas por Rusia ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fueron recibidas con tibieza por parte de la mayoría de los miembros. La respuesta entonces fue la que generalmente acostumbra ese alto organismo mundial que, si bien no respaldó las acusaciones, tampoco las calificó de falsas, limitándose a la condena generalizada del uso de armas químicas y bilógicas. Solo la representación de Gabón fue clara al expresar que esas acusaciones no deberían tomarse a la ligera. Brasil, si bien dejó entrever su oposición a que la denuncia hubiera sido presentada en el seno de la ONU apuntó que teniendo en cuenta la gravedad de esta, sus evidencias deberían ser investigadas por una autoridad independiente e imparcial para corroborar la solidez y veracidad de los hechos. El debate alcanzó el escenario del Congreso norteamericano escenificado en el rifirrafe entre el senador Mitt Romney y Tulsi Gabbard.
La exrepresentante Tulsi Gabbard quien se ha opuesto a que Estados Unidos se vea envuelto en conflictos extranjeros, incluido el de Ucrania, respondió a una declaración del senador Mitt Romney en la que este la acusaba de “mentiras traidoras” sobre sus alegaciones acerca de posibles laboratorios biológicos financiados por Estados Unidos en suelo ucraniano. “Tulsi Gabbard está repitiendo como un loro la falsa propaganda rusa”, dijo Romney en un posteo de Twitter. Dado que la posición oficial de que esos laboratorios no existen, los comentarios de Gabbard provocaron la reacción de Romney, que desde hace tiempo defiende una política exterior mucho más intervencionista. “No estoy convencida de que haya laboratorios de armas biológicas o armas biológicas en Ucrania, eso no es lo que me preocupa”, escribió Gabbard. “Me preocupa la existencia de los más de 25 laboratorios biológicos en esa zona de guerra”. La excongresista por Hawaii lanzó una seria advertencia sobre el reconocimiento implícito de la existencia de los laboratorios en Ucrania y el conocimiento que sobre ese asunto tenía Estados Unidos en virtud de las declaraciones de Nuland ante el Senador Marco Rubio. Para restar importancia a la llamada de atención hecha por Gabbard, el senador Romney utilizó argumentos que en esencia resultaron en el reconocimiento de facto al no desmentir la existencia de esas instalaciones. Mitt Romney defendió en sus argumentos contra Gabbard que en esos sitios se hacían investigaciones en provecho de la humanidad. Lo mismo que se decía del centro en Wuhan donde se atribuyó la salida del COVID 19.
Sin negar definitivamente la existencia de los laboratorios, Romney argumentó que estos responden a una necesaria presencia investigativa en la línea de dar una respuesta efectiva en caso de destarase una epidemia, sea por razones naturales o por actos terroristas. Una explicación que en definitiva no hace que la presencia de este tipo de laboratorios en sitios poco fiables y bajo el control de autoridades de dudosa escrupulosidad y transparencia, sea siquiera permitida. Una rigurosidad que implicaría incluso el control de aquellos que están en países con un nivel de responsabilidad reconocida. Y en este punto las advertencias de Bill Gates en torno a los peligros que supone para el mundo acciones bio terroristas no resultan del todo descabelladas ni conspirativas. Una amenaza que se extiende por igual al manejo responsable de estos lugares o los oscuros juegos de enfrentamientos geopolíticos de grandes potencias. El primero se puede ejemplificar en una noticia sin aparente relieve ocurrida en la India en el 2020 cuando un grupo de monos atacó al asistente de laboratorio en el Meerut Meical College en Uttar Pradesh y huyeron con varias muestras de sangre con COVID 19. Otro lo ofrece la periodista independiente búlgara Dilyana Gaytandzhieva en numerosos trabajos publicados donde expone sus artículos investigativos en Siria, Irak o Georgia. La activista de Arms Watch dejó testimoniado el arsenal descubierto en manos de efectivos de la organización Al Nusra, filial de Al Qaida designada como terrorista. Una cantidad significativa de ese equipamiento tenía como origen de partida su país natal, según demostró Gaytandzhieva
Por último, está la evidencia de la pandemia que ha devastado al mundo en estos últimos años y nos sigue afectando. Razones existen para levantar preocupaciones sobre el uso de investigaciones biológicas en detrimento de la seguridad planetaria. La suspicacia que muchas de estas despiertan, más allá de los factores involucrados y proyectos siniestros, no son del todo descartables. Algunos hechos lo hacen evidente. Un video ampliamente difundido desde que el COVID 19 se hizo presente dejó muchas incógnitas y material sustancioso para alimentar teorías conspirativas. Se trató del programa Leonardo de la televisión italiana (RAI 3) emitido en el 2015 donde se hablaba de manera objetiva y científica sobre experimentos realizados en laboratorio de China con colaboración internacional para investigar los efectos de un “coronavirus” de los murciélagos al ser transferido a ratones de laboratorio. La reacción causada en los roedores atacados por pulmonía aguda hizo que algunos de los participantes en el experimento, los norteamericanos en particular dejaran de financiarlo por temores sobre su peligrosidad. Aunque las voces “conspirativistas” tratando de vincular este episodio con la explosión de la pandemia han sido desmentidas en numerosos medios, la relación entre lo expuesto en el material del programa italiano y aparición del COVID 19, no deja de ser al menos preocupante en torno al peligroso manejo de estos asuntos. Sobre todo, si quedan vinculados en los terrenos movedizos de intereses y rejuegos políticos, y peor aún en escenarios de guerras.
Casi al inicio de la intervención rusa en Ucrania, Moscú llevó a la ONU las denuncias sobre la existencia de una cantidad inusitada de laboratorios en el país invadido, señalando que en los mismos habían encontrado evidencias sobre experimentos con enfermedades producidas por virus. Una acusación refutada de manera ambigua por Occidente que dejó abierta muchas interrogantes en torno al conflicto desatado entre Rusia y Ucrania sobre un punto peligroso que merece atención equidistante de todo apasionamiento o posicionamiento. El asunto provocó arduos debates a ambos lados del Atlántico, pero ha quedado en relativo silenciamiento. Acusaciones que no debieron ser minimizadas y menos ignoradas pues se trataba del funcionamiento de al menos 25 instalaciones donde se “investigaban” patógenos como la viruela, la peste siberiana y el mismo coronavirus que ha causado la actual pandemia.
Para los que niegan esa versión, o pretenden echar la cortina del desmentido sobre la acusación, hay noticias que revelan por sí mismas coincidencias preocupantes sobre lo que se acusa. Ante la insistencia de la parte rusa pidiendo explicaciones por el supuesto uso militar de esas investigaciones bacteriológicas en programas que hurgaban padecimientos mortales, como ántrax, colera y la peste, la respuesta fue calificar de absurda de la imputación. Pero unas declaraciones de Victoria Nuland, subsecretaria para Asuntos Políticos del Departamento de Estado evidenciaban que los señalamientos no eran absurdos. Una nota de EFE publicada el 8 marzo afirmaba que Estados Unidos estaba trabajando con Ucrania para “impedir que los rusos tomen material biológico en instalaciones situadas en suelo ucraniano”. Fueron palabras de la señora Nuland, la misma que durante la administración Obama hizo titulares siendo portavoz del Departamento de Estado y responsable de la política exterior para asuntos europeos y euroasiáticos. Por aquellos días la funcionaria causó revuelo en el viejo continente con una frase que le puso sello de referencia: Que se joda Europa o Al carajo Europa, según la traducción del inglés para la que en español hay una gama mucho más rica en significados. La expresión se corresponde al contexto en el que se desempeñaba por aquellos días Nuland y otras personalidades, ocupadas en escoger al líder que ocuparía el asiento de gobierno en Kiev, tras la llamada Revolución del Maidán y que a la vista del tiempo aparece en su verdadera significación como un operativo golpista que dio inicio una saga de gobernantes corruptos que llega hasta hoy día con las funciones de Zelensky, actor controversial devenido en presidente no menos discutible.
Las denuncias y presuntas pruebas presentadas por Rusia ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fueron recibidas con tibieza por parte de la mayoría de los miembros. La respuesta entonces fue la que generalmente acostumbra ese alto organismo mundial que, si bien no respaldó las acusaciones, tampoco las calificó de falsas, limitándose a la condena generalizada del uso de armas químicas y bilógicas. Solo la representación de Gabón fue clara al expresar que esas acusaciones no deberían tomarse a la ligera. Brasil, si bien dejó entrever su oposición a que la denuncia hubiera sido presentada en el seno de la ONU apuntó que teniendo en cuenta la gravedad de esta, sus evidencias deberían ser investigadas por una autoridad independiente e imparcial para corroborar la solidez y veracidad de los hechos. El debate alcanzó el escenario del Congreso norteamericano escenificado en el rifirrafe entre el senador Mitt Romney y Tulsi Gabbard.
La exrepresentante Tulsi Gabbard quien se ha opuesto a que Estados Unidos se vea envuelto en conflictos extranjeros, incluido el de Ucrania, respondió a una declaración del senador Mitt Romney en la que este la acusaba de “mentiras traidoras” sobre sus alegaciones acerca de posibles laboratorios biológicos financiados por Estados Unidos en suelo ucraniano. “Tulsi Gabbard está repitiendo como un loro la falsa propaganda rusa”, dijo Romney en un posteo de Twitter. Dado que la posición oficial de que esos laboratorios no existen, los comentarios de Gabbard provocaron la reacción de Romney, que desde hace tiempo defiende una política exterior mucho más intervencionista. “No estoy convencida de que haya laboratorios de armas biológicas o armas biológicas en Ucrania, eso no es lo que me preocupa”, escribió Gabbard. “Me preocupa la existencia de los más de 25 laboratorios biológicos en esa zona de guerra”. La excongresista por Hawaii lanzó una seria advertencia sobre el reconocimiento implícito de la existencia de los laboratorios en Ucrania y el conocimiento que sobre ese asunto tenía Estados Unidos en virtud de las declaraciones de Nuland ante el Senador Marco Rubio. Para restar importancia a la llamada de atención hecha por Gabbard, el senador Romney utilizó argumentos que en esencia resultaron en el reconocimiento de facto al no desmentir la existencia de esas instalaciones. Mitt Romney defendió en sus argumentos contra Gabbard que en esos sitios se hacían investigaciones en provecho de la humanidad. Lo mismo que se decía del centro en Wuhan donde se atribuyó la salida del COVID 19.
Sin negar definitivamente la existencia de los laboratorios, Romney argumentó que estos responden a una necesaria presencia investigativa en la línea de dar una respuesta efectiva en caso de destarase una epidemia, sea por razones naturales o por actos terroristas. Una explicación que en definitiva no hace que la presencia de este tipo de laboratorios en sitios poco fiables y bajo el control de autoridades de dudosa escrupulosidad y transparencia, sea siquiera permitida. Una rigurosidad que implicaría incluso el control de aquellos que están en países con un nivel de responsabilidad reconocida. Y en este punto las advertencias de Bill Gates en torno a los peligros que supone para el mundo acciones bio terroristas no resultan del todo descabelladas ni conspirativas. Una amenaza que se extiende por igual al manejo responsable de estos lugares o los oscuros juegos de enfrentamientos geopolíticos de grandes potencias. El primero se puede ejemplificar en una noticia sin aparente relieve ocurrida en la India en el 2020 cuando un grupo de monos atacó al asistente de laboratorio en el Meerut Meical College en Uttar Pradesh y huyeron con varias muestras de sangre con COVID 19. Otro lo ofrece la periodista independiente búlgara Dilyana Gaytandzhieva en numerosos trabajos publicados donde expone sus artículos investigativos en Siria, Irak o Georgia. La activista de Arms Watch dejó testimoniado el arsenal descubierto en manos de efectivos de la organización Al Nusra, filial de Al Qaida designada como terrorista. Una cantidad significativa de ese equipamiento tenía como origen de partida su país natal, según demostró Gaytandzhieva
Por último, está la evidencia de la pandemia que ha devastado al mundo en estos últimos años y nos sigue afectando. Razones existen para levantar preocupaciones sobre el uso de investigaciones biológicas en detrimento de la seguridad planetaria. La suspicacia que muchas de estas despiertan, más allá de los factores involucrados y proyectos siniestros, no son del todo descartables. Algunos hechos lo hacen evidente. Un video ampliamente difundido desde que el COVID 19 se hizo presente dejó muchas incógnitas y material sustancioso para alimentar teorías conspirativas. Se trató del programa Leonardo de la televisión italiana (RAI 3) emitido en el 2015 donde se hablaba de manera objetiva y científica sobre experimentos realizados en laboratorio de China con colaboración internacional para investigar los efectos de un “coronavirus” de los murciélagos al ser transferido a ratones de laboratorio. La reacción causada en los roedores atacados por pulmonía aguda hizo que algunos de los participantes en el experimento, los norteamericanos en particular dejaran de financiarlo por temores sobre su peligrosidad. Aunque las voces “conspirativistas” tratando de vincular este episodio con la explosión de la pandemia han sido desmentidas en numerosos medios, la relación entre lo expuesto en el material del programa italiano y aparición del COVID 19, no deja de ser al menos preocupante en torno al peligroso manejo de estos asuntos. Sobre todo, si quedan vinculados en los terrenos movedizos de intereses y rejuegos políticos, y peor aún en escenarios de guerras.
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