Razones para ponderar el discurso de Greta Thumberg
- Miguel Saludes
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Razones para ponderar el discurso de Greta Thumberg
22 Oct 2019 22:51
La lucha contra el cambio climático y el calentamiento global ha encontrado al mejor de sus paladines en la voz y el rostro de Greta Thunberg, una figura que se convierte en emblema no solo por la pasión con que defiende su ideal. La ayudan su corta edad, la vehemencia de su discurso y una discapacidad que para otros hubiera significado una seria limitante. La “jovencita desinformada” a quien aludiera recientemente el presidente ruso Vladimir Putin, ha logrado llevar la temática ambientalista a personas de cualquier condición y edad, en particular a los de su misma generación.
La figura de Greta levanta opiniones encontradas. Para unos es una inexperta fanatizada por el tema del medio ambiente, que está siendo manejada con mucha efectividad por organizaciones enfocadas en esa temática. Para lograr un mayor efectismos son estas las que le preparan discursos y agenda a la jovencita sueca. Para otros la muchacha se ha convertido en el paradigma de la conciencia mundial, protagonizada por las nuevas generaciones, que se erige en la defensa medioambiental y el futuro de la humanidad. Las discusiones sobre esta situación toman incluso el ambiente familiar, dividido entre quienes comprenden la situación que abandera Greta y sus millones de seguidores, y los que apuntan a una manipulación compulsiva de intereses ocultos detrás de la persona que se levanta como conciencia de los peligros del calentamiento global y la responsabilidad de gobiernos e instituciones internacionales para frenar el desastre.
Aunque algunos traten de minimizar su impronta atendiendo a razones manipulativas de terceros, intereses poco claros de instituciones y cálculos del medio familiar que rodea a Thumberg, lo cierto es que su acción y palabras ha encontrado la respuesta, positiva o negativa da igual, de medios y personalidades del mundo político. Para mayor referencia las palabras burlonas de Trump o las reflexivas de Putin acerca del fenómeno, aunque para nada irrespetuosas las de ambos, en particular las del mandatario ruso.
Con razones o no, ciertamente el discurso impecable de Greta hace ver que tras ella funciona una bien engrasada maquinaria que ha logrado poner a la activista en un estrado envidiable para muchos oradores, y que augura una lucha por grandes premios, entre ellos el Nobel de la Paz del que ya entró a formar parte entre las propuestas a su candidatura. Pero que la muchacha tiene empeño y ardor resulta indudable, así como la verdad de la causa que la anima, lo que hace loable su acción. Todo a pesar de los hilos que puedan estar tras el escenario buscando sacar el mejor partido de su activismo.
No faltan las comparaciones de esta aparición en escena con anteriores. Se recuerdan las de otros niños y adolescentes que se han erigido en baluartes contra las guerras, el abuso infantil, la trata de personas o el derecho a la educación, entre otras. Pero en esta ocasión el choque de intereses y la realidad evidente de que las cosas andan mal con el clima, ayudan a levantar una ola de criterios encontrados que va desde el aplauso incontenido a la burla, las duras referencias y los que pretenden negar el mérito del activismo, asumiendo que no hay nada de espontaneo en su hechura. Lo cual de por si denota el grado de interés levantado por la improvisada “abogada” de apenas 16 años.
Teniendo en cuenta que este escenario de tribunas animadas por voces juveniles, incluso casi infantiles, no siempre ha tenido las mejores ideas e intenciones, en el caso de Greta me decanto por la muchacha. Sobre todo cuando a ella se le contrapone el discurso de un adulto como Jair Bolsonaro, quien en plena jornada inaugural del recién finalizado plenario de la ONU defendió una soberanía nacional sobre el Amazonas que transita entre el egoísmo y la irracionalidad, llegando a negar incluso la importancia de esa región para la pervivencia de la humanidad y el patrimonio que le pertenece ejercer a esta sobre su cuidado en virtud de su valor irreemplazable.
Y mientras el señor Bolsonaro se burla de los indígenas de su país, de los que alguna vez refirió deberían haber sido extinguidos según recogen crónicas de sus discursos de campaña electoral, o a veces se convierte en un supuesto vocero de los deseos indígenas por salir de su mundo natural a la civilización de consumo que él representa, afloran las verdaderas motivaciones de su postura en defensa de que se exploten las tierras que contienen abundantes yacimientos de oro, diamantes y uranio en detrimento de las selvas que las cubren. El contraste entre su discurso y el Greta resulta obvio. De nada vale apelar a la inexperiencia de la joven y su padecimiento, o argumentar que el libreto que ella asume es una armazón de los “capitalistas verdes”, como afirma la eurodiputada Isabelle Attard.
Precisamente escribo esta reflexión el día en que se cumple el aniversario 150 de la entrada de José Martí a un oprobioso presidio político. Con la misma edad de Greta el joven cubano pagaba un alto precio por la brillantez de unas ideas que ya desde aquel 21 de octubre de 1869 lo convertirían en la mayor referencia libertaria, democrática y humanista de Cuba y de América. No habían entonces instituciones patrocinadoras, ni `pujanza de redes sociales capaces de manipular aquella grandeza natural que llevaba Martí en su alma.
Por ahora Greta Thumberg continúa su camino ascendente de un activismo necesario, respaldada por mucha gente de buena fe y otras que buscan sacar rédito de su persona. De hecho ya cuenta con la competencia de abuelos que luchan por una solución a la amenaza del clima. Se trata del movimiento inglés Rebelión contra la extinción (XR), integrado por veteranos activistas de entre 70 y 90 años. Con ellos y millones de seguidores bien pudiera aplicar la joven sueca aquella estrofa de una conocida canción de Alberto Cortez: “Úsame, utilízame; puedes hacer lo que quieras; si quieres hazme bandera o barquito de papel”. Púes amen de conjeturas conspirativas lo que importa en este caso es el derrotero benéfico de esa misión y el objetivo a lograr, esperando que quien lleva el mensaje se mantenga fiel al mismo, sin dejarse desviar por las incertidumbres del tiempo y la corrosiva influencia de intereses espurios.
La figura de Greta levanta opiniones encontradas. Para unos es una inexperta fanatizada por el tema del medio ambiente, que está siendo manejada con mucha efectividad por organizaciones enfocadas en esa temática. Para lograr un mayor efectismos son estas las que le preparan discursos y agenda a la jovencita sueca. Para otros la muchacha se ha convertido en el paradigma de la conciencia mundial, protagonizada por las nuevas generaciones, que se erige en la defensa medioambiental y el futuro de la humanidad. Las discusiones sobre esta situación toman incluso el ambiente familiar, dividido entre quienes comprenden la situación que abandera Greta y sus millones de seguidores, y los que apuntan a una manipulación compulsiva de intereses ocultos detrás de la persona que se levanta como conciencia de los peligros del calentamiento global y la responsabilidad de gobiernos e instituciones internacionales para frenar el desastre.
Aunque algunos traten de minimizar su impronta atendiendo a razones manipulativas de terceros, intereses poco claros de instituciones y cálculos del medio familiar que rodea a Thumberg, lo cierto es que su acción y palabras ha encontrado la respuesta, positiva o negativa da igual, de medios y personalidades del mundo político. Para mayor referencia las palabras burlonas de Trump o las reflexivas de Putin acerca del fenómeno, aunque para nada irrespetuosas las de ambos, en particular las del mandatario ruso.
Con razones o no, ciertamente el discurso impecable de Greta hace ver que tras ella funciona una bien engrasada maquinaria que ha logrado poner a la activista en un estrado envidiable para muchos oradores, y que augura una lucha por grandes premios, entre ellos el Nobel de la Paz del que ya entró a formar parte entre las propuestas a su candidatura. Pero que la muchacha tiene empeño y ardor resulta indudable, así como la verdad de la causa que la anima, lo que hace loable su acción. Todo a pesar de los hilos que puedan estar tras el escenario buscando sacar el mejor partido de su activismo.
No faltan las comparaciones de esta aparición en escena con anteriores. Se recuerdan las de otros niños y adolescentes que se han erigido en baluartes contra las guerras, el abuso infantil, la trata de personas o el derecho a la educación, entre otras. Pero en esta ocasión el choque de intereses y la realidad evidente de que las cosas andan mal con el clima, ayudan a levantar una ola de criterios encontrados que va desde el aplauso incontenido a la burla, las duras referencias y los que pretenden negar el mérito del activismo, asumiendo que no hay nada de espontaneo en su hechura. Lo cual de por si denota el grado de interés levantado por la improvisada “abogada” de apenas 16 años.
Teniendo en cuenta que este escenario de tribunas animadas por voces juveniles, incluso casi infantiles, no siempre ha tenido las mejores ideas e intenciones, en el caso de Greta me decanto por la muchacha. Sobre todo cuando a ella se le contrapone el discurso de un adulto como Jair Bolsonaro, quien en plena jornada inaugural del recién finalizado plenario de la ONU defendió una soberanía nacional sobre el Amazonas que transita entre el egoísmo y la irracionalidad, llegando a negar incluso la importancia de esa región para la pervivencia de la humanidad y el patrimonio que le pertenece ejercer a esta sobre su cuidado en virtud de su valor irreemplazable.
Y mientras el señor Bolsonaro se burla de los indígenas de su país, de los que alguna vez refirió deberían haber sido extinguidos según recogen crónicas de sus discursos de campaña electoral, o a veces se convierte en un supuesto vocero de los deseos indígenas por salir de su mundo natural a la civilización de consumo que él representa, afloran las verdaderas motivaciones de su postura en defensa de que se exploten las tierras que contienen abundantes yacimientos de oro, diamantes y uranio en detrimento de las selvas que las cubren. El contraste entre su discurso y el Greta resulta obvio. De nada vale apelar a la inexperiencia de la joven y su padecimiento, o argumentar que el libreto que ella asume es una armazón de los “capitalistas verdes”, como afirma la eurodiputada Isabelle Attard.
Precisamente escribo esta reflexión el día en que se cumple el aniversario 150 de la entrada de José Martí a un oprobioso presidio político. Con la misma edad de Greta el joven cubano pagaba un alto precio por la brillantez de unas ideas que ya desde aquel 21 de octubre de 1869 lo convertirían en la mayor referencia libertaria, democrática y humanista de Cuba y de América. No habían entonces instituciones patrocinadoras, ni `pujanza de redes sociales capaces de manipular aquella grandeza natural que llevaba Martí en su alma.
Por ahora Greta Thumberg continúa su camino ascendente de un activismo necesario, respaldada por mucha gente de buena fe y otras que buscan sacar rédito de su persona. De hecho ya cuenta con la competencia de abuelos que luchan por una solución a la amenaza del clima. Se trata del movimiento inglés Rebelión contra la extinción (XR), integrado por veteranos activistas de entre 70 y 90 años. Con ellos y millones de seguidores bien pudiera aplicar la joven sueca aquella estrofa de una conocida canción de Alberto Cortez: “Úsame, utilízame; puedes hacer lo que quieras; si quieres hazme bandera o barquito de papel”. Púes amen de conjeturas conspirativas lo que importa en este caso es el derrotero benéfico de esa misión y el objetivo a lograr, esperando que quien lleva el mensaje se mantenga fiel al mismo, sin dejarse desviar por las incertidumbres del tiempo y la corrosiva influencia de intereses espurios.
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