Un elefante en la Oficina Oval
- Vicente Echerri
-
Topic Author
- Offline
- Junior Member
-
- Posts: 21
- Thanks: 3
Un elefante en la Oficina Oval
04 Feb 2017 16:44
Si algún adjetivo puede definir la presidencia de Donald Trump, apenas dos semanas después de su toma de posesión, es el de escandalosa. No bien llegaba a la Casa Blanca cuando en docenas de ciudades de Estados Unidos y de todo el mundo se llenaban las calles para protestar o para afirmar derechos que fervorosos activistas suponían en peligro. Días después, el decreto presidencial para prohibir temporalmente el ingreso de nacionales de siete países de mayoría musulmana provocaba otra ola de protestas y las reacciones adversas de líderes religiosos, cívicos y políticos. En sólo unos días, el presidente de México cancelaba su visita a Estados Unidos, el presidente del Consejo Europeo consideraba a su homónimo (se llama Donald Tusk) un “peligro para Europa” y la primera conversación entre Trump y el primer ministro de Australia fue, cuando menos, subida de tono. Si los republicanos ansiaban que el elefante, símbolo de su partido, volviera a la mansión ejecutiva, ya lo tienen instalado allí de cuerpo entero y propinando trompazos a diestra y siniestra.
Son muchos —en la prensa, en los parlamentos y en la calle— los que manifiestan su preocupación y alarma frente a la conducta arrogante y pugnaz del nuevo mandatario, a mí me basta con avergonzarme. No creo que Trump esté haciendo en esencia algo distinto de lo que han hecho sus antecesores, ni que pueda o quiera vulnerar el régimen democrático ni se proponga implantar una dictadura fascista, como ya andan diciendo algunos delirantes. Acaso la mayoría de las cosas que ha hecho en estos días o se dispone a hacer se enmarcan dentro de un programa político conservador; lo lamentable es la manera que ha tenido de hacerlas, el estilo del Presidente es una vergüenza.
Repasemos algunos de sus decretos que han provocado las más enconadas respuestas:
El muro en la frontera con México es un proyecto viejo, de la época de Clinton, y de hecho hay grandes tramos de muro que ya existen. Nadie puede negarle a Estados Unidos el derecho a vallar sus límites para que no entren inmigrantes ilegales, los cuales, sujetos a explotación laboral, es cierto que compiten ventajosamente con la mano de obra nativa; pero irrita a los mexicanos, con razón, la insistencia del Presidente en que ellos deben pagar por la construcción del muro, lo cual, por el tono de decirlo, tiene el carácter de un insulto.
Pasa lo mismo con la deportación masiva de ilegales. Sin alarde alguno, durante la presidencia de Obama se enviaron a sus países de origen bastante más de dos millones de indocumentados, y acaso esto es lo que el nuevo gobierno debe seguir haciendo. La sociedad constituida tiene todo el derecho a decidir el número y la calidad de sus inmigrantes, así como el modo en que ingresan al país, y de perseguir de oficio a los que violan esas normas; pero el anuncio aparatoso de tales medidas, con el único objeto de resaltar que se es fiel a una promesa electoral, es de una penosa torpeza.
La prohibición indiscriminada de ingreso a individuos de un determinado grupo de países es ridícula además de cruel, una bravuconada sin más efecto que la reacción adversa que ha provocado. Una orden interna al Departamento de Seguridad Nacional para extremar la criba de posibles inmigrantes procedentes de todos los países musulmanes (no sólo de un puñado) habría sido más eficaz y habría pasado sin escándalo.
El presidente Trump no se propone socavar la democracia, así como no abandonará los compromisos internacionales de Estados Unidos (de lo cual ya ha empezado a dar garantías), pero tiene un estilo desastroso de presentar un programa que, por otra parte, tiene muchos aspectos positivos. Como carece, al parecer, de sentido autocrítico, él solo se las arreglará para arruinar, o al menos entorpecer, su propia hoja de ruta.
©Echerri 2017
Son muchos —en la prensa, en los parlamentos y en la calle— los que manifiestan su preocupación y alarma frente a la conducta arrogante y pugnaz del nuevo mandatario, a mí me basta con avergonzarme. No creo que Trump esté haciendo en esencia algo distinto de lo que han hecho sus antecesores, ni que pueda o quiera vulnerar el régimen democrático ni se proponga implantar una dictadura fascista, como ya andan diciendo algunos delirantes. Acaso la mayoría de las cosas que ha hecho en estos días o se dispone a hacer se enmarcan dentro de un programa político conservador; lo lamentable es la manera que ha tenido de hacerlas, el estilo del Presidente es una vergüenza.
Repasemos algunos de sus decretos que han provocado las más enconadas respuestas:
El muro en la frontera con México es un proyecto viejo, de la época de Clinton, y de hecho hay grandes tramos de muro que ya existen. Nadie puede negarle a Estados Unidos el derecho a vallar sus límites para que no entren inmigrantes ilegales, los cuales, sujetos a explotación laboral, es cierto que compiten ventajosamente con la mano de obra nativa; pero irrita a los mexicanos, con razón, la insistencia del Presidente en que ellos deben pagar por la construcción del muro, lo cual, por el tono de decirlo, tiene el carácter de un insulto.
Pasa lo mismo con la deportación masiva de ilegales. Sin alarde alguno, durante la presidencia de Obama se enviaron a sus países de origen bastante más de dos millones de indocumentados, y acaso esto es lo que el nuevo gobierno debe seguir haciendo. La sociedad constituida tiene todo el derecho a decidir el número y la calidad de sus inmigrantes, así como el modo en que ingresan al país, y de perseguir de oficio a los que violan esas normas; pero el anuncio aparatoso de tales medidas, con el único objeto de resaltar que se es fiel a una promesa electoral, es de una penosa torpeza.
La prohibición indiscriminada de ingreso a individuos de un determinado grupo de países es ridícula además de cruel, una bravuconada sin más efecto que la reacción adversa que ha provocado. Una orden interna al Departamento de Seguridad Nacional para extremar la criba de posibles inmigrantes procedentes de todos los países musulmanes (no sólo de un puñado) habría sido más eficaz y habría pasado sin escándalo.
El presidente Trump no se propone socavar la democracia, así como no abandonará los compromisos internacionales de Estados Unidos (de lo cual ya ha empezado a dar garantías), pero tiene un estilo desastroso de presentar un programa que, por otra parte, tiene muchos aspectos positivos. Como carece, al parecer, de sentido autocrítico, él solo se las arreglará para arruinar, o al menos entorpecer, su propia hoja de ruta.
©Echerri 2017
Reply to Vicente Echerri
Moderators: Miguel Saludes, Abelardo Pérez García, Oílda del Castillo, Ricardo Puerta, Antonio Llaca, Efraín Infante, Pedro S. Campos, Héctor Caraballo
Time to create page: 0.381 seconds