Introducción
Recientemente Martin Wolf, el preeminente comentarista económico del Financial Times y respetado analista de centro, pro-mercado y pro-globalización, presentó su ambicioso y abarcador libro The Shifts and the Shocks: What We´ve to Learned -and Have Still to Learn- from the Financial Crisis. Las presentaciones las realizó en el Petersen Institute de Washingtony en el programa de televisión de Charlie Rose; ambos están el la web.
Uno de los planteamientos novedosos de Wolf es explicar por qué la ausencia de una recuperación robusta y balanceada de la economía global y explorar sus determinantes. Otro elemento distintivo es que considera la recesión-crisis global algo más que una crisis financiera y sus secuelas, que fue generada por erradas políticas económicas y financieras, lo que es fundamental para entender las dificultades de lograr una recuperación económica y un sistema financiero robustos. Los principales argumentos empleados en el libro, que le tomó a Wolf unos 3 años en producir, son similares a los que ha utilizado en sus últimas columnas del Financial Times.
Wolf analiza con un enfoque integral los cambios ("los shifts") que han ocurrido y las consecuencias ("los shocks") que están incurriendo en la economía y las finanzas globales debido a la gran recesión/crisis financiera del trienio 2007-2009 y la posterior pobre recuperación. Pone particular énfasis en los problemas que afectan a la zona euro –-un 13% del PIB mundial en 2013-- que considera peores a los de Japón durante la década perdida, y son generados mayormente por el diseño deficiente de la unión, así como por las erradas e inflexibles políticas económicas y financieras alemanas. Considera la situación de la zona euro similar a la de un mal matrimonio en el que el divorcio es muy costoso, por lo que siguen conviviendo juntos por conveniencia, pero sin reparar la situación subyacente.
Wolf presenta recomendaciones concretas para superar los problemas existentes de la baja y lenta recuperación económica a nivel global --la nueva mediocridad como la califica Christine Lagarde, la directora del FMI-- y la fragilidad del sistema financiero, el cual todavía continúa muy apalancado, vulnerable y riesgoso para evitar una nueva crisis. Algunas de sus recomendaciones son convencionales, similares y apoyadas por otros economistas y por el FMI, pero otras son realmente diferentes, provocadoras y controversiales, que parecen alternativas para el caso en que las propuestas convencionales no se adopten y ocurra una nueva crisis; considera que quien no aprende de la historia está condenando a repetirla. En sus presentaciones Wolf se concentró en comentar las recomendaciones convencionales.
Wolf respalda la actuación de las autoridades públicas en el trienio 2007-2009 para evitar que la gran recesión/crisis financiera desencadenara en una depresión similar a la de los años 1930s y para salir de ella. Sin embargo, es muy escéptico y crítico de lo que las autoridades públicas han hecho (y particularmente lo que han dejado de hacer) entre los años 2010 y 2014 para intentar una recuperación y un sistema financiero robustos. En concreto, considera que las políticas macroeconómicas han sido insuficientes para alentar la demanda necesaria y que las políticas financieras han preservado un sistema esencialmente frágil.
La situación actual (las consecuencias)
Cinco años después de la recesión, la economía mundial está entrampada en una recuperación débil y lenta y en un curso insostenible por la demanda débil y donde el gasto privado ha ganado alguna fortaleza –-como en los EEUU-- esto se debe a un aumento de la deuda. En 2013 el PIB de Francia, Italia, Japón y el Reino Unido era inferior a antes de la crisis. EEUU está recuperándose, pero con un bajo y lento crecimiento en comparación con las recuperaciones de recesiones anteriores, Japón sigue semiparalizado. La crisis de la zona del euro continúa sin solución por las debilidades institucionales estructurales de la zona, los diferentes problemas que confrontan sus principales cuatro economías (Alemania, Francia, Italia y España) y por los efectos de la crisis de Ucrania. China crece menos por el cambio del modelo exportador a uno de expansión del consumo interno. Las economías emergentes y en desarrollo, en particular América latina, están atravesando una etapa de menor crecimiento con el problema de que pospusieron necesarias reformas estructurales durante los a;os de bonanza y de deuda, tanto pública como privada, acentuados por la depreciación de sus monedas asociadas al fortalecimiento del dólar y a las expectativas que aumenten las tasas de interés en EEUU.
La mediana de los ingresos de EEUU y el Reino Unido ajustada por la inflación, sigue siendo inferior al nivel anterior a la crisis. Hay una tasa media de desempleo del 12% en Europa y el desempleo juvenil es de más del 40% en tres de los países más afectados, España, Grecia e Italia, lo que afecta la credibilidad y el prestigio de sus dirigentes y el tejido social que une a las democracias. Para el Atlántico Norte en su conjunto, hay una brecha acumulada de millones de millones de dólares entre lo que la producción sería de haber continuado la tendencia histórica previa a la crisis y la producción real. Wolf argumenta que, además de tener consecuencias a largo plazo, estos resultados no eran inevitables, que se deben a las erróneas políticas económicas y financieras adoptadas.
Las causas (los cambios)
Wolf señala que la gran recesión/crisis financiera se originó por los cambios liberalizadores que se hicieron a la economía y las finanzas globales a fines de los años 1990 y a comienzos de la primera década del siglo XXI. Estos cambios provocaron una significativa acumulación de ahorro y reservas internacionales (los desbalances globales) en países como China, Alemania, los países exportadores de petróleo y los países asiáticos afectados por la crisis financiera de 1997-1998. Ese conjunto de países ahorraron mucho más de lo que invirtieron haciendo caer las tasas de interés global, lo que incentivó el origen y desarrollo de nuevos y sofisticados instrumentos financieros en las economías avanzadas. Estas innovaciones y el aumento de la movilidad del capital transformaron el excedente de ahorros en grandes flujos de capital que se desplazaron libremente por todo el mundo. Como consecuencia el crédito aumentó exageradamente y con ello el valor de las propiedades inmuebles, acciones, bonos y otros instrumentos bursátiles. El resultado de estos cambios fue el desarrollo de un sistema financiero global bastante frágil que transformó perversamente la abundancia de ahorros en una gigantesca burbuja crediticia para financiar el consumo y los bienes raíces. La inevitable explosión de la burbuja empeoró aún más la situación en todas partes, particularmente en la eurozona. La acumulación del ahorro aumentó, ya que los agentes económicos (los hogares, las empresas y los gobiernos) redujeron marcadamente sus gastos para des-apalancarse y reducir el nivel de la deuda y con ello redujeron el nivel de la demanda.
El significativo traslado de recursos financieros de las economías en rápida expansión y buenas oportunidades de inversión a economías con menor expansión y menores oportunidades de inversión, fue una experiencia contraria a la (primera) globalización de principios del siglo XX; una economía global que fue más balanceada, en la cual los recursos fluían de las economías avanzadas con menores oportunidades de inversión a las emergentes y en desarrollo con mejores oportunidades de inversión. El aumento del ahorro coincidió con la complacencia financiera existente por la llamada gran moderación que generó la situación que Hyman Minsky señaló como estabilidad que desestabiliza y afectó adversamente el funcionamiento del sistema financiero: los banqueros dieron por descontada la estabilidad del sistema y tomaron mayores riesgos y los reguladores no lo impidieron. Estaban apresados por la teoría del libre mercado de que los mercados corregirían los errores espontáneamente. Antes que la crisis estallara las instituciones financieras estaban cada vez más apalancadas pero reportaban que el riesgo de sus carteras estaba disminuyendo, lo que también revela un gran fallo de la regulación y supervisión financieras y de las agencias calificadoras. La caída en las tasas de interés provocó la subida de los precios de la vivienda y de las acciones. La población se sintió más rica y lo era en papel. Entre 1982 y 2008, sólo hubo dos leves recesiones, que duraron 16 meses e interrumpieron brevemente la bonanza.
Wolf recalca que después de la inflación de los años 1960s y 1970s hubo un replanteamiento de la sabiduría económica convencional y de las políticas macroeconómicas y financieras, con las que él se identificó, que no ha ocurrido después de la crisis del trienio 2007-2009. Pone énfasis en que la recuperación después de la crisis ha sido insignificante porque los políticos especialmente los europeos no entendieron cómo superar la crisis, ni el hecho económico básico que los mayores déficits fiscales son la contrapartida natural a la falta de inversión privada. Así optaron por medidas de austeridad fiscal y mayormente descuidaron la adecuada reestructuración de las deudas que eran impagables. A la par, las causas subyacentes de la reducción de la demanda tomaron mayor importancia aún; entre otras, el rápido crecimiento de la desigualdad en el ingreso por la forma que la crisis financiera se ha atendido. Unos pocos se han hecho extraordinariamente ricos y la inmensa mayoría se ha estancado o ha caído en la pobreza, lo que tiende a debilitar el consumo y la demanda global. Por ello, los países avanzados han sufrido un periodo de varios años de bajo crecimiento y ha contribuido a desestabilizar el sistema financiero y a que los grandes bancos comerciales constituyan potenciales bombas de tiempo; los bancos con insuficiente capital cuando colapsan, crean una verdadera catástrofe. Esto ocurrió en el trienio 2007-2009 y podría volver a ocurrir en un futuro próximo.
Entre las causas de la pobre recuperación destaca los errores de política e institucionales sin cambios en la ortodoxia económica y financiera con bajas metas de inflación en la política monetaria; de mantener una laxa regulación financiera; no ha habido una restructuración de la deuda y todavía se premia endeudarse impositiva y contractualmente; tampoco ha ocurrido un cambio de política fiscal (por ejemplo para aumentar la infraestructura).
Las políticas monetarias agresivas han sido efectivas para controlar la deflación, pero han sido insuficientes para producir una robusta recuperación, lo que refleja una caída prolongada de la demanda agregada a la que los responsables políticos no han logrado elaborar una respuesta adecuada. Descartan la hipótesis del estancamiento secular o de una débil propensión a invertir, o sea de la debilidad de la demanda subyacente que ya se había creado en los países de altos ingresos a principios del siglo XXI, pero que fue ocultada por una extraordinaria relajación de la política crediticia para sustituir la falta de demanda por las burbujas de crédito y que compensó la falta de demanda con el sobreendeudamiento, principalmente en el sector privado.
Las recomendaciones
En resumen, las economías avanzadas están entrampadas en una demanda deficiente y las economías emergentes y en desarrollo están afectadas por un menor crecimiento. El debate existente enfrenta a los que abogan por un estímulo fiscal (es decir, más deuda) para fortalecer la demanda contra los que lo temen y rechazan una mayor deuda. Una disputa similar envuelve a las políticas de las metas y niveles de inflación para los bancos centrales.
Wolf considera que en macroeconomía se ha sido muy conservador en el uso de una política fiscal de austeridad cuando hay importantes deficiencias de infraestructura en un momento de insuficiente demanda, al mantener las metas de inflación con niveles muy bajos de inflación (2% anual), no reestructurar las deudas y no corregir los efectos adversos de las políticas monetarias expansivas en la distribución del ingreso. En el sector financiero las empresas financieras no se han regulado apropiadamente por lo que mantienen bajos niveles de capitalización y un elevado nivel de apalancamiento y de riesgo sistémico, hay una mayor concentración en las grandes empresas que son cada vez mayores e interconectadas para que puedan quebrar; tampoco se les ha presionado a refinanciar las deudas difíciles de pagar.
El diagnóstico que realizó Wolf lo lleva a proponer medidas macroeconómicas, así como reformas financieras para hacer una recuperación económica global más robusta. Entre las medidas convencionales que recomienda está requerir que los bancos comerciales tengan un mayor nivel de capitalización para reducir el nivel de apalancamiento y el riesgo sistémico que determinan. Considera que las autoridades de las economías avanzadas han adoptado erradamente políticas de austeridad fiscal y que se requiere una política fiscal expansionista para expandir la infraestructura y aumentar la demanda. Asimismo, sugiere la creación de un seguro que permita a las economías emergentes y en desarrollo, el principal motor del crecimiento actual, importar capital de forma segura y sustentable y así asegurarles que evitarán una súbita paralización de los flujos para impedir así una crisis similar a la asiática de 1997-1998.
En un mundo en el que se adoptado que la función principal de un banco central es establecer, lograr y mantener una inflación baja, del 2% anual, Wolf argumenta que los bancos centrales deberían apuntar a una tasa de inflación más elevada. Señala que en la zona euro una inflación del 3% al 4% al año, no sería un desastre, por el contrario sería muy útil para lograr que la economía de la zona se ponga de nuevo de pie y en marcha.
Entre sus propuestas radicales, similares a las Minsky en caso de depresiones, recomienda reemplazar el sistema bancario fraccionario tradicional (o sea, el que toma depósitos mayormente a corto plazo y lo presta a mediano y largo plazo) por un nuevo sistema donde los depósitos deben respaldarse por bonos del gobierno, lo que reduciría sustancialmente el riesgo de las crisis bancarias fatales. También apoya impulsar déficits fiscales permanentes para asegurar el mantenimiento de un nivel de gastos más adecuado que el actual, que considera en extremo insuficiente --de hecho Wolf apoya la hipótesis del estancamiento secular-- y considera que se está tratando de enfrentar con políticas monetarias muy expansionistas que en última instancia determinan burbujas privadas que luego revientan catastróficamente. Propone que los déficits permanentes sean financiados por los bancos centrales, así se incentivaría la demanda global vigorosamente sin crear burbujas inmobiliarias ni bursátiles. Estima que si ambas reformas se hacen responsablemente, no se crearía una presión inflacionaria desmedida.
Wolf considera que si la globalización se lleva a cabo con sensatez, este siglo podría ser un período de paz, colaboración y prosperidad sin precedentes, pero de lo contrario, podría colapsar tan completamente como ocurrió entre 1914 y 1945 con la globalización previa a la Primera Guerra Mundial.