Las medidas que está tomando el gobierno de los Estados Unidos en medio de un proceso de creciente inflación, desabastecimiento y del fenómeno que también va en aumento de un número de personas que se han retirado o se están retirando del mercado laboral, apunta a que el país caiga en una aguda recesión y se produzca así un nuevo episodio de estanflación* que no ocurría desde finales del período del Presidente Carter.
El antiguo director ejecutivo de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, coincide con este pronóstico cuando señaló el pasado domingo en una entrevista en la cadena CBS que hay un "muy alto riesgo de recesión económica" que puede prolongarse por años una vez que se produzca una severa contracción del producto nacional bruto (PNB) durante los próximos 12 meses.
Este pronóstico procede también de diversas fuentes de Wall Street, siendo una de las más prominentes la encuesta mensual de economistas que publica Bloomberg, en la que la gran mayoría predice también una prolongada recesión.
He estado pronosticando una eminente estanflación* desde enero de este año sin encontrar eco en eminentes personalidades financieras de Estados Unidos hasta hace pocos días. Efectivamente, el Presidente del Banco de Reserva Federal de Minneapolis, Neel Kashkari ha subrayado en días pasados que no contempla otro remedio por parte del banco central para frenar la inflación que provocar una recesión. Esta opinión fue precursora de la crítica del antiguo presidente del banco central de la Reserva Federal, Ben Bernanke, el primer experto que ahora finalmente ha pronosticado un largo período de estanflación en un reportaje de The New York Times.
Estos pronósticos están provocando un grave derrumbe de la bolsa de valores a los niveles alcanzados por la administración anterior después de la conmoción causada por la pandemia. El índice Dow Jones se ha derrumbado en los últimos 7 meses, desde 35,677 el 20 de octubre hasta 30,840 en la tarde de hoy viernes 20 de mayo, una caída de casi 5 mil puntos en siete meses que todavía apunta a niveles más bajos. De hecho, el índice registra hoy un nivel más bajo que el del 8 de enero de 2021 cuando alcanzaba 31,098 en los días de transición de gobierno tras las elecciones de 2020.
Los otros índices más especializados arrojan un desastre mayor. Mientras que el Dow Jones ha declinado 12% en lo que va de año, el índice Nasdaq, que abarca un amplio sector tecnológico, ha caído 25%; y el S&P 500, que incluye a todas las más grandes empresas de Estados Unidos, se ha derrumbado un 16%.
El Presidente Biden impuso desde los primeros días de su administración una moratoria sobre nuevos arrendamientos de petróleo y gas en tierras y aguas federales. Dado que casi el 25 por ciento de la producción de petróleo y gas de EEUU proviene de tierras y aguas federales, el cambio de política ha tenido graves implicaciones que han frenado considerablemente las inversiones y la producción presentes y futuras. La cancelación adicional del oleoducto Keystone XL puso un freno todavía mayor en el abastecimiento y la producción. Esto convirtió súbitamente a Estados Unidos, de ser el mayor productor del mundo y exportador de gas y petróleo, a ser un importador neto dependiente de otros países. Al estallar la guerra en Ucrania un año después, esta situación se ha agravado. Empero, aunque se le achaca a la guerra este derrumbe financiero y económico, lo cierto es que la caída de la bolsa y el creciente aumento de la inflación ya iban muy avanzados antes del comienzo de la guerra el 24 de febrero de este año. Efectivamente, las primeras señales del derrumbe inminente que ahora estamos presenciando comenzaron a producirse a partir del 5 de noviembre pasado, cuando el índice Dow Jones era de 36,328 puntos.
Sin mostrar preocupación aparente por este desastre, el derroche de gastos y la abundante creación de dinero para cubrirlo continúa aumentando notablemente la deuda, que ha crecido en más de 4 billones (trillones en inglés) desde mayo de 2020 hasta niveles que están a punto de ser insostenibles, alcanzando ya en los momentos de escribir estas líneas la friolera de 30 billones 462 mil millones de dólares (más de 30 trillones en inglés), lo cual representa una deuda de $242,985 por cada contribuyente al fisco.
Para que nos demos una idea de la gravedad de esta situación, tengamos en cuenta que la deuda del gobierno federal, con respecto al Producto Nacional Bruto (PNB) era del 34.59% en 1980, del 57.9% en 2000 y es ahora del 129.03%. Esto quiere decir que la deuda es superior en más del 29% a toda la producción de Estados Unidos en un año.
No cabe duda que estamos al borde de un abismo económico pero las autoridades nacionales no parecen estar dispuestas a dar marcha atrás.
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* La estanflación surge cuando la economía de un país se encuentra estancada, es decir, no crece, sino que cae en una contracción del PNB, a la vez que se encarece el costo de vida motivado por una elevada inflación. Esta combinación provoca el empobrecimiento de la población y acaba por provocar un aumento del desempleo producto de la recesión. En otras palabras, ocurre cuando tiene lugar un estancamiento o retrocesión de la economía en un escenario inflacionario.