Se agitan los fantasmas de una "catástrofe económica" sin precedentes si una mayoría de congresistas en Estados Unidos no llegan a un acuerdo con el Poder Ejecutivo para elevar el "techo de la deuda" (debt ceiling) por encima de los 31.4 billones –trillions en inglés–, una cifra que ya ha sido sobrepasada.
Este "techo" no es más que la cantidad total de dinero que el gobierno federal está autorizado a pedir prestado para cumplir con sus obligaciones legales existentes. Esto tiene que ver con el presupuesto nacional, que está en constante déficit y, por tanto, el gobierno tiene que añadir más deuda para cubrir TODOS los gastos deficitarios.
Los que pretenden mantener un alto nivel de déficit en el presupuesto para simular una economía floreciente se niegan a recortar determinados gastos y amenazan entonces con caer en una situación de "bancarrota" (default) que impediría al gobierno seguir pagando, según pronostican, obligaciones como el Seguro Social, los beneficios a militares y veteranos, el Medicare, y otros compromisos semejantes, provocando así una fuerte reacción emocional en el país entre quienes temen verse afectados por esas medidas.
Los que pretenden aceptar un alza del techo de la deuda condicionada a una reducción del déficit presupuestario, alegan que esas obligaciones nunca deben verse afectadas sino que hay que reducir otros gastos que ya son demasiado onerosos para un país tan enormemente endeudado.
En este debate es muy importante que estemos conscientes del desenfrenado aumento de la deuda nacional en lo que va de siglo. La deuda era apenas de poco más de 10 billones –trillions en inglés– al finalizar 2008 (después de dos guerras). Creció a 20 billones –trillions– a fines de 2016. Sufrió un alza importante a 26 billones –trillions– al finalizar 2020, sobre todo causada por el cierre de la economía durante la pandemia, y es en estos momentos de 31.8 billones –trillions– a pesar de que terminó la pandemia hace poco más de dos años. ¡Ha aumentado casi 5 billones –trillions– desde enero de 2021! ¡Equivale a que cada habitante del país deba más de $95,000 por los gastos de gobierno! Una deuda por la cual, además, hay que pagar 570 mil millones al año en intereses...
Si las negociaciones sobre el techo de la deuda siguieran estancadas el 1º de junio, cabe anticipar que sería razonable que el Tesoro no suspendiera los pagos a los más necesitados, en particular a los que reciben seguro social, dependen del Medicare y son veteranos pensionados porque quienes agitan este fantasma de suspensión de pagos saben muy bien que esos pagos están garantizados en fondos fiduciarios (trust funds) que deben estar siempre disponibles y que su utilización para cubrir otros gastos es ilegal. Por tanto, en caso de producirse una suspensión de pagos sería dando prioridad a los pagos de cupones y vencimientos de bonos y se procedería más bien a un cierre provisional de sectores del gobierno con empleados federales suspendidos, afectando servicios (por ejemplo, el servicio postal) que dejarían de funcionar porque no pueden pagarles por su trabajo, y otras medidas por el estilo (cierre de parques nacionales, etc.). No obstante, esto afectaría considerablemente al crecimiento económico y empeoraría el actual proceso de desaceleración, lo cual casi seguramente llevaría a Estados Unidos a la recesión.
Debido a que el Congreso siempre ha terminado elevando el techo de la deuda en el pasado, el debate ha llegado a ser visto desde la torre de marfil del Poder Ejecutivo como una política arriesgada en lugar de un problema serio.
En realidad, si no se llega a un acuerdo en la fecha límite y el gobierno se ve obligado a no emitir más deuda en tanto siguen las negociaciones, no hay razón alguna para que las autoridades cesen el pago de sus obligaciones al Social Security, Medicare, militares, veteranos, etc., sino que pueden cesar los pagos de los enormes gastos en contratos de material militar o cerrando temporalmente los parques nacionales y las actividades de algunas dependencias del gobierno o del enorme gasto de acogida y procesamiento a millones de inmigrantes ilegales o suspendiendo muchos de los proyectos incrustados en ciertos renglones del presupuesto que son el llamado "pork barrel", que son gastos destinados a beneficiar a los electores de un político a cambio de su apoyo político a los intereses creados promovidos por cabilderos y sus beneficiarios.
El problema que Estados Unidos enfrenta en esta ocasión si no se llega a un acuerdo y se paraliza el aumento de la deuda, es que la economía está sufriendo un grave desequilibrio que está ocasionando una alta inflación opacada provisionalmente por un exagerado derroche de dinero presupuestario. La inflación es demasiado alta, especialmente cuando se mide la llamada inflación subyacente que existe en la volatilidad de los precios de los alimentos y la energía que han registrado un alza que duplica las cifras oficiales.
Aunque el banco central (Fed) ha dejado la puerta abierta a una pausa en las alzas de tasas de interés en su próxima reunión, otro aumento de un cuarto de punto no está de ninguna manera fuera de discusión, lo cual alimentaría aún más la inflación y provocaría un frenazo en la actividad económica y financiera. Este desequilibrio puede convertirse en un derrumbe de la noche a la mañana si quienes mueven la economía del país y los acreedores extranjeros pierden la confianza en la capacidad del país para superar la crisis.
Por tanto, ambas partes en la contienda presupuestaria deben ceder antes del 1º de junio para encontrarse a medio camino y evitar el desastre, aplazando la solución del problema deficitario y del aumento de la deuda hasta que en las próximas elecciones los votantes decidan escoger a candidatos que renieguen del populismo derrochador y se dediquen a balancear el presupuesto para reconstruir una economía estable y saludable.