"ESG" (Environmental, Social, Governance) son las siglas que identifican una tendencia política de responsabilidad ambiental, social y de gobernanza. Si bien cada una de las tres disciplinas tiene su propio conjunto de estándares y prácticas, juntas indican las políticas de gobierno que influyen en la obligación que se le impone a una organización o empresa de lograr los objetivos implícitos en esas disciplinas.
Los programas ESG de hoy analizan las prácticas comerciales de todas las empresas para garantizar que lo que determinada empresa dice que está haciendo respecto a estas políticas esté alineado con lo que realmente hace. Las iniciativas de cambio climático y la eliminación de los combustibles fósiles son los programas más visibles relacionados con ESG, entre otros.
Algunos de los marcos de desarrollo y planeamiento ESG más populares son el Foro Económico Mundial (WEF), la Global Reporting Initiative (GRI), el Sustainability Accounting Standards Board (SASB), el International Integrated Reporting Council (IIRC), el Carbon Disclosure Project (CDP) y el Task Force on Climate Related Disclosures (TCFD). Para servir a estos intereses, VinciWorks ha estado desarrollando la capacitación, herramientas y recursos de cumplimiento para que cualquier organización de cualquier tamaño pueda cambiar el status quo y ha creado con este propósito una serie de guías de inicio rápido para estos marcos.
El WEF fue desarrollado por Deloitte; Ernst & Young (EY); PricewaterhouseCoopers (PwC); y Klynveld Peat Marwick Goerdeler (KPMG), las cuatro grandes firmas de contabilidad que dominan las auditorías de más del 80% de las más grandes empresas de Estados Unidos. La función de este Foro Económico Mundial se basa en las directrices de los marcos existentes, incluidos GRI, CDP y SASB. A su vez, el marco del WEF (que los abarca) también se conoce como "medición del capitalismo de las partes interesadas" o Consejo Empresarial Internacional (IBC).
El trasfondo de todo esto es que los defensores de ESG obligan a las empresas a tomar posiciones en la arena política sobre cuestiones que pueden no tener nada que ver con las actividades comerciales reales de la empresa. Gran parte de esa obligatoria responsabilidad ambiental, social y de gobierno es la “señalización de virtud” (virtue signaling) [1] hecha para elevar la reputación de los altos ejecutivos. En realidad, lo que están señalando es su negligencia en su deber fiduciario con aquellos que han invertido en sus empresas y también con sus propios empleados y obreros.
Los objetivos típicos en Estados Unidos incluyen la eliminación de los combustibles fósiles, enmiendas a los derechos de la Segunda Enmienda en la Constitución y políticas de bienestar (welfare) adicionales. Objetivos similares se están promoviendo en todo el mundo. Los defensores de la responsabilidad ambiental, social y de gobernanza no tienen reparos en el uso de los activos de los accionistas —el dinero de otras personas— para promover diversas causas políticas “progresistas” que, como ya es evidente, no son más que parte de la ideología socialista más radical.
El destacado economista Milton Friedman anticipó hace medio siglo el torcido significado del wokismo que está imperando en estos días:
«Cuando oigo a los hombres de negocios hablar elocuentemente acerca de “las responsabilidades sociales de los negocios en un sistema de libre empresa”, recuerdo la frase maravillosa acerca del francés que descubrió a la edad de 70 años que había estado hablando en prosa toda su vida.
Los hombres de negocios creen que están defendiendo la libre empresa cuando proclaman que el negocio no se relaciona “solamente” con la ganancia sino también con la promoción de fines "sociales” deseables; que los negocios tienen una “conciencia social”, y toman seriamente sus responsabilidades de proveer empleo, eliminar la discriminación, evitar la polución y cualquier otro lema de la generación contemporánea de reformistas.
En efecto ellos están (o estarían, si ellos o alguien más los tomaran en serio) predicando el socialismo puro y sin adulteración. Los hombres de negocios que hablan de este modo son marionetas inconscientes de las fuerzas intelectuales que han estado socavando las bases de una sociedad libre durante estas pasadas décadas.
(…)
Toda la justificación para permitir que el ejecutivo empresarial sea seleccionado por los accionistas es que el ejecutivo sea un agente que sirva los intereses de su jefe [los accionistas]. Esta justificación desaparece cuando el ejecutivo empresarial impone impuestos y gasta las ganancias para “fines sociales”. Se convierte en efecto en un empleado público, un funcionario público, aunque nominalmente sigue siendo un empleado de una empresa privada.» [2]
El problema es que esta tendencia ha evolucionado a un ambiente de extorsión Estatal en el que las autoridades ejercen presión sobre las empresas para que pongan en práctica estas políticas. El aspecto más nocivo de todo esto es que al no serle posible a las autoridades de un sistema todavía democrático ejercer censura, la promueven desde las empresas privadas que se sienten obligadas a aplicar estas políticas. Y los directores de empresa (CEOs) se arrogan el derecho de hacerlo sin contar con los intereses de sus accionistas o de sus propios empleados y obreros, con el único propósito de aumentar el índice de ejecución establecido por las autoridades para medir el ESG.
La responsabilidad ambiental, social y de gobernanza (ESG) —como son los esfuerzos para politizar el poder judicial— es un ejemplo de cómo las autoridades "progresistas" sobrepasan sus límites y expanden el ámbito político a los confines más lejanos de la sociedad, mientras que, al mismo tiempo, demonizan y caracterizan erróneamente a las personas que no están de acuerdo con sus decisiones autoritarias ni han despertado (woke) para apreciar cómo son las cosas, según las ven las autoridades empeñadas en ejercer un mayor control sobre la población.
______________
[1] Según el Cambridge Dictionary, es "un intento de mostrar a otras personas que eres una buena persona, por ejemplo, expresando opiniones que serán aceptables para ellos, especialmente en las redes sociales".
[2] «When I hear businessmen speak eloquently about the ‘social responsibilities of business in a free-enterprise system,’ I am reminded of the wonderful line about the Frenchman who discovered at the age of 70 that he had been speaking prose all his life.
The businessmen believe that they are defending free enterprise when they declaim that business is not concerned ‘merely’ with profit but also with promoting desirable ‘social’ ends; that business has a ‘social conscience’ and takes seriously its responsibilities for providing employment, eliminating discrimination, avoiding pollution and whatever else may be the catchwords of the contemporary crop of reformers.
In fact they are —or would be if they or any one else took them seriously— preaching pure and unadulterated socialism. Businessmen who talk this way are unwitting puppets of the intellectual forces that have been undermining the basis of a free society these past decades …
The whole justification for permitting the corporate executive to be selected by the stockholders is that the executive is an agent serving the interests of his principal. This justification disappears when the corporate executive imposes taxes and spends the proceeds for ‘social’ purposes. He becomes in effect a public employee, a civil servant, even though he remains in name an employee of private enterprise.» (The New York Times Magazine, sep. 13, 1970)