La Crisis del Sindicalismo

Un modelo sindical en agoníalogo del sindicalismo

No es un secreto que el movimiento sindical está inmerso en una profunda crisis. Lo que fue un instrumento de liberación para la clase trabajadora, es ahora en general, una organización débil, poco representativa y sobre todo, con poca credibilidad en el mundo del trabajo y de escaso peso en las sociedades donde actúa.

Durante largos años se sostuvo un debate al interior de la conducción del movimiento sindical, sobre  su metodología de acción. Una tendencia defendía el denominado sindicalismo de “negociación”, afirmando que lo importante era obtener resultados, calificándose de realista, mientras sus adversarios les denominaban conformistas. En América Latina ese modelo sindical lo auspició la Organización Regional Interamericana de Trabajadores, ORIT, muy influenciado por las organizaciones sindicales que conformaban la AFL CIO en USA, que proclamaban el denominado sindicalismo de pan y mantequilla. Otra tendencia planteaba el sindicalismo de “clase”, fundamentalmente los que se adherían a organizaciones controladas o influenciadas por el pensamiento marxista leninista, quienes insistían en afirmar que la combatividad era el arma para obtener cualquier reivindicación. En realidad al final del camino, cualquiera fuese el método, se imponía la negociación. Pero los medios de acción son importantes, pero no constituyen el problema de fondo.  La crisis es de un modelo que ha sido incapaz de asumir los profundos cambios que se han producido en el  mundo del trabajo. Un modelo que ha querido renovarse  e innovarse, para encarar los nuevos desafíos que hoy le presenta un mundo cambiante en forma acelerada.

Una suma de factores

El mundo del trabajo ha sufrido profundos cambios. Entre los mas importantes destacamos, los avances científicos y tecnológicos  y la implementación de políticas neoliberales que consideran como mejor sindicato el que no existe, en el marco de la denominada globalización, logrando importantes modificaciones en las legislaciones laborales, en detrimento de viejas conquistas de los trabajadores. Los resultados han sido la precarización del empleo, donde se llegan a pactar contratos de trabajos por pocas horas en la semana o al mes, el crecimiento del desempleo, pero sobre todo, la incapacidad del sindicalismo tradicional para organizar e incorporar a sus filas, a nuevos sectores de la clase trabajadora, quedándose en el estrecho marco del cada vez mas pequeño segmento de los trabajadores  asalariados.

En América Latina, la Central Latinoamericana de Trabajadores, CLAT, que se fusionara en 2002 con su tradicional adversaria, la Organización Regional Interamericana de Trabajadores, ORIT,  para conformar la Confederación Sindical de las Americas, CSA, trató sin éxito de implementar lo que denominara Movimiento de los Trabajadores, auspiciando la incorporación de importantes sectores poco organizados y en general, al margen de las organizaciones sindicales. Los trabajadores de la economía informal, los denominados pobladores, los jubilados y pensionados, el mundo del cooperativismo, y captar a  los  sectores que irrumpen con las nuevas tecnologías,  pero sobre todo, realizar un serio esfuerzo por   organizar a  los jóvenes y las mujeres, muy alejados de unas organizaciones sindicales en las cuales no se sienten representados. Hoy la CSA, también con poco éxito,  proclama la urgente renovación, planteando seriamente lo que ha denominado la  auto reforma sindical.

Los viejos vicios

A la falta de visión y voluntad política para cambiar y asumir los nuevos desafíos, debe agregarse los viejos vicios que fueron minando la credibilidad y la eficiencia del instrumento.  El caudillismo, la ausencia de una verdadera democracia interna, donde se conjuga por una parte, el verticalismo autoritario en la conducción y el desinterés de los afiliados, la dependencia partidista, por la muy generalizada práctica del modelo leninista, al actuar como correa de transmisión del partido político, comprometiendo la autonomía de pensamiento y acción de la organización de los trabajadores, contribuyeron a debilitarle, porque en definitiva, los logros alcanzados, se van perdiendo lenta, pero sostenidamente, ante la incapacidad de las dirigencias para encarar con éxito los desafíos con propuestas que superen el marco de sus cada vez más débiles protestas.

Hoy los partidos políticos, frente a la debilidad de las organizaciones sindicales, buscan sus votos en las clases medias y en los sectores populares menos favorecidos, los cuales no están organizados sindicalmente. Sin embargo, todavía en nuestra región hay organizaciones sindicales comprometidas con organizaciones partidistas, particularmente en los tres países donde el  movimiento sindical mantiene un importante número de trabajadores organizados.  Son los casos  de la CUT de Brasil, organización que sirviera de base para la creación del Partido de los Trabajadores, PT, hoy en el poder,  la muy dividida CGT de Argentina, donde un sector del denominando movimiento peronista apoya a la actual Presidenta y otro le confronta, y  la CTM de México, siempre identificada con el PRI, partido que ha recuperado el poder. Sin embargo, la CTM ha perdido la influencia y la hegemonía que mantuvo durante largos años. En el resto de la región se constata un profunda atomización del movimiento sindical y las relaciones partidos sindicatos no es significativa. Es de tomar nota que según la OIT, apenas  está sindicalizada el 16 por ciento de la Población Económicamente Activa, PEA, de la región.

Para citar muy rápidamente la situación del sindicalismo venezolano, la cual merece una análisis mas detenido, encontramos que la mayoría de los trabajadores organizados se nuclearon en torno a la CTV, muy comprometida con los partidos políticos tradicionales.  Con el triunfo de la denominada “revolución bolivariana”, esos partidos han quedado muy reducidos, mientras que el oficialismo ha impulsado la creación de organizaciones sindicales afines, sometidas a sus políticas, golpeando muy duramente a la CTV a la cual el Presidente Chávez prometió liquidar, pero aunque muy debilitada sobrevive. El resultado ha sido que hoy el movimiento sindical venezolano está atomizado, es poco representativo y tiene muy poco peso en la vida nacional.

En general el movimiento sindical además de no incorporar a determinantes sectores del mundo del trabajo, se ha mantenido alejado de las diversas e importantes expresiones de la sociedad civil que van ocupando importantes espacios. Por citar solo un ejemplo, no han establecido firmes lazos de cooperación con las  Organizaciones de defensa a los Derechos Humanos. Es cierto que se han realizado distintos encuentros con representantes de las denominadas Organizaciones No Gubernamentales, ONG, pero no se concretan en planes de acción a nivel regional y nacional.

La “global unión”

Por iniciativa del que fuera poderoso movimiento sindical inglés, muy golpeado por las políticas que implementó la Primer Ministro Margaret Tacher, se ha tratado de impulsar lo que se conoce como “global unión”, es decir, desarrollar un sindicalismo global para responder al actual modelo de globalización que con bastante éxito ha implantado las políticas neoliberales.

Originalmente la hoy desparecida Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres, CIOSL, trató de impulsar esa  propuesta. Al fusionarse con la Confederación Mundial del Trabajo, CMT, para conformar la Confederación Sindical Internacional,, CSI, la nueva organización mundial ha recogido el planteamiento, pero todo indica que el sindicalismo internacional tiene poco peso en las realidades regionales y nacionales. Por ejemplo, la Confederación de Sindicatos Europeos, no ha podido detener la ola de “reformas” a las legislaciones laborales nacionales, ni a las duras políticas de ajustes que han implementado los gobiernos como camino para “solucionar” las crisis en que están inmersos varios países de la UE, comprometiendo al conjunto,  especialmente las situaciones de Grecia, España y Portugal, donde se han aplicado brutales políticas en contra de las conquistas logradas por los trabajadores organizados.

La unidad de las cúpulas

La unidad del movimiento sindical ha sido una vieja aspiración de la clase trabajadora, como un medio para poder responder con mayor eficiencia y eficacia a la defensa de los derechos y libertades de los trabajadores y sus organizaciones.

En la pasada década se produjo como ya mencionamos, la fusión en el plano mundial de la CIOLS y la CMT, dando vida a la CSI, mientras que en el plano regional, se fusionaron la ORIT y la CLAT para conformar la CSA. Explicar las verdaderas razones de las causas de esas fusiones escapa a esta visión panorámica y merece un análisis mas a fondo para que la historia pueda recogerlas. Sin duda ha sido una fusión cupular, sin sentido ni contenido en sus bases. Por ejemplo, en el caso de Venezuela, al momento de la fusión ORIT CLAT, estaban afiliadas a la CLAT, la CGT, CODESA y ASI, mientras que a la ORIT estaba afiliada la CTV. Supuestamente debían establecer un Plan Común de Acción, dentro de un proceso para conformar una sola central sindical. Hoy, la CGT y CODSA han dejado de pertenecer a la CSA por no estar al día en  el pago de sus cotizaciones. Por su parte, ASI  y la CTV marchan por caminos separados, aunque coinciden en el FADES, un instrumento que trata de agrupar en unidad de acción, a las diversas organizaciones sindicales no oficialistas. Para completar, la venta en el 2012 al Ministerio de las Comunas de Venezuela, de las instalaciones donde desde 1975 funcionó la Universidad de los Trabajadores de América Latina, un centro de altos estudios sindicales, constituido por la CLAT y financiado principalmente por la Fundación Konrad Adenauer, ha dejado un gran vacío no solo en la formación de dirigentes sindicales, sino también en el impulso a la necesaria renovación del movimiento sindical.

Ese pecado original en la conformación de esos aparatos “unitarios”, ha sido la poca participación de las  organizaciones de base. En la realidad, a nivel de los trabajadores afiliados por la vía de esas organizaciones, muy pocos conocen la existencia de la CSI y de la CSA. Las decisiones cupulares, concretadas en Congresos donde fue muy reducida la participación de los dirigentes de las organizaciones afiladas y sobre todo, la rapidez del proceso de fusión, provocaron ese casi total desconocimiento, lo cual explica en gran parte las razones por las cuales a nivel nacional no se han producido procesos similares de fusión, manteniéndose algunas en forma muy precaria, las organizaciones que pertenecieron a la ORIT y a la CLAT. Es también lamentable el constatar que la formación se ha reducido considerablemente.

Sin financiamiento externo determinante

El movimiento sindical en América Latina y en general a nivel del llamado mundo en desarrollo, ha tenido serios problemas para autofinanciarse, debiendo recurrir al apoyo de gobiernos, los cuales condicionaban su autonomía, o a las llamadas Organizaciones no Gubernamentales, ONG, especialmente europeas, las cuales, incluyendo algunas dependientes de las Iglesias, fueron determinantes para el funcionamiento de la mayoría de las organizaciones sindicales en la región.

Hoy,  por razones de situaciones internas en los países donde obtienen sus recursos, y tal vez, aunque no lo expresen públicamente, por su desilusión ante los pocos resultados obtenidos, esas ONG han disminuido considerablemente sus aportes a las organizaciones sindicales.  Esa reducción importante de recursos financieros, sobre todo para el área de la formación, ha golpeado duramente al movimiento sindical. Solo por la vía del ejemplo, durante largos años la Fundación Konrad Adenauer, KAS,  financió con un promedio de cuatro millones de dólares anuales, las actividades de formación de la CLAT, además de apoyarle para la compra de importantes sedes para la formación: la mencionada UTAL y la sede del Instituto de Capacitación para el Cono Sur, INCASUR, con sede en Buenos Aires fueron compradas con ese apoyo financiero. La sede en Costa Rica del El Instituto Centroamericano de Estudios Sociales, ICAES fue construida con un importante aporte de MISEREOR, una fundación de la Iglesia Católica Alemana. Esos apoyos fueron desapareciendo mucho antes de la fusión de la CLAT con la ORIT y por supuesto, hoy la KAS y casi ninguna de las principales ONG europeas, tiene al movimiento sindical, como destinatario importante en sus Programas de ayuda solidaria.

Otras expresiones en situación similar

En América Latina, siempre incluyendo al Caribe en nuestro análisis, y en general a nivel mundial, han existido y permanecen organizaciones sindicales independientes o distintas a las que conformaron en su momento la CMT CIOLS y actualmente la CSI y la CSA en nuestra región. Todavía encontramos  organizaciones que durante la llamada Guerra Fría formaron parte del sindicalismo comunista,  integradas en la Federación Sindical Mundial, FSM, dependiente en esa etapa de la antigua URSS. Hoy, después de la crisis del mundo comunista, mantiene su existencia la FSM,  recogiendo los residuos de las  organizaciones sindicales  en algunos  de esos países y en unas pocas en el llamado mundo occidental, pero sin ninguna trascendencia en el mundo del trabajo. A nivel regional con la excepción de Cuba, son pocas las organizaciones de importancia que agrupa en el marco de un modelo que actúa como correa de transmisión del Partido Comunista de cada país donde todavía tienen alguna actividad. Por ejemplo en Venezuela, la CUTV continúa existiendo, pero con muy pocas organizaciones afiliadas.

En  el conglomerado de organizaciones sindicales  denominadas “independientes” es amplio el abanico, destacándose la Confederación de Sindicatos Chinos, conformada en el marco del sindicalismo leninista, totalmente dependiente del Partido Comunista Chino. Esa organización se ha negado a formar parte de las Confederaciones Sindicales Internacionales. En varias ocasiones tuvimos la oportunidad de conocer sus argumentos. Los sindicatos árabes también se han mantenido al margen del sindicalismo internacional. La lista es  mucho mas extensa, especialmente al analizar las situaciones en Africa, pero no es el objetivo  profundizar esa compleja realidad, en esta visión muy general de la situación actual.

En América Latina, dos Confederaciones históricamente se han mantenido independientes: la COB de Bolivia y la CNT de Uruguay. Ambas muy relacionadas antes con la ORIT y ahora con la CSA, pero sin afiliación formal. El mayor número de las organizaciones sindicales independientes se encuentran en las denominadas Federaciones Sectoriales Nacionales. Muchas de ellas sin afiliación nacional ni internacional. Es su  mundo reducido, aislado, en general se consideran “autosuficientes”. En consecuencia, poco solidarias con las luchas del resto de la clase trabajadora en sus países. En el caso de Venezuela, dada la atomización de las Confederaciones Nacionales y la casi desaparición de las Federaciones Regionales y Sectoriales, existen y sobreviven una gran cantidad de organizaciones sindicales de base no federadas ni confederadas. Es una situación muy especial, particularmente  en las organizaciones sindicales constituidas en el sector privado de la economía. Tratan de sobrevivir en el marco de una situación  muy poco favorable, en algunos casos con el apoyo de los empresarios que prefieren entenderse con dirigentes de  un sindicato no oficialista.

En resumen en esta muy rápida visión sobre el sindicalismo, particularmente el de nuestra región, se constata su debilidad, la cual se refleja en su muy limitada capacidad para encarar la grave situación en que se encuentran la mayoría de los trabajadores, los cuales en más de un ochenta por ciento no están organizados. La atomización de las organizaciones presenta un escenario donde los trabajadores, son cada día víctimas de la injusticia y  de la opresión.

Mientras las cúpulas sindicales se niegan a renovarse, se olvida que no puede existir una sociedad realmente democrática, sin fuertes e independientes organizaciones de trabajadores.

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