No fue una sorpresa que el ungido como sucesor por Hugo Chávez fuera una persona absolutamente incapacitada para ejercer el gobierno, y que no haya dudado en ofrecerse como servidor incondicional de la causa totalitaria cubana, que gobernar nunca ha sabido, pero mantener el poder sí, y bastante. Una causa que está siendo afectada por la biología, y ya Cuba tiene un jefe de gobierno que no se apellida Castro, toda una novedad. Más allá de las anécdotas y consideraciones al respecto, un hecho esencial para entender la situación es que ambos regímenes poseen hoy muchas similitudes.
¿QUÉ ESTÁ EN JUEGO EN AMBAS REALIDADES?
Lo que está en juego es la democracia no sólo como concepto, sino como expresión de los valores esenciales de la persona humana. La oposición cubana, tanto la interna como la de la diáspora, está consciente de la necesidad de ir más allá de la crítica a la situación actual, para entrar al terreno de la oferta de un modelo alternativo. Un modelo que se base en la “comprensión de la política como desafío a la capacidad creativa de la libertad humana y su proyección en un diseño de futuro” (Rodríguez Iturbe).
Un hecho reconocido por la oposición al régimen castrista es que una transición pacífica a la democracia probablemente no será un proceso de ruptura inmediata o abrupta, e implica la acción de múltiples actores sociales incluyendo a muchos que hoy habitan en las estructuras oficiales.
La oposición cubana, tanto de dentro como de fuera, ya ha entendido la diferencia entre hecho y opinión, entre intereses y deseos. Comprende que debe superar, en su mensaje hacia el mundo, el mero discurso emocional. Con objetivos racionales y razonables, lenguaje positivo, concentrados en la defensa de los derechos humanos y en lograr creciente visibilidad, buscando generar empatía con actores internacionales que no sólo desconocen la realidad cubana, sino que incluso responden a patrones cultural-políticos distintos, al poseer sus países circunstancias completamente diferentes.
CUBA Y VENEZUELA, VENEZUELA Y CUBA
Cuba y Venezuela necesitan, cada nación según sus propias circunstancias, el retorno de la política, es decir de la democracia y sus instituciones.
¿Qué tienen en común ambos regímenes de gobierno?
–La legitimidad fundamental de sus fundadores no fue jurídico-positiva, sino carismática. Fidel y Chávez crecieron en poder destruyendo instituciones, persiguiendo rivales; han sido caudillos de hipócrita exaltación beata, unos símbolos totalitarios que absorben, ahogan y controlan todo y a todos.
-La palabra clave es control: de las instituciones del Estado, de la economía y finanzas, de la educación, de los medios de comunicación, de la tecnología. Todo ello se sella con un paulatino retraso en todas las áreas con el exterior. Solo evolucionan las formas de control.
-El pasado y el futuro se manipulan a gusto; se vive en un eterno presente de decadencia, de sobrevivencia.
-Para fidelistas y chavistas la clave ha estado en sembrar la división, exacerbar rencores, envidias y conflictos viejos o nuevos.
-Ambos han confiado en el poder militar, como protector y garante de un “socialismo cuartelero”. Las Fuerzas Armadas no son solo instrumentos de represión y dominación, sino de negocios.
-Los dos gobiernos son egregios violadores de los derechos de la persona humana. La represión, persecución y castigo a los críticos y disidentes es permanente. Si es necesario, se ataca y se agrede a la población civil. Como dice Shakespeare de Ricardo III, los líderes del castro-chavismo son “un amasijo de negras deformidades”.
-En los dos países se desarrolla una estrategia económica centrada en la progresiva destrucción de la iniciativa privada, o en todo caso, su reducción, control y vigilancia por una inmensa burocracia estatal.
-En Cuba y en Venezuela se ofrece un contrato social paternalista, donde la soberanía ciudadana cede paso (en el caso venezolano ello está claramente presente en las llamadas misiones sociales o en el llamado carnet de la patria) y se entrega, junto con sus derechos políticos, sociales y económicos, a cambio de ciertas cuotas de supervivencia material. El ciudadano, para los Castro, Chávez y sus seguidores, debe convertirse en vasallo.
Por ello, asimismo promueven “sociedades que se vacían”, sociedades de emigrantes. Los mayores atrapados en sus recuerdos, y los jóvenes, con la sola memoria del régimen, huyendo a buscar una vida realmente esperanzadora en el exterior.
-Ambos gobiernos centran su política exterior en supuestas amenazas externas y en alianzas con toda clase de autoritarismos. En su aislamiento, ven enemigos y amenazas en todas partes. Son regímenes paranoicos. Sin embargo, manipulan con eficacia los organismos internacionales, multinacionales y regionales, en especial en las áreas que les interesan más, como los derechos humanos. Allí, de verdugos, buscan transformarse en víctimas de oscuras fuerzas conspiradoras exteriores.
-Son regímenes trágicos, en tanto en cuanto sus periódicas crisis no pueden solucionarse por sí mismas, y los liderazgos no desean que se solucionen.
-La batalla por el futuro de Venezuela también se libra en Cuba, la batalla por la liberación de Cuba se decide también en Venezuela.
-En realidad, esta no es una confrontación entre consignas de opuesto signo ideológico. No es capitalismo contra socialismo. Ni siquiera libertad contra opresión o democracia contra dictadura. Es eso, pero también mucho más. Este enfrentamiento podría más bien definirse como una lucha encarnizada entre las fuerzas que promueven el bienestar y las que intentan encadenar a todos a la miseria y la infelicidad, bajo el dominio de la voluntad de autócratas.
-Por último, en Cuba y Venezuela se ha buscado hacer una amalgama unitaria de los conceptos de patria, estado, gobierno, líder, ejército, pueblo. Se intenta identificar cultura con ideología y la nación con un jefe único y supremo. Nada de democracia, sino una muy militarizada monarquía hereditaria.
En ambos países se hace particularmente presente, de forma irremediable y extremadamente tóxica, esta clara afirmación de Fernando Savater: “el conflicto político más significativo de nuestra época es la creciente incompatibilidad entre la legitimidad democrática del poder, con sus urgentes exigencias de participación efectiva y respeto escrupuloso de los derechos humanos en lo que tienen de anti-razón de Estado, y la viabilidad misma del Estado oligárquico, burocrático y militar que hasta ahora conocemos.”
Los gobiernos de Cuba y Venezuela –junto a la tiranía de Ortega- son los mayores enemigos de cualquier legitimidad auténticamente democrática. Por ello, cualquier derrota de la autocracia venezolana les duele a los sátrapas cubanos, y cualquier traspiés del castrismo afecta a sus pares criollos. Las opciones de lucha son más claras que nunca. Sin dudas, y sin titubeos.