Es una pregunta que late al ritmo del corazón.
Es como una piedra en el zapato que no te deja avanzar.
Es una llamada permanente que me inquieta ante tanto sufrimiento que se vuelve incontenible.
Es la pregunta que se hacen los adultos mayores ante el hambre y el abandono, que se han convertido en sus compañeros de camino.
Es la misma que lacera a tantas madres que sufren en los hospitales sin contar con las condiciones básicas, sin medicamentos, sin alternativas, y muchas veces, recibiendo malos tratos.
Es la que nos seguimos haciendo aquellos que queremos una Cuba mejor, un presente digno y un futuro esperanzador en el que expresar nuestros deseos, sueños o expectativas no supongan ser apagados o condenados injustamente.
Es la interrogante que resuena cuando la injusticia sigue ganando terreno y el maltrato es evidente. Es la misma pregunta que lanzo a Dios cuando siento que no podemos más y que la impotencia va acechando con fuerza y sin medida.
Es la pregunta que, con mucho respeto, he expresado en otras ocasiones pensando en quienes dirigen el país, y que hoy, haciendo uso de mi capacidad de reflexión y de mi derecho a la libre expresión, vuelvo a hacerme: ¿Qué están haciendo por nuestro pueblo? ¿Qué están haciendo con nuestro pueblo?
Si les supera la realidad de este país, si no pueden ofrecer una vida digna a este pueblo, ¿qué hacen? ¿De qué manera les puedo decir que ha sido atroz lo cometido contra dos mujeres, Alina Bárbara y Jenny Pantoja, sin más poder que su entereza y el ejercicio de sus derechos?
¿Cómo se puede hacer entender a los agentes policiales que están llamados a proteger y no a golpear a nadie, absolutamente a nadie?
¿Cómo podemos sentirnos seguros en una nación donde no podemos ejercer nuestros derechos? ¿Cómo y qué hacemos?
Me apropio de otras preguntas que no son mías, pero que me ayudan a profundizar más: _“¿Qué hacemos con la fe asediada, el amor negado, los golpes injustos y el desaliento? ¿Qué hacemos con la pobreza, con el fracaso, con el hambre, con la tristeza que acampa a sus anchas por tantas vidas?”_ José Ma. R. Olaizola, sj.
¿Qué hacemos con un país que languidece destruido, que llora arrinconado, que destila impotencia y dolor en medio de tanta indigencia y podredumbre? ¿Qué hacemos ante la represión, el castigo, el silencio impuesto, la mentira?
¿CANSARNOS, RENDIRNOS, CALLARNOS?
No encuentro mejor respuesta que esta: _“No rendir la esperanza ni blindarnos contra la tormenta, no renunciar a los sueños, seguir buscando la llave que abra la vida, que libere la alegría, que desencadene la paz, la abundancia, la justicia”_. José Ma. R. Olaizola, sj.
Y seguir confiando en Ti, Dios de la Vida, que te sigues sentando en nuestra barca, que nos animas a cruzar las orillas de nuestros miedos y con certeza nos dices que Tú, y solo Tú, tienes la última palabra. Y en tu Palabra pongo mi esperanza, porque eres fiel a tu promesa: _“Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”_ (Mt 28, 20).
Sor Nadieska Almeida, HC
24 de junio de 2024