Los sistemas autocráticos, totalitarios, populistas del estatal-socialismo se derrumban y cambian, víctimas de sus propias contradicciones, y no como resultado de presiones externas u opositoras, según evidencia la historia de los modelos europeos y asiáticos surgidos el siglo pasado, y tal como puede apreciarse en Cuba y otros países de América Latina.
Los regímenes exsocialistas europeos cambiaron desde dentro, económica y políticamente a economías de mercados y modelos políticos de más-menos democracias representativas. No fueron simples reformas, fueron cambios de sistemas.
En América Latina, Ecuador, que avanzaba hacia un estatalismo-populista, en línea con el estatal socialismo castrista, desde la misma cúpula gobernante el sucesor de Correa revisó y revirtió el proceso iniciado por aquel, en fehaciente demostración de que tales modelos se revierten desde adentro y desde arriba.
La historia enseña que la oposición violenta nunca fue una vía para conseguir la caída de esos regímenes. Sin embargo, se ha evidenciado que la oposición y la disidencia pueden influir en el curso de los acontecimientos, en la medida de su capacidad organizativa, para actuar pacífica y democráticamente cuando el desgaste del régimen, sus fisuras, debilidades y disposición a los cambios, así lo permiten.
Mientras no se den esas circunstancias, las posiciones maximalistas de enfrentamiento, excluyentes y cerradas, carentes de tácticas políticas capaces de explotar las contradicciones del régimen, sin proponérselo, pueden justificar y contribuir a su prolongación en el tiempo.
En Cuba la oposición tampoco pudo imponer cambios por la vía violenta y el propio régimen, ante su desastre económico, ha tenido que acudir, con todo y sus limitaciones, al trabajo privado y a la inversión extranjera como tablas de salvación, al perder a sus fiadores internacionales.
Se sabe que el estatal-socialismo no es reformable: simplemente no funciona; pero la introducción de cambios de calado puede ayudar a mejorar las condiciones de vida de muchos ciudadanos y a generar independencia del Estado que, más temprano que tarde, trae consecuencias políticas Sobre todo teniendo en cuenta que Cuba es un país de cultura occidental, con relaciones tradicionales estrechas y profundas con EEUU y la Europa más desarrollada, muy distante del mundo asiático y su cultura.
Más recientemente, Venezuela y Nicaragua, con regímenes de corte parecido, han sobrevivido a fuertes embestidas masivas de la oposición, cuyas capacidades de resistencia y organización resultaron menores que las del Gobierno y sus órganos represivos, los cuales cuentan con las reservas del Estado, la manipulación mediática del origen de la violencia y el respaldo de otros estados similares o confundidos por la propaganda.
Este tipo de gobierno, que no acepta oposición, va de la advertencia a la retención, al encarcelamiento, a las golpizas y llega al asesinato si es necesario para destruir a la oposición y a la disidencia. Estos regímenes están organizados y preparados para la represión violenta, mientras la oposición no tiene organización, preparación ni recursos para imponerse en esa lucha desigual.
En las condiciones actuales de Cuba, debido a la dispersión y a las luchas protagónicas intestinas de la oposición, y a las dificultades para la estructuración de la disidencia, los opositores no están preparados para jugar un papel efectivo, movilizador de grandes fuerzas, tomar las calles y cosas parecidas que, al contrario, pueden concluir en un desastre para ellos y en un triunfo político para el régimen.
Además, a pesar de su desgaste, el régimen todavía está en capacidad de reprimir; las diferencias internas no han cuajado en divisiones ostensibles; buena parte de la población lo sique apoyando por inercia, comprometimiento y desinformación; otra parte significativa se mantiene apática, está ocupada en su supervivencia o sigue enajenada por el castrismo y su leyenda; mientras que toda la cultura política que pudiera generar internet sigue limitada por los altos precios de la conexión y los controles sobre los sitios y correos electrónicos de los opositores y disidentes.
Por todo eso, para preservar, hacer crecer las fuerzas opositoras y evitar las acusaciones de violencia, hay que eludir las vías violentas de enfrentamiento y plantar la resistencia en el campo del debate político económico y social, que el régimen tiene perdido de antemano, y que es el que puede llevarlo a cambiar o a dividirlo y debilitarlo.
Cuando la población no está masivamente dispuesta a enfrentar abiertamente al régimen y la oposición no está preparada y debidamente organizada para recibir ese respaldo, cualquier llamado a acciones y a posiciones de abierto enfrentamiento puede caer en el vacío, resultar prematuro y hasta contraproducente. Y puede concluir fortaleciendo al régimen, diferir su caída, eliminar los líderes populares y destrozar las bases de una ulterior resistencia exitosa, cuando el régimen no esté ya en capacidad de hacer frente a la masiva ola popular de protestas.
Las cosas no se hacen cuando se quiere, sino cuando se puede.
Desde el Socialismo Participativo y Democrático (SPD), un grupo de socialistas democráticos invitamos a todos los cubanos, de la oposición y la disidencia, de toda filiación política, a juntarnos en una amplio Frente Democrático. Respetando nuestras diferencias e identidades, bajo los principios de unos mínimos democráticos que nos permitan concertar y concentrar el disperso descontento interno y el esparcido respaldo internacional, en función de ejercer toda presión posible sobre el régimen, para llevarlo a moverse por el camino de los cambios democráticos necesarios. Y, eventualmente, si tenemos la fuerza suficiente, negociarlo o imponerlo, según indiquen las circunstancias concretas.