Del 11 al 18 de diciembre de 1938 se celebró en Sagua la Grande, la primera Semana Social Católica de Cuba, promovida, organizada y presidida por el Dr. Valentín Arenas, como parte de una tradición de la Iglesia universal a partir de la encíclica Rerum Novarum, del Papa León XIII. Volvieron a celebrarse de nuevo en Cuba a partir de noviembre de 1991, en Pinar del Río, bajo el auspicio de la Comisión Católica para la Cultura y el Centro de Formación Cívico Religiosa, y la dirección de Dagoberto Valdés.
La Semana Social de Cienfuegos
En octubre de 2001 se celebró en Cienfuegos, la 7ma Semana Social Católica, en la que participé como delegado de la arquidiócesis de la Habana. Los líderes más importantes del laicado cubano estaban allí como delegados, así como sacerdotes, religiosos y religiosas representantes de los movimientos pastorales. La temática de la Semana Social se centró en las palabras del Papa en su visita a Cuba: “Ustedes son los protagonistas de su historia personal y nacional” y en la carta pastoral de los obispos cubanos “Un cielo nuevo y una tierra nueva”.
Las conferencias impartidas fueron motivo para la reunión en equipos y posteriores plenarias. Fue precisamente en ellos donde realmente se sazonó la Semana Social. Los debates fueron intensos y todos descargaban frustraciones, ideas, esperanzas, compromisos. El qué debemos hacer y cómo hacer para que la Iglesia cumpliera con el “Ustedes son los protagonistas de su historia personal y nacional” acicateaba nuestros anhelos.
No sólo participaron delegados, hubo también invitados de cada diócesis, considero que el más importante fue Oswaldo Payá Sardiñas, quien como laico destacado de la Arquidiócesis de la Habana, tuvo una intensa y muy positiva participación. Estimular iniciativas que pudieran ayudar a construir una sociedad civil, con la propuesta de la asamblea para que la iglesia cubana hiciera suyas y promoviera estas iniciativas y especialmente el Proyecto Valera, y que fue aprobada por aclamación, fue junto con el abrazo público de Payá y de Dagoberto, un indicativo de que todo el laicado tenía un único compromiso con la Cuba de todos y por ello fue aplaudido intensamente.
Payá, al fundar el MCL, sin dejar de participar activamente en la vida de la Iglesia como laico, se mantuvo separado de sus organizaciones, por lo que su participación en las Semanas Sociales, tenía el carácter de invitado y no de miembro de la delegación de la Arquidiócesis de la Habana. Esto hacía que no tuviera voto en los acuerdos, pero no por ello su influencia era menor, pues su participación fue siempre muy activa a partir de su voz. Fue siempre muy respetuoso y no iba a hacer proselitismo a favor del MCL. Todos lo escuchaban con mucha atención y sus intervenciones marcaban pauta en los debates. Oswaldo fue verdaderamente, un líder cívico-religioso.
Las semanas sociales significaron mucho para él como católico comprometido con la construcción de una sociedad civil en Cuba, y con la doctrina social de la Iglesia, por lo que siempre su participación fue de excepcional importancia para sus organizadores, y para todos los participantes, por su destacado papel como líder cívico en la Cuba que todos deseamos.
Décima Semana Social
Las Semanas Sociales volvieron a celebrarse de nuevo en Cuba a partir de noviembre de 1991, en Pinar del Río, bajo el auspicio de la Comisión Católica para la Cultura y el Centro de Formación Cívico Religiosa, y la dirección de Dagoberto Valdés, como expresé al inicio, lo repito, porque Oswaldo participó como invitado de Dagoberto y no por designación diocesana. A partir de 1997, el evento pasó a ser organizado por la Comisión Nacional de Justicia y Paz, un organismo de la Conferencia Episcopal.
La décima semana social se celebró en la Habana del 16 al 20 de junio de 2010, bajo el lema ¨Testigos de la esperanza y promotores de la paz¨. Participaron en ella figuras de la Iglesia como Mons. Dominique Mamberti, secretario vaticano para las relaciones con los estados; y de la comunidad cubana exiliada, como Jorge Domínguez, Carmelo Mesa-Lago y Arturo López-Levy, así como el Cardenal Jaime Ortega y Mons. Emilio Aranguren. Sin embargo Oswaldo y Dagoberto, figuras cimeras de las Semanas Sociales en Cuba, no fueron invitados, lo que provocó el rechazo de muchísimos laicos comprometidos tanto en Cuba como el exterior. Como justificación Orlando Márquez, portavoz de la arquidiócesis de la Habana, señalaba: ¨Los invitados y delegados son laicos que trabajan en la pastoral de sus respectivas diócesis¨.
En unas declaraciones a Radio Martí, Oswaldo, concluía explicando que “este es un momento de abrir los corazones, y de no exclusión, y de que el pueblo ya va siendo protagonista de su historia, y la iglesia es parte del pueblo. No hablamos de mediación, hablamos de que al pueblo hay que darle su voz directamente”. Evidentemente, sin decirlo, se transparentaba su tristeza.
Para terminar, quiero leerles un fragmento del documento escrito por Dagoberto a raíz del fallecimiento de Oswaldo, titulado ¨Oswaldo Payá: los frutos del sacrificio¨.
La Iglesia necesita laicos comprometidos en el mundo de la política, de la sociedad civil, de la cultura, de la economía… Y los laicos necesitan no ser excluidos, ni vistos como raros, por tirios y troyanos, a causa de sus compromisos, sean políticos o cívicos. Necesitan ser considerados y acompañados, sin tomar sus mismas opciones políticas, tanto en la vida como en la muerte, como hacen nuestras comunidades parroquiales, sacerdotes, religiosas y obispos. Tal como se hace con otros laicos que cuidan enfermos, dan catequesis, trabajan en Cáritas, rezan el Rosario, o animan una casa de misión. Esto fue lo que pudimos ver y agradecer en el funeral de Payá.
Para la Iglesia, Payá es también un ejemplo de profetismo cristiano. Fue voz de muchos que no tenían, ni tienen voz, pero ni descalificó, ni excluyó a sus hermanos que pensaban diferente. Discrepar y debatir, no es excluir. Excluir es segregar de la familia a los que se consideran “disidentes” o “peligrosos”, o “conflictivos”, o no aceptados por los poderes de este mundo. Oswaldo sufrió esto y mucho más. Pero su profetismo no descansó, ni se agotó. Denunció los males que sufren el pueblo y la Iglesia que forma parte de él. Anunció la liberación cristiana y creó, propuso proyectos, pensamiento, leyes, caminos nuevos, de forma absolutamente pacífica y de forma proactiva.
Cuba y su Iglesia necesitan este tipo de profetas que no solo denuncian sino que proponen soluciones y las llevan a la práctica, paciente y valientemente.
Muchas gracias.