Hace un año, a 20 años de Centesimus Annus, la extraordinaria encíclica de Juan Pablo II, en conmemoración de los 100 años de Rerum Novarum, escribí un artículo que terminaba con el párrafo siguiente: La Iglesia no tiene como finalidad proponer un modelo económico o un modelo de sociedad determinado, pero tiene a Jesucristo, su vida, su Evangelio, y con ello una Enseñanza Social, que nos permite a todos los cristianos y muy especialmente a los laicos, por su inserción en la sociedad, trabajar con criterios que conjuguen libertad y responsabilidad, economía de mercado y justicia social. Tal como dijera Su Santidad en Centesimus Annus, para este objetivo la Iglesia ofrece, como orientación ideal e indispensable, la propia doctrina social, la cual —como queda dicho— reconoce la positividad del mercado y de la empresa, pero al mismo tiempo indica que éstos han de estar orientados hacia el bien común.
Democracia real, democracia formal.
En los últimos años hemos visto como en América Latina, subcontinente en el que quedaba solamente una dictadura en todo el sentido de la palabra, la dictadura cubana, han ido apareciendo a través de procesos políticos democráticos, una serie de líderes, que al llegar a la presidencia comienzan a corromper la democracia, cambiando constituciones con el fin de eternizarse en el poder y acabar con la estructura del estado de derecho a través del control de todos los poderes públicos, ejecutivo, legislativo, judicial y electoral, limitando la libertad de prensa y maniatando poco a poco a todos los que se oponen a tal arbitrariedad, sobre todo a los medios independientes de comunicación social. A eso se le ha llamado Socialismo del Siglo XXI. Se han aliado a través de la llamada Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), con la única dictadura del Socialismo del Siglo XX, totalitaria, retrógrada y estalinista, y si no fuera porque ya éste no es el mundo bipolar del siglo pasado con la Unión Soviética a la cabeza, ya hubiesen acabado con todo lo que queda de democracia y libertad en sus respectivos países. Sabemos perfectamente a quienes me estoy refiriendo, a Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Y nos preguntamos, cómo un continente que comenzaba a dar pasos firmes hacia la democracia, con ejemplos como el de Chile, Brasil, Colombia, etc., ha podido parir estos regímenes; sin embargo la respuesta no es difícil: la corrupción de la clase política, el desarrollo sin inclusión social, la falta de esperanza de los pueblos ante la riqueza de unos y la pobreza de la mayoría, y un largo etcétera.
Decíamos al principio de este artículo y lo repito aquí: aunque no corresponde a la Iglesia tomar partido por sistemas o programas económico-sociales concretos, la doctrina social de la Iglesia, inspirada en los valores evangélicos, y con la experiencia del desarrollo histórico de la humanidad, a través del bien común, de la dignidad humana, de la subsidiaridad y de la solidaridad, nos propone trabajar por sociedades plenamente humanas, en que la democracia se encauce a través del desarrollo de una poderosa sociedad civil y de una economía orientada hacia la justicia y la libertad. Eso es democracia real e implica: el derecho a elegir a los gobernantes dentro de un estado de derecho, con separación e independencia de poderes, con una prensa independiente y libre, y con el derecho de todos al sagrado bien de la libertad sin coerción y sin miedo. Pero también implica una economía, que permita el acceso de todos a la educación y al progreso. Es por ello que debemos luchar por sociedades en que todos tengan igualdad de derechos y deberes y que la economía esté orientada a la formación de una clase media próspera que sostenga los pilares de esa democracia.
El Bien Común y la Dignidad Plena del Hombre.
Para el filósofo católico Jacques Maritain, una de las figuras más influyentes del pensamiento social cristiano contemporáneo, el fin de la sociedad política es perseguir el bien común. Por su carácter de común este bien abarca tanto a la sociedad como a la persona. En otras palabras, en tanto se es "individuo" se es parte de la sociedad y en cuanto se es "persona", es decir, algo más que simple fragmento de materia, se participa de lo social ya que se permite al hombre la realización plena de sus más altas funciones. No es el ser humano simple elemento sirviente del Estado. Este personalismo de Maritain es asiento básico para condenar toda forma de totalitarismo que siempre pretende absorber hasta las funciones más espirituales del ciudadano. Y al mismo tiempo implica un rechazo de la tesis individualista liberal que considera al hombre como simple átomo social.
Un buen ejemplo de bien común es el derecho de todos los seres humanos de contar con un servicio de salud al alcance de todos y que respete integralmente los valores esenciales de la dignidad humana. Juan Pablo II declaró a la Doctrina Social de la Iglesia como rama de la teología moral. Entonces pues nos encontramos ante dos cuestiones verdaderamente esenciales encuadradas como ejemplo en el principio del bien común:
La primera: la Iglesia nos enseña a respetar la Dignidad Plena del Hombre, desde el mismo momento de la concepción. El feto sólo necesita alimento y oxígeno para lograr nacer como niño, por lo que dejándonos guiar por la misma razón, unos meses atrás es tan niño como unos meses después, lo que sólo con carácter embrionario. Pertenece al género humano, como nosotros, con un alma inmortal como nosotros, es por ello que un sistema de salud que se respete, debe respetar la libertad de los cristianos en defensa de la vida y no obligar jamás a las instituciones de la Iglesia a ponerse en contra de esos principios. No podemos caer jamás en lo que hoy sucede en Cuba, que cuando una muchacha queda embarazada y va al médico, lo primero que éste le pregunta es, ¿lo vas a tener o vas a hacerte un legrado? Eso es totalmente inmoral. Es por ello que la Iglesia aquí en los EE.UU. ha luchado abiertamente en contra del decreto por el cual se obliga a las instituciones católicas a pagar seguros que garanticen métodos abortivos de contracepción. Es un Bien Común, el derecho de todo ser humano a su plena dignidad, desde la concepción y la Iglesia está obligada a defender ese derecho. Eso es parte de su Doctrina Social, como rama de su teología moral.
La segunda: el pensamiento socialcristiano, iluminado por la Doctrina Social de la Iglesia, que nos marca por encima del ser individuos, el ser personas, que nos hace libres con la libertad plena de los hijos de Dios, a través del amor, que nos lleva a compartir el bien común con nuestros hermanos, en la búsqueda no de un igualitarismo decadente como el que alimentan las sociedades marxistas, sino de la igualdad en la libertad y en la búsqueda de la felicidad, como impregnaron los Padres Fundadores a los Estados Unidos de América. Y esa dignidad de la persona, que tiene en primer lugar que disfrutar de libertad, que tiene también que alimentarse, vestirse, tener un techo donde cobijarse, las condiciones para trabajar y formar una familia, tiene también necesariamente que tener acceso al cuidado de su salud, no como un problema solamente de responsabilidad individual, sino como un derecho inalienable. Los cristianos a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, tenemos también, una gran responsabilidad en promover estos valores. Sanar a los enfermos es una constante en todos los Evangelios. Si bien, Cristo realizó diversos milagros sobre lo inanimado, como la transformación del agua en vino, la pesca milagrosa, etc., la mayoría de sus milagros son de sanación, lo que nos confirma su alto nivel de Amor y Compasión por el Prójimo. Los Evangelios nos lo confirman constantemente: el leproso que queda limpio inmediatamente, al ser tocado por Jesús; el sábado que entró en la sinagoga y curó al hombre que tenía la mano seca, a pesar de estar al acecho de los escribas y fariseos, para los que ese gesto, un sábado, era totalmente ilícito; el paralítico de nacimiento que queda totalmente curado; en Lucas 6-17 se lee: toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. Y así podríamos llenar párrafos de narraciones donde ese amor de Dios hacia los hombres en la persona de Cristo se manifiesta en la sanación de todos aquellos que lo necesitaban. Evidentemente, en los tiempos de Jesús, no existían ministerios de Salubridad, o de Salud Pública, para atender las necesidades de los pueblos, sin embargo, su ejemplo lleno de compasión por los que sufren, nos da a los cristianos una pauta, y es: el Amor que se hace Persona en Jesucristo implica también la sanación para todos. En el caso concreto de los EE.UU. ejemplo de democracia ante el mundo, es inexplicable, que haya millones de personas viviendo sin seguro de salud, sin poder mantener un cuidado de salud preventiva como debe ser, y de hecho es, en prácticamente el resto de las democracias desarrolladas de occidente; incluyendo además a miles de familias que caen en bancarrota cada año, debido a sus deudas impagables por los servicios médicos recibidos, es verdaderamente increíble y lamentable. La Iglesia debería también manifestarse con fuerza en este sentido.
Economía Social de Mercado.
El Dr. Antonio Jorge, uno de los más grandes economistas cubanos y cristiano ejemplar, nos iba a hablar en el marco de la 2da Semana Social Católica, celebrada en Miami del 4 al 10 de marzo pasados, sobre Economía Social de Mercado, y me decía que quería también explicar cómo la misma sería un pilar fundamental en el desarrollo de una Cuba libre en el futuro. Falleció antes de este evento, y aunque no soy economista, desarrollaré algunas ideas tomando como referencia la conferencia de Klaus Shaffler: “Economía de mercado con responsabilidad social: La experiencia alemana”, ya que la ESM juega un papel importante en la construcción de una sociedad con justicia para todos.
El concepto Economía Social de Mercado se aplica, en sentido estricto, al modelo de ordenamiento económico, explícitamente elaborado, que le sirvió al primer gobierno de la República Federal de Alemania después de la segunda guerra mundial como pauta para encauzar su política económica. De tal manera, la ESM surgió como un proyecto político-económico concreto, para dar respuesta a la virtual destrucción de Alemania luego de la Segunda Guerra Mundial (y por Cuba ha pasado un terremoto durante 53 años que la ha dejado destruida y cayéndose a pedazos). Fue el partido Demócrata Cristiano alemán el que asumió este proyecto en su convención de Ahlen en 1948.
En otras palabras, la ESM alemana fue el resultado de un proceso evolutivo, en el que intervinieron factores económicos, del mismo modo que la voluntad constituyente de su dirigencia política, luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, un análisis de la ESM reducida exclusivamente a hechos económicos, correría el peligro de perder de vista esta interdependencia que le proporcionan los impulsos esenciales al sistema en todas sus ramificaciones. Los lineamientos básicos esenciales del modelo caracterizan la constitución económica de la mayoría de las naciones industrializadas de occidente, aun cuando no necesariamente su reflexión teórico-ideológica.
El concepto de la ESM se apoya en tres principios: libertad, solidaridad y justicia social, e interrelaciona así política económica con política social. Bajo esta forma se integra el dinamismo productivo del mercado con medidas compensatorias que sin interferir sobre los mecanismos de la competencia tienden a lograr una mayor justicia social. Las bases de la ESM se inspiran en las ideas del ordoliberalismo, la ética protestante y la Doctrina Social de la Iglesia con sus principios pilares que son la solidaridad y subsidiaridad. La solidaridad que mira al bien común y la subsidiaridad que nos dice que lo que puede hacer el individuo o la sociedad más pequeña que no lo haga la sociedad más grande. O dicho en términos económicos: tanto mercado cuanto sea posible y tanto estado cuanto sea necesario. Por lo que la ESM se puede definir como una idea de ordenamiento económico, que persigue el objetivo de combinar, sobre la base de una economía competitiva, la libre iniciativa con el avance social.
¿Seremos capaces de alcanzar estos objetivos? Esperemos que el gran sueño del Dr. Antonio Jorge de una Cuba libre y democrática, con una economía social de mercado que pueda traer justicia social a todos los cubanos, pueda hacerse realidad en muy poco tiempo. Esperemos también que las enseñanzas de Juan Pablo II, puedan hacerse realidad en este mundo en que vivimos y que nosotros los cristianos podamos poner un granito de arena en su realización. Pensemos también que debemos ser sal en la sociedad en que nos ha tocado vivir, pues si lo olvidamos, ¿quién la salará?