He estado pensando… (LXXXVIII)

Padre Alberto Reyes

                He estado pensando en el “cuánto más”

En el año 1983 hubo una reunión de la comunidad científica internacional para tratar un tema peligrosamente emergente: el SIDA. Todos eran conscientes de que era una enfermedad nueva y real, todos sabían que estaba haciendo estragos, pero ninguna revista de prestigio quería dar la voz de alarma, ninguna revista científica importante quería dar el primer paso, y no sólo porque se desconocía mucho sobre el tema sino porque no sabían si era realmente relevante, y la soberbia de no poner en peligro su prestigio mantuvo la enfermedad fuera de las publicaciones.

En esa reunión, una persona lanzó esta pregunta: ¿Cuántos muertos más necesitan ustedes para decidirse a actuar?

Yo miro hoy la realidad cubana y me vienen a chorro miles de versiones de la misma pregunta:

¿Cuánto más debemos padecer para que termine esta pesadilla?

¿Cuánta más oscuridad, calor, mosquitos, cansancio?

¿Cuánta más hambre y alimentos echados a perder?

¿Cuánto más llanto de niño y desesperación de sus padres?

¿Cuánto más padecimiento y cuántas más muertes por falta de medicamentos?

¿Cuántos suicidios más de los muchachos del Servicio Militar obligatorio?

¿Cuántos presos más por reclamar públicamente la libertad y el bienestar de esta isla?

¿Cuántos muertos más intentando escapar de este infierno?

¿Cuántos militares más castigados por su decisión de retirarse o por sus intentos de abandonar clandestinamente el país?

¿Cuánta más falta de esperanza, de libertad, de horizontes para nuestros jóvenes?

¿Cuántas burlas más de las autoridades de este país que nos hablan como si fuéramos incapaces de pensar?

 ¿Cuántos sueños más deben romperse para que los que mueven los hilos de esta tierra vean, si es que no ven; entiendan, si es que no se dan cuenta; y se conecten con el alma destrozada de este pueblo que ¡YA NO PUEDE MÁS!

 Vivimos una situación de sinsentido, de ausencia de rumbo. Es un pueblo caminando hacia la nada. Pero la nada no permite la vida.

 ¿Y qué opciones tenemos? Porque nadie da la cara, nadie asume la responsabilidad última, nadie desde los estratos de poder levanta una voz creíble para decir lo que hay que decir: Que este país tiene que cambiar de rumbo, y dejar atrás la ideología que lo hizo pasar de la prosperidad a la miseria, de estar entre los primeros países del mundo (con sus problemas a resolver) para llevarlo a un estado de indigencia, de mendicidad, de desesperación y hastío.

Y mientras tanto, el pueblo sufre, y se desespera en la oscuridad y la impotencia. El pueblo muere, entre el miedo a la cárcel y el sueño de la emigración. Pero el pueblo también piensa, y siente que su paciencia tiene un límite, y que por algún lado tiene que llegar la solución a este pantano donde parece que la única opción es hundirse. Una solución que de momento espera que se le ofrezca, pero que él mismo buscará cuando vea que no llega.

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