He estado pensando en la necesidad de pensar
Nada en este mundo se sostiene sin apoyos. Un líder (dictador o no), un sistema político, una ideología…no pueden establecerse, fortalecerse, perpetuarse ni sobrevivir sin personas que se entreguen a la tarea de sostenerlos. Cuba no es la excepción. Este sistema se mantiene porque todavía mucha gente pone de su parte para darle vida, por varios motivos.
Hay quien todavía cree en la bondad de la Revolución, y está convencido de que es el mejor proyecto para este país. Por otro lado, una de las cosas más difíciles para el ser humano es el cambio interior: cambiar sus ideas, sus criterios, su visión de la realidad. Otros están comprometidos con las estructuras de poder, están vinculados por su trabajo a los órganos vitales de este sistema. Y no podemos descontar el miedo, no sólo el miedo ambiguo y abstracto a “lo que me pueda pasar”, sino el miedo concreto y real a la represión, al castigo inmisericorde.
Cada uno es libre de tomar sus decisiones, y de arrimar el hombro para sostener la causa que quiera, pero esa libertad no puede justificar el que la persona no piense, no evalúe la realidad, y no saque conclusiones con base en lo que está viviendo.
Porque puedes amar a esta Revolución desde lo más profundo, pero acepta que esta Revolución te mantiene en una vida miserable, donde ni tú, ni tus hijos, ni tus padres tienen lo básico resuelto: ni la comida, ni los medicamentos, ni el transporte, ni el dinero necesario, ni la libertad de expresión…
Puede ser muy duro para ti cambiar tus criterios, y admitir que creíste y te sacrificaste por un espejismo, pero llevamos 65 años construyendo un mañana mejor que no llega, un futuro brillante que no aparece, una nación próspera que está cada vez más en ruinas… ¿cuántos años más necesitas para darte cuenta de que no va a ocurrir lo que te han prometido?
Es complicado estar comprometido con este sistema, y ser militar, policía, de la seguridad del Estado, boina roja, avispa negra, agente encubierto… pero nada de eso evita que tú, y tu pareja, y tus hijos, y tus padres sufran los cortes de luz, los mosquitos, el calor…
Nada de eso evita que se te eche a perder la leche del desayuno, o que no encuentres el medicamento necesario…
Nada de eso evita el que sepas que no eres libre, que no puedes decir todo lo que piensas, que muchas veces tienes que cuidarte de tus mismos compañeros.
Nada de eso evita la certeza de que eres prescindible, y de que un mínimo desliz puede precipitarte en la nada.
Puede que el miedo sea comprensible y tenga bases reales, pero eso no niega que vivir en el miedo es optar por la esclavitud, y que tanto el miedo como la esclavitud aprenden a echar raíces, entre las cuales aprendemos a acomodarnos, justificando nuestra inercia y esperando a que otros vengan a salvarnos la vida.
Aún así, cada uno es libre de tomar sus decisiones, y de arrimar el hombro para sostener la causa que quiera, pero lo que elijas será tu vida, y no habrá otra. Por eso, antes de arrimar el hombro, creo que es ineludible pensar y preguntarse: ¿es esta la vida que quiero vivir?