Reply: El Inolvidable Doctor Beato

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Topic History of: El Inolvidable Doctor Beato

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El Dr. Virgilio Beato nació en Matanzas, Cuba, y se graduó como especialista en Medicina Interna en 1945. Fue profesor en la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana, y desempeñó su profesión en el hospital universitario y la consulta privada hasta su salida de Cuba después de ser expulsado en 1961 del hospital donde trabajaba por el gobierno comunista, acusado de "contrarrevolucionario" . En el exilio trabajó en el Robert B. Green Hospital y en el Baptist Hospital en San Antonio, Texas, en la Universidad de Texas y San Antonio, y en el Jackson Memorial Hospital de Miami. Mantuvo abierta su consulta médica hasta cumplir sus 95 años y le concedieron honores en el Congreso de Estados Unidos y se izó la bandera en su nombre en el Capitolio de Washington DC al cumplir sus 100 años de edad. Además, le concedieron la llave de la ciudad de Coral Gables, Florida, y nombraron el 20 de diciembre como "Virgilio Beato Day".

Fue una persona muy amable y multifacética, destacando por sus conferencias, por sus conocimientos de filosofía y ciencia política y como un verdadero virtuoso del trombón. Falleció el 28 de julio de 2018 a la edad de 101 años. Cuba perdió a un digno patriota, a un gran científico y a un genuino defensor de la democracia.

DemocraciaParticipativa.net ha perdido también un muy apreciado colaborador.

Así mismo!
Me recordaba el Dr. Fernando J. Milanés que su padre fue profesor de Beato, y no podia estar mas orgulloso de su alumno.
La medicina cubana ha sido prolífica a la hora de darnos grandes médicos. Pero Beato fue mucho mas que eso.
Como se refirió a él mi comadre, Cristina De Juan, vamos a extrañar (y a recordar siempre) al SEÑOR y DOCTOR Beato...

Lo recordaremos siempre con cariño y admiración. Fue un faro paradigmático de la democracia, un amigo ejemplar y defensor de las causas justas.

Cuando recién me afincaba yo en Miami, allá por los primeros años de la década de los ochenta, me agarré una pulmonía de aquellas, y un gran amigo (Raúl de Juan, otro cubano que vivió mucho tiempo en la Argentina) me sugirió que fuera a la consulta de su amigo, el Doctor Virgilio Beato.

Mientras aguardaba mi turno en la amplia sala de espera del consultorio del Doctor Beato en Coral Way, muy cerca de la hoy desaparecida librería La Moderna Poesia, me llamó la atención que prácticamente todos los pacientes que esperaban en ese recinto me doblaban en edad, lo que me llevó a impacientarme un poco y a dudar de la recomendación de Raúl (¿me había enviado a un geriatra?). Pero mi impaciencia me duró poco: vi a un señor mayor, impecablemente vestido, con una piel tersa y un aspecto desde todo punto de vista envidiable, asomarse sonriente a la sala de espera. Pregunté quien era y me dijeron que ese era el Doctor Beato.

Con el Doctor Beato, lo que uno veía por fuera (un Dandy) era un fiel reflejo de lo que había por dentro: un hombre de una fineza y claridad conceptual inigualables, una mente y un corazón atildados y sumamente ordenados, un alma entregada sin reservas a su profesión (su ojo clínico fue legendario) y al servicio de los demás. Pero con solo verlo uno se daba cuenta del porqué aquel consultorio estaba lleno de gente de su misma edad o mucho mayores que él: todos querían (queríamos, ya a estas alturas) parecerse a él, y todos querían ser pacientes del geriatra que había descubierto la fuente de la juventud.

Este Matancero empedernido que llegó a ser un jovenzuelo de mas de cien años tenia una visión del mundo propia de un renacentista, abierta de par en par a todo tipo de conocimientos, y expuesta siempre al dialogo y a la reflexión, apoyadas ambas virtudes en su inagotable capacidad para escuchar a los demás (una de tantas cosas que lo distinguían del cubano promedio).

Con una tabla y una paciencia que siempre le envidié porque nunca he tenido, navegó durante años por el proceloso mar del exilio cubano, muchas veces contra la corriente, apoyando (y a veces liderando) procesos de reconciliación y propuestas como el Proyecto Varela, aferrado siempre a la realidad, aun ante los embates de quienes siempre pretenden excluir a unos o a otros.

Sus almuerzos o convivios de los terceros miércoles de cada mes eran una suerte de ateneo donde se reunían luminarias de la cubanìa como José Ignacio Rasco, Luis Botifol, Manolin Hernández, Tony Ramos, Rogelio de la Torre, José Lacret, Enrique Ross, y muchos otros en quienes abrevé para intentar saciar mi siempre limitado conocimiento de una Cuba que dejé a los ocho años.

Vivió mas de cien años, con la mente clara y el apetito intacto (hace apenas un par de semanas le llevé unas empanadas de choclo que le encantaban, y que pedía invariablemente en el Rincón Argentino, donde almorzábamos con mucha frecuencia, y me encontré con que se acababa de comer un tamal en cazuela que le había llevado otro amigo).

Con el fallecimiento del Doctor Virgilio Beato se cierra un ciclo. Pero, y sobre todo, permanece su legado de cubano ejemplar, alumbrando como pocos el camino por recorrer.

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