Reply: "El Che en Paris" y el realismo mágico de la revolución castrista

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Topic History of: "El Che en Paris" y el realismo mágico de la revolución castrista

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Toda religión, incluyendo la marxista, necesita de santos canonizados. -- La involución cubana ha hecho este aporte al izquierdismo mundial, que no fue logrado por los bolcheviques, maoístas o los esteuro peos. Hay que felicitar a los Castro'es por el éxito de este mito - fraude a nivel mundial . SANTIAGO CARDENAS

La religión del "comunismo", que no tiene una doctrina definida porque se formula según los antojos de dictadores totalitarios, es sin embargo dogmática cuando se trata de endiosar a ídolos vivos o muertos. Este es el caso de Lenin, en tiempos ya remotos, de Mao en épocas más recientes, y de Hugo Chávez, Fidel Castro y el Ché Guevara hasta nuestros días.


El icono del Che se emplea en Cuba para elevar a los altares del comunismo a personajes como Hugo Chávez

Por eso es asombroso que en países democráticos como Francia se llegue al absurdo de rendir tributo en "la ciudad de las luces" a un sombrío asesino como fue Ernesto "Ché" Guevara. Más absurdo aún en un país que sufrió el tenebroso jacobinismo de la Revolución Francesa, las ambiciones desbocadas de Napoleón I, la ocupación feroz de otro de esos endiosados totalitarios, Adolfo Hitler, y que vive hoy acosada por el terrorismo que apunta hacia una teocracia también totalitaria.

Resultan repugnantes declaraciones públicas como la de la alcaldesa socialista, Anne Hidalgo, quien se postra públicamente, según sus propias palabras, ante "una figura de la revolución que se ha convertido en un ícono militante y romántico" como el "Ché" jacobino de la Revolución Castrista. Con esa pleitesía a un guerrillero criminal, culpable del ajusticiamiento sumario de cientos de personas en la Cuba revolucionaria de 1959-1961, la alcaldesa inaugura en París una "exposición" que estará abierta, pese a todas las protestas, proclamando y venerando hasta el 17 de febrero los símbolos y mitos de la dictadura castrista en Cuba.

La exposición gira alrededor de la personalidad mítica, imaginaria, del Ché Guevara, por muchos otros calificado como "el carnicero de la Cabaña", pero presentado aquí como un nuevo "libertador" y apóstol de una nueva era de revoluciones románticas. Este apodo descriptivo de tan siniestro personaje se debe a que Fidel Castro lo nombró en los primeros días de la revolución como Jefe de la antigua fortaleza de "La Cabaña", que domina la entrada al puerto de La Habana.

El Ché Guevara convirtió a esta fortaleza, más que en una unidad militar, en uno de los lugares más siniestros de la isla, donde fusiló a muchos cubanos sin previo juicio, tal como había hecho con alarde en la Sierra Maestra durante la sublevación armada, participando incluso en muchas ocasiones en el rito del "tiro de gracia". A muchos otros los envió a los campos de concentración, donde cumplieron largas condenas, muchas veces sin ir nunca a juicio. Sus conocidas frases de desprecio hacia los negros, indios americanos, religiosos y homosexuales muestran su aguda tendencia dictatorial bajo la sombra del capo di tutti capi vitalicio que disponía de vidas y haciendas en un "territorio" sometido a su capricho. Los socialistas que proclaman ser amantes de la democracia, lejos de defender su imagen, deberían sentir vergüenza de que estas doctrinas extremistas se identifiquen con ellos. En esa lamentable aberración ha caído incluso la Presidenta Bachelet en su obsequiosa e injustificada visita a Cuba casi en vísperas de terminar su mandato en Chile.

Una visita a esa Cuba donde como en todo sistema mafioso, cuando el gran Padrino se sintió molesto por la iniciativa de uno de sus capos –y como anteriormente ya lo había hecho con otros capos prominentes, como Camilo Cienfuegos, y posteriormente con el Gral. Arnaldo Ochoa y el ex Ministro del Interior Tony de la Guardia– decidió también quitar de en medio al capo Guevara por el simple hecho de atreverse a tomar iniciativas propias. Con la astucia de un buen Padrino, se las ingenió para no ser él quien dictara la sentencia de muerte ni aparecer ante el mundo como promotor del crimen, sino que armó todo el escenario para abandonar al Che en Bolivia y propiciar su asesinato a manos de otros.

En cierto modo se hizo justicia por el aquel de que "el que a hierro mata a hierro muere". Pero con su muerte, el capo mafioso se convirtió en un mártir muy oportuno del panteón socialista. Y los fundamentalistas de la religión comunista lo ponen enardecidos en sus altares.

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