El presidente de Cuba, Raúl Castro, cerró las sesiones de la Asamblea Nacional con un discurso en el que delineó la estrategia política que seguirá su gobierno, tanto en temas económicos como sociales y políticos.
Empezó reafirmando que su objetivo es fortalecer el sistema socialista. “A mí no me eligieron presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución”, repitió ante los 600 diputados, la prensa y el cuerpo diplomático presentes en el acto de clausura de la sesión final de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
No obstante, planteo que los cambios estructurales continuarán, se eliminarán gratuidades y subvenciones, se separaran las funciones del Partido y el gobierno, se promoverá el trabajo por cuenta propia y se pondrá fin a las prohibiciones “innecesarias”.
Entre los anuncios más importantes el Presidente dijo que se proyecta separar las estructuras del Partido Comunista de las del gobierno, que en la actualidad se mezclan a todo nivel, desde los municipios hasta la presidencia de la republica.
Expresó que esta es la última oportunidad que tiene le Revolución y repitió que si los planes fallan será “el fin” de la nación cubana. Dijo que el momento es tan definitorio que los dirigentes que no estén a la altura serán removidos de sus cargos.
Castro informó que se están adaptando las leyes para sostener jurídicamente los cambios, buscando institucionalizar el país. Cuba tendría incluso que cambiar la Constitución para poder aplicar algunas de las nuevas políticas económicas.
Ahora bien todo este reconocimiento del desastre causado al País por una política de centralización absurda , que ha sumido al pueblo cubano en la crisis más aguda de su historia republicana, no ha sido suficiente para hacer comprender al Gobierno cubano el fracaso rotundo del sistema socialista. ¿Cómo pretende el Gobierno de Cuba, hacer eficiente el Socialismo instrumentando medidas clásicas del capitalismo salvaje?
Al plantear cambios en las leyes, el Gobierno reconoce algo que se ha venido señalando por parte de la oposición en todos estos años, la necesidad de una nueva Constitución que sea democrática y reconozca el derechos a todos los cubanos por igual. Esta Constitución debe garantizar las libertades fundamentales a todos y cada uno de los ciudadanos del País. Por eso en estos momentos se debería convocar a todos los nacidos en la Isla a participar en unas elecciones libres y democráticas con el fin de elegir un nuevo Parlamento, el cual se encargaría de legislar las nuevas leyes que tanto necesita nuestra Nación. ¿Se atrevería la desgastada dirigencia histórica del País a realizar elecciones libres? Estamos seguros que no, saben que nadie apostaría por ellos y de seguro perderían el poder. Esta sería la prueba final de su fracaso.