Esta mañana me despertó mi esposa con el radio a toda voz, con noticias de Venezuela llenas del optimismo y la esperanza de que había llegado la hora final de la tiranía maduro-chavista.
Grupos militares, decían, están respaldando al Presidente legítimo y el pueblo se ha lanzado a la calle para respaldarlos y poner fin a la tiranía.
Poco después encontré en el Internet alentadoras noticias de Lilian Tintori, según las cuales su esposo Leopoldo estaba en libertad y se había sumado a la concentración popular en respaldo del Presidente legítimo, Juan Guaidó. Debo confesar que me conmovió de alegría esa noticia, que se me antojaba muy prometedora.
Lamentablemente, con el paso de las horas siento que mi optimismo se desvanece porque no veo sobre el terreno que haya una estrategia suficientemente coherente para deshacerse de una vez por todas del usurpador y permitir al Presidente legítimo gestionar su mandato para comenzar la reconstrucción de su atribulado país e iniciar el proceso orientado al pleno restablecimiento de la democracia.
¿Por qué no se han tomado, con el apoyo masivo de las multitudes, las estaciones de radio y televisión para propagar un mensaje que fuera capaz de motivar a las fuerzas armadas indecisas a reaccionar a favor de Guaidó? ¿Por qué sigue siendo el pueblo el que enfrenta desarmado a los esbirros del usurpador sin el apoyo del destacamento armado que se supone que desde esta madrugada respalda a Guaidó? Con manifestaciones, protestas y piedras no se puede derrocar a una tiranía feroz fuertemente armada, dispuesta a asesinar a su pueblo y aplastar a los manifestantes.
Además, ya es hora también de que el Presidente legítimo pida un respaldo militar de los países democráticos frente al genocidio que está cometiendo el usurpador. ¿Acaso van a permitir las naciones democráticas que el usurpador ahogue en sangre a su pueblo? ¿Que otras naciones intervengan descaradamente contra el pueblo venezolano sin que nadie se les oponga para contrarrestar la agresión a todo un pueblo?
El tiempo corre a favor de la dictadura, que sí está recibiendo apoyo tangible e intervencionista de otras naciones enemigas de la democracia y la paz. Ojalá que el mundo despierte a tiempo, porque a falta de acciones decisivas en las próximas horas, enterraremos la libertad del pueblo venezolano durante muchas décadas por venir.