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El caracter insular de Cuba ha permitido que el cubano se vea prisionero del Estado, sin que se le permita movilizarse al exterior cuando así lo desea, e incluso desplazarse por el propio territorio nacional.
Desde el triunfo de la revolución, los castristas cerraron las puertas de la Isla y la han convertido en una inmensa prisión.
Los balseros que tratan de escapar de la isla son un claro ejemplo del deseo del cubano de escapar, pese a los riesgos de la travesía.
La libertad de moverse libremente ha quedado aún más restringida en varios artículos de la nueva Constitucion recientemente vigente.
Los éxodos han sido la forma de huir de la Isla desde hace 60 años.
Hoy unos mil nacionales esperan en Ciudad Juárez, fronteriza con Estados Unidos, mientras otros 400 se unieron a una multitudinaria caravana de centroamericanos que avanza por el sureste de México con miras a llegar a territorio estadounidense.
Con un nuevo Período Especial afectando de nuevo a Cuba, el isleño se verá doblemente motivado a dejar el terruño, en busca de libertad y una mejor vida para él y su familia.
Como relató magistralmente Reinaldo Arenas en su libro "El Color del Verano":
"Partía, partía. La isla partía. Ya no se trataba de una loca que se tiraba al mar y convertida en pargo nadaba hasta Cayo Hueso; ya no se trataba de un recluta que cansado de los atropellos militares se abría camino en el mar sobre una goma de camión; ya no se trataba de un negro formidable que luego de haber sido doblemente discriminado (como hombre y como negro) partía sobre un madero flotante; ya no se trataba de una familia que sobre una balsa hecha con la mesa del comedor se lanzaba al golfo; ya no se trataba de miles de hombres fluyendo en cualquier cosa que flotase en busca de un destino incierto, pero a menos esperanzador. Se trataba de que el país en si mismo partía en estampida geológica y geográfica".
Si por el propio cubano dependiera, ya no quedaría nadie en la Isla y el "suiche" de la luz definitivamente habría quedado apagado.