La Guerra contra la Navidad comienza aproximadamente en la misma época cada año, cuando las tiendas comienzan a vender árboles de Navidad de plástico o cortados de los bosques y gigantes inflables de Papá Noel. Dependiendo de cuáles son los medios de comunicación, esta guerra se perfila con mayor o menor intensidad como un esfuerzo subversivo de los liberales de izquierda para borrar todo rastro del cristianismo. ¡Y lo están logrando! Cada vez se ven menos adornos con las imágenes del Niño Jesús, María, José, los magos y los pastores, pese a que esas "fiestas" son conmemorativas de un hecho ocurrido hace 20 siglos que cambió el rumbo de la civilización hasta edificar la sociedad moderna. De hecho, esos motivos conmemorativos prácticamente han desaparecido de las tiendas, de las postales y de los arreglos luminosos frente a muchos hogares que se regalan a nuestra vista en esta época del año.
Lo cierto es que, durante siglos, la gente ha estado celebrando la Navidad con los negocios cerrados, yendo a la iglesia, cantando villancicos y disfrutando de la sidra, el champan o el vino con familiares y amigos. Sin embargo, la guerra contra la Navidad no es nada nuevo.
En 1657, el Parlamento británico prohibió cerrar negocios en Navidad o asistir o celebrar un culto navideño. Pero el pueblo inglés decidió que no dejaría de lado sus festividades sin luchar. Se produjeron disturbios y protestas callejeras, mientras que muchas personas seguían celebrando la Navidad clandestinamente, en privado, dentro de sus hogares o, incluso, en sus lugares de culto.
Para colmo, los puritanos, a pesar de ser también cristianos, después que huyeron de Inglaterra para librarse de la ruda intransigencia contra sus creencias, sin embargo desalentaron en el Nuevo Mundo las celebraciones navideñas y llegaron tan lejos en Massachusetts hasta el extremo de condenarlas como un delito punible por ley; pero no pudieron obligar a otras colonias del Nuevo Mundo a hacer lo mismo. Las celebraciones navideñas eran algo común en Virginia, Maryland, las Carolinas, Delaware y otras colonias donde los inmigrantes mantenían intactas las tradiciones navideñas que habían traído del Viejo Mundo.
Finalmente, las celebraciones navideñas prevalecieron en los Estados Unidos, pero a medida que se hicieron más populares a lo largo de los años, también se comercializaron más. Tanto los cristianos como los no cristianos siguieron colocando árboles de Navidad o anticipando las visitas de Santa Claus, pero cada vez con menos frecuencias colocando las figuras del pesebre y del nacimiento de Jesús. Eso sí, comprando regalos, ¡cada vez más regalos!, para la familia y los amigos. Y la comercialización de esa fecha conmemorativa se hizo más intensa: se inventó el "Black Friday", el viernes después del Día de Acción de Gracias, identificado como el inicio oficial de la temporada de compras navideñas, dando paso a que las tiendas abrieran sus puertas la noche del Día de Acción de Gracias en perjuicio de sus propios empleados, religiosos o no. Para no quedarse fuera, los minoristas en línea crearon Cyber Monday para atraer a los compradores a la WEB a comprar más. Y la Navidad empezó a convertirse en un festín consumista.
A pesar de la comercialización de la Navidad, todavía se consideraba principalmente una fiesta religiosa durante la mayor parte del siglo XX, conmemorando el nacimiento de un niño que habría de cambiar la historia de la humanidad. Pero durante los últimos 25 años, más o menos, los secularistas, los seudo humanistas y los ateos se volvieron más vocales sobre su muy mal interpretada "separación de la Iglesia y el Estado".
Ciudadanos privados, la ACLU y otras organizaciones presentaron múltiples demandas contra los gobiernos locales, estatales y federales de Estados Unidos para eliminar las escenas del nacimiento de Jesús y otros símbolos cristianos de los lugares públicos. También se han tomado medidas legales para eliminar las referencias cristianas, los villancicos y la palabra "Navidad" de las obras y programas escolares. ¡Hasta algunas cadenas de televisión han prohibido esa palabra en sus programas! Cabe preguntarles a todos ellos: ¿Qué es lo que celebran en ese día?
Es lógico que muchos cristianos consideren que esto es un ataque a su libertad de expresión y a su libertad religiosa. Afirman que Estados Unidos se fundó sobre principios cristianos, que es el producto de la cultura y la civilización judeocristiana y que la Navidad es un día festivo federal que celebra el nacimiento de Cristo, por lo que las exhibiciones cristianas de Navidad deben dejarse en paz sin importar dónde libremente se muestren.
Cuando algunos conocidos minoristas dejaron de usar la palabra Navidad en sus materiales promocionales y conminaron a sus empleados a que evitaran decir "Feliz Navidad" para usar en su lugar la frase "Felices fiestas", se encendió la llama de indignación entre muchos cristianos. Cuando se corrió la voz, decenas de miles de cristianos firmaron peticiones y boicotearon las tiendas que tergiversaban el significado de estas celebraciones, lo que obligó a algunos a cambiar de postura. Sin embargo, muchas tiendas continuaron usando términos generales que eludían la palabra Navidad para referirse al 25 de diciembre.
Los defensores de ambos lados del debate gozaron de mucho tiempo de cobertura y entrevistas en los medios y mantuvieron la guerra en los titulares y reportajes año tras año. La retórica aumentó en julio de 2017 cuando el Presidente Donald Trump anunció durante un discurso en el Concierto Celebrate Freedom: "... les reitero que vamos a empezar a decir 'Feliz Navidad' de nuevo".
No obstante, sigue prevaleciendo la tendencia antirreligiosa, orientada a cambiar la historia, que ha penetrado insidiosamente, pero muy profundamente, en círculos académicos e intelectuales, hasta lograr influir en las decisiones del sistema judicial y en las legislaturas, no sólo para cancelar una tradición popular muy arraigada sino para sembrar también el adoctrinamiento anticristiano en escuelas, centros de segunda enseñanza y universidades.
A través de la historia, esa guerra cultural no ha podido mantenerse a largo plazo y las tradiciones populares y la fe que orienta el estilo de vida de amplísimos sectores de la sociedad, tanto en siglos pasados como en nuestros días, han acabado prevaleciendo. Por tanto, las probabilidades están a favor de quienes conocen el significado de la Navidad y por eso la celebran. No permitamos que nos sometan y digamos a pecho descubierto y con alegría: ¡Feliz Navidad! Los ateos, los creyentes de otras religiones, pueden hacer fiestas a su modo y por la razón que les parezca. Merecen pleno respeto. Basta con que también aprendan a mostrar un poco de respeto por las tradiciones milenarias de la sociedad en la que viven.