He estado pensando… (LXXIV)

He estado pensando en algo que se llama “refuerzo intermitente”

Llevamos una existencia miserable. Desde que amanece, la vida del cubano es una carrera de obstáculos para solucionar lo básico, y una carrera envuelta en el malestar que provocan la escasez, la falta de medios, los precios disparados, el calor del que no puedes escapar y, por supuesto, la tensión perenne por los cortes de electricidad. 

Nos quejamos: de las noches sin descanso, del sudor infame que empapa las camas de nuestros hijos, de los medicamentos que no llegan, de la falta de libertad… Pero seguimos aguantando, seguimos “luchando”, preguntándonos una y otra vez por qué permanecemos así si el sistema no funciona, sin darnos cuenta de que, de tanto en tanto, hay cosas que “funcionan”, y cuando eso sucede, nuestra esperanza se aferra a esos cambios puntuales, y dejamos que alimenten la ilusión de un cambio real.

Nos masacran a apagones, nos dejan sin electricidad toda la eterna y tórrida noche, y la tensión sube, y la gente se pone “rebelde”, pero de momento, los apagones “aflojan”, y la corriente viene más temprano, y nos deja un respiro para poder dormir y descansar… y la tensión se desvanece.

Falta el agua, y nos desesperamos, y de momento nuestras mujeres cierran las calles y la cosa se pone “en candela”, hasta que, de repente, se repone el agua, se soluciona la crisis, y todo se calma.

Y cuando hay un estallido incontrolable, cuando la olla a presión que es Cuba se desborda, aparece inmediatamente un escape, llámese Mariel, balseros o Nicaragua.

 

Nos controlan a ritmo de refuerzo intermitente. Cuando un interruptor se daña, y lo accionamos una y otra vez hasta que nos convencemos de que no lograremos encender la luz, nos tomamos la molestia de cambiarlo lo antes posible. Sin embargo, cuando lo que tiene es un falso contacto, y sabemos que, dándole y dándole, en algún momento el cable dañado hará “click” y lograremos encender la luz, entonces el interruptor puede estar allí por años.

Lo mejor sería cambiarlo de una vez, para que, al accionarlo, la luz viniera siempre, pero eso es más trabajoso, y como de tanto en tanto recibimos el “refuerzo” de lograr encender la luz, preferimos insistir aunque vivamos precariamente.

Cuando en la búsqueda de un sueño, un ser humano no logra lo que realmente quiere, pero de tanto en tanto logra algo y ese algo es satisfactorio, puede caer en la trampa de “del lobo un pelo”, y puede llegar a conformarse con un pelo, cuando en realidad, su sueño es el lobo entero.

Necesitamos convencernos de que no queremos que las cosas “mejoren” sino que cambien, y que cambien definitivamente.

Necesitamos convencernos de que no tenemos por qué seguir conformándonos con migajas, ni tener que hacer “más con menos”, ni enrolarnos en una “resistencia creativa”. 

Cuando nos demos cuenta de que lo que necesitamos no es lograr que el “falso contacto” funcione sino cambiar el interruptor, entonces, sólo entonces, seremos capaces de exigir el todo y no “algo”, seremos capaces de dejar los trillos agobiantes de nuestra cotidianidad para conquistar la avenida amplia y limpia de la libertad, esa que trae el progreso, el bienestar y la paz.

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