En las últimas horas conocimos la noticia del arribo a Miami, directamente desde una prisión castrocomunista, del periodista independiente Lázaro Yuri Valle Roca. Según informan los medios de prensa independientes, el destacado comunicador, encarcelado de modo arbitrario por el solo “delito” de informar a la opinión pública de la Isla, llegó a la “segunda ciudad más poblada por cubanos” tras ser desterrado de su Patria.
Las imágenes tomadas en el gran aeropuerto de la urbe floridana y que han sido colgadas en las redes resultan sobrecogedoras. En ellas aparece el rostro famélico de un señor que no guarda semejanza alguna con el que conocemos del combativo informador. Los tres años pasados en las prisiones del castrismo, el hambre y la brutalidad padecidos en ellas, lo han deteriorado como si hubiese pasado varios lustros cautivo en un país normal.
Sucederá con Lázaro Yuri lo mismo que, hace años, dije de otro preso político liberado: bastarán tres fotos (una antes de su encarcelamiento, esta de su arribo a Miami directamente desde la prisión, y una tercera tomada dentro de algunas semanas) para que hasta el izquierdista más desinformado y tonto comprenda a cabalidad la clase de porquería que es y toda la monstruosidad que encierra el llamado “socialismo del siglo XXI”.
El caso del colega Valle Roca, que felizmente ha salido ya de las tenebrosas islas del “Archipiélago DGP” (Dirección General de Prisiones del castrismo), nos obliga a recordar a los más de mil hermanos nuestros que permanecen privados de libertad sin haber cometido delito alguno. Pienso ante todo en los que han pasado más tiempo presos: José Daniel Ferrer y Félix Navarro. Pero también en los restantes. ¡Todos merecen salir en libertad ya!
La excarcelación del colega Lázaro Yuri nos conduce de lleno a otro tema de actualidad que también está relacionado con el periodismo: me refiero a la reciente promulgación de la Ley de Comunicación Social y su Reglamento, que acaban de ser publicados en la Gaceta Oficial de la República. A este tema ha sido consagrada la “Mesa Redonda” de este jueves.
La caracterización de los nuevos cuerpos legales, hecha desde el oficialismo, está signada por el inevitable blablablá comunista. Una versión sucinta de esta realidad es la que, según Juventud Rebelde, ofreció quien preside la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, Rosa María Pérez, una de las participantes en el aludido programa televisivo: la Ley, dice la burócrata comunista, “impulsa el desarrollo de la mercadotecnia, la publicidad y la propaganda con una visión científica, e incentiva la educación y la instrucción en estos temas”. La Mesa Redonda de este jueves estuvo dedicada, en esencia, a glosar lugares comunes como ese.
Al que lea pasajes con semejante contenido sin tomar las debidas precauciones, es probable que sienta deseos de aplaudir la nueva iniciativa comunista y expresar respaldo a la flamante Ley. Pero claro que una conducta de ese tipo estaría totalmente desencaminada. Lo que en realidad han dispuesto las autoridades de “la Continuidad” es la intensificación, bajo nuevas modalidades, de la represión que caracteriza el régimen inviable que ellas mismas han impuesto y mantenido a ultranza. Su aspiración es aherrojar aún más a la prensa.
Es esto lo que, de manera certera, han reflejado los órganos de la prensa independiente de la Isla. El diario 14yMedio, por ejemplo, esclarece el verdadero sentido de la nueva Ley. En un suelto colgado este miércoles, el diario redactado en la misma Habana deja claro el sentido profundo de la nueva normativa, y lo hace citando su artículo 5: “El Sistema de Comunicación Social actúa conforme al Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, expresión del pensamiento y el ejemplo de Martí y Fidel y las ideas de emancipación social de Marx, Engels y Lenin”.
Esa mezcla tan típicamente castrocomunista de conceptos, de palabrería insulsa y mendaz con frases que reflejan la indeclinable vocación totalitaria del régimen, permite entrever cuáles son las verdaderas esencias de la nueva legislación. Es lo mismo que se trasparenta de otra cita sobre los objetivos perseguidos: “estimular el uso inclusivo, ético, responsable y seguro de internet, como vía para la defensa y consolidación de la sociedad socialista”.
Yo quisiera terminar este trabajo periodístico refiriéndome a un aspecto puntual de la nueva normativa, al cual —hasta donde sé— no se le ha prestado atención en otros órganos informativos. Me refiero a que en la Ley de Comunicación Social (y también en su Reglamento) se ha manifestado, con absoluta desfachatez, una de las manías de las que los comunistas dan sobradas muestras en el terreno lingüístico.
Me refiero a la tremenda vocación que esos señores sienten por el empleo de eufemismos. Esta realidad la conocemos bien los cubanos desde antiguo. Es en base a esa obsesión que los rojos llaman “interruptos” a los simples “desempleados”; “prensa” a lo que en realidad es “agitación y propaganda”; o “deambulantes” a los “mendigos y pordioseros”…
Pero creo que, en la nueva Ley, los castrocomunistas han logrado superarse a sí mismos. Reproduzco el apartado primero de su artículo 28: “Los medios fundamentales de comunicación social son las organizaciones mediáticas que tienen un carácter estratégico en la construcción del consenso, cumplen funciones de servicio público y constituyen mediadores políticos, ideológicos y socioculturales”.
Para beneficio de quienes, para su felicidad, se han librado de tener que sufrir en carne propia las calamidades generadas por el castrocomunismo, paso a recordar algunas de las realidades que, a lo largo de más de una sesentena de años, ha padecido el cubano de a pie, las cuales quedan adecuadamente enmascaradas en el precepto legal que cité en el párrafo precedente.
Desde su misma trepa al poder, el fundador de la actual dinastía se consagró a controlar todos los medios de difusión masiva, objetivo que alcanzó en menos de un par de años. A partir de ese momento, lo que ha habido es una constante andanada de propaganda y agitación comunista, unida a la persecución despiadada de cualquier opinión discrepante o simplemente alternativa, lo cual ha incluido hasta la prisión de los heterodoxos. Pues bien, ahora ese proceso de constante conculcación de las libertades internacionalmente reconocidas ha pasado a ser llamada, en la neolengua castrocomunista, como “construcción del consenso”. ¡Qué desparpajo!