| 27 enero, 2022
La educación moral reviste diversas modalidades. El interés por la clasificación sistemática puede distinguir, por lo menos, las siguientes formas:
Directa o indirecta: la primera supone una programación específica y pretendidamente crítica (en la familia, en la escuela, en la Iglesia, etc.); la segunda va unida a los procesos de formación, de educación y de enseñanza, y no precisa una programación autónoma y sistemática.
Primaria o recurrente: la educación primaria es la que se realiza en las etapas estructurales del desarrollo psicoevolutivo y coincide con la llamada época de formación; la educación recurrente consiste en la formación permanente de los adultos en el campo de la moral.
Inicial o reeducativa: la primera se inserta en los cauces normales del desarrollo moral y, dentro de los fallos previsibles, sigue una línea ascendente hasta la maduración; la segunda trata de corregir los fallos educativos importantes y adopta un método a la vez terapéutico y constructivo.
Cívica y religiosa: la educación moral civil se mueve dentro del horizonte de la ética racional y civil, mientras que la religiosa se sitúa dentro de una cosmovisión religiosa; aunque se distinguen, no se oponen, sino que pueden complementarse.
No hace falta subrayar que todas las modalidades indicadas tienen importancia y que han de ser combinadas armónicamente.
En cuanto a los ámbitos de la educación moral es fácil señalar los siguientes:
- Ámbito de la familia
- Ámbito de la escuela
- Ámbito de los grupos de la sociedad civil: generacionales, parafamiliares y paraescolares
- Ámbito de la sociedad en su sentido amplio y global
- Ámbito de la comunidad religiosa (Iglesia)
Se entiende por ámbitos de la moralización a todas aquellas instancias que como entidad autónoma y específica tienen función directa en la formación de la persona. A pesar de su carácter autónomo o específico, todos los ámbitos educativos constituyen una unidad superior en la que se integran para construir el único frente educativo. En el planteamiento de la educación moral ha de ser tenida en cuenta esa pluralidad y esa convergencia de ámbitos educativos mutuamente correlacionados. Es muy difícil señalar la mayor o menor importancia de cada ámbito educativo en la configuración del sentido moral. En lugar de establecer comparaciones, es preferible destacar la función de cada ámbito dentro de una comprensión no reduccionista, sino globalizante.
La realidad de la educación moral consiste en la formación del hombre, individuo y ciudadano en el área de los valores éticos. Hablando en términos globales, la educación moral tiene dos dinamismos, distintos pero necesariamente complementarios: 1. la transmisión de contenidos éticos; y 2. la formación del sentido ético.
En cuanto a la transmisión de contenidos éticos, la educación moral se estructura como una enseñanza, la cual adquiere formas diversas según sea realizada en la familia (transmisión más o menos connatural de los valores éticos), en la sociedad (sistemas de socialización moral) o en la escuela (materia, asignatura, contenidos éticos de algún área determinada). En cuanto a la formación del sentido ético, la educación moral busca conformar el sujeto maduro del comportamiento responsable.
La forma de relacionar y de economizar estos dinamismos es uno de los rasgos que definen el tipo de educación moral. En términos generales, la formación del sentido moral es más importante que la transmisión de contenidos éticos. Estos tienen la función de ser signos o medios para la formación. Cuba necesita una profunda formación integral de sus ciudadanos.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.