Paris, Ene.19.– Tras años de derrotas sociales, ahora un movimiento inédito ha obligado al Gobierno francés a abjurar de su ortodoxia presupuestaria. Hábiles estrategas, los “chalecos amarillos” no se han dejado engañar por la oposición entre protección del clima y poder adquisitivo, pero prácticamente no cuentan con ninguna estrategia para invertir la situación europea.
Tras haber sabido reunir a aquellos desprovistos de voz, dudan sobre la forma de organizarse o de converger con otras revueltas, como la de los alumnos de instituto. La fuerte presencia femenina demuestra un cambio sociológico cuyas lecciones políticas aún están por extraerse. Todo ha contribuido a aumentar esta carga cuyo detonador ha sido el desprecio del presidente Emmanuel Macron.
Con los “chalecos amarillos”, un poder demasiado seguro de sí mismo y aspirante a servir de modelo para Europa ha tenido que ceder ante la revuelta de grupos sociales hasta ahora poco movilizados colectivamente. En un mes se han puesto en tela de juicio los transportes, la fiscalidad, el medio ambiente, la educación y la democracia.
Hacía tiempo que un movimiento social no causaba tanta inquietud a los gobernantes. La amplitud, duración y determinación del de los “chalecos amarillos”, así como su heterogeneidad, les ha sorprendido desagradablemente.
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