El control de la prensa y la estrategia de “cancelación” de las opiniones ajenas

Las estrategias de gobierno derivadas de los modelos del socialismo nacionalista (fascista) y/o del socialismo internacionalista (marxista o maoísta), tienen entre sus principales objetivos el control de la prensa.

Es muy peligroso cuando los medios más poderosos de divulgación y opinión se vuelcan a favor de un partido o movimiento político, mostrando un lamentable desprecio por la objetividad que es parte de la ética periodística y de la requerida imparcialidad en la difusión de noticias. Esta situación se complica en nuestros días debido al auge cada vez mayor de los medios y plataformas de comunicación, anunciados como foros libres que permiten a los usuarios influenciar en la opinión pública, pero que derivan a prácticas de censura muy ajenas a la libertad de expresión, al tiempo que le cancelan el acceso no sólo a las personas sino también a aquellos grandes medios de comunicación en masa que tienen la osadía de pensar y opinar distinto. Este fenómeno ya tiene una identidad y se le llama “cultura de la cancelación” (“cancel culture” en inglés).

A su vez, este fenómeno se ha diversificado y ha gestado otra estrategia de contracultura que se ha convertido prácticamente en un movimiento estructurado conocido como “woke”, una palabra de lengua inglesa que significa “despierto” o “he despertado”, con la que aglutina a personas que proclaman ser muy conscientes de los problemas del mundo y que, por tanto, viven pendientes de lo que otros hacen mal para poder aleccionarlos y, de ser posible, adoctrinarlos. Esto ha derivado en la ola de revisionismo histórico que actualmente recorre Estados Unidos como una forma subrepticia de reescribir la historia al estilo de los fascistas, marxistas o maoístas bajo un paraguas con título de “progresistas”; una tendencia que refleja algo más que un brote de iconoclastia o de moderada corrección política puesto que es producto de un cambio generacional radical con el ascenso a primera fila de una juventud convertida en una hornada de supuestos “guerreros de la justicia social” que se ha gestado en las universidades y que recién empieza a tomar posiciones de responsabilidad. No sería esta situación un problema tan grave si no fuera porque su rebeldía no sólo es revolucionaria sino que descansa en el cambio mediante la violencia y el sometimiento de quienes piensan distinto.

Aunque todo lo hasta aquí referido es muy grave, mucho peor es el hecho de que un gobierno tome medidas encaminadas a controlar la prensa y la opinión pública. Por eso resulta tan significativo e inquietante que prácticamente el primer acto de gobierno del Presidente Joe Biden haya sido el despido de una figura poco conocida que dirigía una agencia de la que la mayoría de los estadounidenses probablemente nunca habían oído hablar. Es notable también que la mayoría de los medios de prensa más influyentes hayan hecho mutis sobre esa decisión. 

Efectivamente, el acto de apertura de la radical purga realizada por el Presidente Biden desde el primer día de su gobierno fue el despido de Michael Pack, productor de más de una docena de documentales sobre Estados Unidos realizados por el Public Broadcasting Service (PBS) y antiguo alto empleado de entidades de radiodifusión internacionales de EE.UU., pese a que en su momento fue una elección eminentemente calificada para presidir la Agencia de los Estados Unidos para Medios Globales (USAGM).

USAGM es un organismo oficial que supervisa cinco redes importantes, incluidas quizás las dos más famosas: Voice of America (VOA) y Radio Free Europe/Radio Liberty. Estas redes de difusión son organismos públicos que semanalmente brindan información (supuestamente imparcial y no partidista) a más de 350 millones de espectadores en 100 países y en más de 60 idiomas. Este organismo que funciona de forma autónoma, pero dentro del ámbito del Poder Ejecutivo, está encargado por ley de, entre otras cosas, presentar la política del gobierno de los Estados Unidos al mundo mediante una visión equilibrada e integral de los temas críticos (los pros y los contras) como escenario ejemplar de su misión más amplia de promover la libertad y la democracia, particularmente en aquellos lugares donde tales principios son conculcados.

En ese papel, Michael Pack era una grave amenaza para los sectores del “cambio” porque cometió el “grave e imperdonable pecado” de enfrentarse a regímenes tiránicos en el espacio de batalla de la información pero lejos del discurso y la estrategia “progresista”. Por tanto, los autodenominados “progresistas” le han enfocado los cañones durante años, bombardeándolo con constantes demandas judiciales por haber tomado decisiones básicas de personal sobre quiénes deberían dirigir las varias organizaciones bajo su autoridad y por reprender a los empleados que inyectaron un sesgo desenfrenado en el contenido de USAGM, en violación de la ley. Por añadidura, este movimiento no solo se limitaría a acciones legales sino que también fomentó la rebeldía y el desacato entre el personal de la organización y desarrolló iracundas campañas en los medios de comunicación “progresistas”. La ira de sus enemigos subió de tono todavía más debido a la revisión de seguridad interna iniciada por Pack hace apenas tres años, por medio de la cual se encontraron brechas evidentes como, por ejemplo, en la investigación de antecedentes de empleados extranjeros, incluso de aquellos procedentes de naciones adversarias como China e Irán. En unas recientes declaraciones, es verdaderamente sorprendente lo que reveló Pack: "la USAGM es una agencia de 4.000 personas y, a lo largo de los años, 1.500 tenían autorizaciones de seguridad inadecuadas: ¡nada menos que el 40 por ciento!".

Además, Pack siguió revelando que: “A pesar de que la Oficina de Administración de Personal (OPM) y la Oficina del Director de Inteligencia Nacional emitieron varios informes a lo largo de los años destacando este problema, los líderes de las distintas redes de la USAGM habían absuelto a las personas que inventaron números de Seguro Social falsos, no archivaron huellas digitales, no llenaron formularios completos de admisión". Este grave problema “llegó al punto”, dijo Pack, donde la OPM (durante la Administración del Presidente Obama) “revocó la capacidad de la agencia para aprobar autorizaciones de idoneidad. … Y después de que ya no se le permitió otorgar estas autorizaciones, la agencia las concedió de todos modos. Y esto incluyó, además de las 1.500 autorizadas incorrectamente ... una pequeña pero significativa cantidad de autorizaciones amparadas por restricciones calificadas como top secret y higher clearance".

Para colmo, es sumamente inquietante que la actual Administración de Estados Unidos haya eliminado gran cantidad del contenido que ofrecía el sitio web del Departamento de Estado, donde hasta hace poco se exponían el antagonismo y las acciones nocivas del Partido Comunista Chino (PCCh) destinadas no sólo a socavar la influencia mundial de Estados Unidos sino también a ejercer una decisiva penetración en la opinión pública del país. Además, ha desvinculado al PCCh de la gestación y propagación del Covid-19 y se ha negado a proceder a un castigo o sanciones apropiadas a ese régimen por sus actos engañosos y cobardes en relación con la pandemia (ver más detalles sobre la influencia China en la pandemia ←aquí)..

Por el contrario, altos funcionarios del gobierno actual asumen la culpa y hasta pidieron disculpas a los adversarios de Estados Unidos cuando el Secretario de Estado Antony Blinken y sus homólogos del PCCh, junto con el Asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan, arremetieron contra Estados Unidos, no sólo por la “culpa” de la Administración anterior en la pandemia sino también por sus supuestas fallas –tan proclamadas por los “progresistas” en los medios de comunicación que propagan esas ideas– en la aplicación y defensa de los derechos humanos, hasta el punto que ofrecieron como respuesta el reconocimiento de esas fallas y, con propósito de enmienda, la intención de buscar cómo ser mejores. Notablemente, ese acto de contrición no incluyó las fallas ni las graves violaciones a los derechos humanos de sus interlocutores chinos.

Es muy importante que los amantes de la democracia reaccionen en un frente común que desafíe por las vías legales y pacíficas, pero con mucha firmeza y cohesión, esa penetración “progresista” que amenaza la estabilidad, la ley y el orden, no sólo en Estados Unidos sino en muchos otros países del mundo desarrollado que ahora son blanco de la cultura de la cancelación y sufren la arrogancia represiva del movimiento “woke”, como si hubieran “despertado” de la alegada “pesadilla” con que califican a las democracias que alcanzaron tan alto nivel de progreso y bienestar en el pasado siglo.
 

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