Ruidos extraños en La Habana, amenazas de ruptura y un caso para Mario Conde
- Miguel Saludes
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Ruidos extraños en La Habana, amenazas de ruptura y un caso para Mario Conde
25 Oct 2017 02:20
MIAMI, Estados Unidos.- Un coro de grillos, silbidos agudos apenas perceptibles, ondulantes a veces y “convulsos” en otras, rasgado de uñas sobre una superficie lisa. Esa más o menos es la mezcla de sonidos descritos por los afectados en el caso de los extraños ruidos que ocasionaron lesiones cerebrales o auditivas a varios miembros del cuerpo diplomático norteamericano destacado en La Habana. Una grabación difundida por AP recoge el conjunto sónico, reconocido por algunos testigos del fenómeno que escucharon en La Habana. Aunque las grabaciones fueron enviadas para su análisis a un centro especializado de la Marina, no hay posteriores respuestas sobre el resultado ni comentarios acerca de la autenticidad de lo que sigue siendo un misterio por aclarar, y del que aparentemente existen antecedentes de un incidente similar en el Moscú de la era soviética.
El episodio, además de repercutir en la salud de los empleados y sus familiares de la sede norteamericana, ha dado una excusa imprevista para que la administración del presidente Trump diera otra vuelta a la tuerca que restringe las relaciones restablecidas entre Cuba y Estados Unidos. Un nuevo paso en la faena por desarmar el legado de su antecesor demócrata, en este caso el inédito cambio con el que Barack Obama cumplía una de sus promesas de campaña poniendo fin a más de cincuenta años de ruptura diplomática entre su país y la cercana isla.
Desde que el caso saliera a la luz, casi medio año después de su verificación, llueven las conjeturas sobre las causas del problema, sus posibles autores, las medidas adoptadas en consecuencia y hasta su veracidad. La actitud mostrada por La Habana resultó sorpresiva en círculos políticos, diplomáticos e informativos internacionales. Lejos de adoptar un talante ofendido, al estilo del que hubiera asumido el desaparecido Castro, su hermano sucesor en el poder manifestó sorpresa total por el inesperado y complejo asunto que le presentaba su contraparte. Además de abrir las puertas para una colaboración investigativa en la que comprometía la participación de sus medios, en un gesto de extraordinaria novedad, daba acceso para que el FBI hiciera su trabajo indagatorio en Cuba. Postura destacada por el ex supervisor del servicio federal Leo Taddeo, quien recordó que en muchos países los agentes del Buró tienen limitado acceso o simplemente no cuentan con ninguno. Por su parte Rex Tillerson, al frente de la cancillería estadounidense, ratificó la importancia de la colaboración entre ambas partes para esclarecer el suceso.
Pero lo que podría calificarse de una oportunidad en medio de la adversidad para el establecimiento de nuevos puntos de acercamiento en base a la solución de en un caso altamente sensible, el hecho se revierte en una justificación que pone énfasis en la intención del retorno a tiempos de enfrentamiento, rupturas y atrincheramientos. Lejos de aprovechar esta inusitada situación para buscar puntos comunes que permitan la cooperación desde una nueva óptica de la política entre vecinos con diferencias ideológicas, las medidas dictaminada por la Casa Blanca pusieron el énfasis en el retiro de casi todo su personal en la sede en territorio cubano, y la expulsión de una parte considerable de diplomáticos cubanos en la de Washington.
Craso error el de implementar una retirada que, más que afectar, sería conveniente a quienes ya no deben preocuparse por controlar a un numeroso grupo de diplomáticos norteamericanos libres de circular por todo el país. El otro aspecto negativo del “castigo” lo reciben los ciudadanos cubanos, especialmente aquellos que pusieron sus esperanzas renovadoras en las nuevas circunstancias. Los llamados emprendedores a los que el mismo Trump había prometido apoyar en sus pretensiones de capitalistas emergentes. Y más todavía contra los que para conseguir una visa para visitar la cercana nación ven complicarse la gestión hasta el punto de tener que acudir a sedes consulares norteamericanas en terceros países. Una manera muy sutil de cerrar aún más la entrada de foráneos, cubanos en este caso, algo muy en la línea con el ideario refractario de Trump hacia el flujo de visitantes extranjeros.
Frente a estas posturas se aprecia el aliento que cierto sector del exilio duro y sus postulantes en el voto aplauden con fervor, pidiendo todavía más presión al punto de la ruptura total, que devuelva el río a sus cauces anteriores de aguas revueltas donde algunos pescadores sacaban buena pesca desde las dos orillas. Y es que los que apoyan medidas de cierre parecen obviar que la gente de Cuba y gran parte de la que conforma la diáspora cubana en esta parte del estrecho, serán el blanco de las malas decisiones tomadas por gobiernos y políticos. Incluso quienes en su condición de opositores ahora pueden salir y entrar de la Isla, comunicarse con el exterior con mayor amplitud o recibir recursos fundamentales para su subsistencia.
En tanto la parte medular del problema parece quedar en un segundo plano. Se trata de la gestión para poner al descubierto el origen de este dilema y sus causantes. Las especulaciones no han permitido asegurar que la parte cubana oficialista tenga algo que ver. Lo confirman las mismas autoridades norteamericanas, quienes han limitado su reclamo a la indebida protección brindada por la parte cubana a los diplomáticos. Pero también parecen asegurarlo en sus dichos al referirse a unos “malos” que no identifican con el Gobierno cubano.
Poco verosímil la versión que habla de un grupo disidente de la cúpula castrista envuelto en esta faena. Se sabe lo que cuesta, en caso de ser descubierto, algo que en Cuba es poco probable no se llegue a saber con prontitud. Queda la conexión con un tercero en busca de entorpecer el restablecimiento de unas relaciones poco simpáticas. Arriesgado pero un poco más digno de credibilidad. Esto sin dejar de sopesar posibilidades de una fallida operación protectora en busca de evitar filtraciones (los hechos se producen en medio de conversaciones secretas) y desactivar escuchas indiscretas mediante dispositivos electrónicos. Sin dejar de considerar, por qué no, la acción de operativo de inteligencia que buscara sabotear el acercamiento, en este caso desde la parte norteamericana. Todo es posible.
Más allá de especulaciones debe ser un tema de alta prioridad la verificación de ataques con un arma tan rara por su manera de producir daño como por la capacidad de utilización, algo suficientemente razonable para implementar una investigación efectiva a dos manos en momentos en que el terrorismo puede atacar de la manera menos prevista y con herramientas poco habituales. Es terrorífico imaginar que alguien cuente con la capacidad de descontrolar el cerebro de las personas con una pistola con municiones infrasónicas o ultrasónicas, con capacidad de usarse en el sitio menos esperado, sin que se sepa de donde salen los disparos silenciosos.
Por ahora las cosas parecen difíciles de aclarar, sobre todo en medio de tanta animadversión. Y no es que se tenga a menos la seguridad de quienes representan la diplomacia norteamericana en otras partes del planeta. En definitiva ellos asumen su trabajo en lugares menos protegidos, expuestos a atentados y otros tipos de ataques mortíferos, en ambientes verdaderamente hostiles donde prolifera el odio a todo lo que huele occidental. No es el caso de Cuba. Que el Estado cubano mantenga el estatus dictatorial contrario al concepto de libertades y democracia que impera en otras partes del mundo no es razón suficiente para retornar a las políticas de alejamiento propias de los tiempos de Guerra Fría. En definitiva la democracia es una asignatura pendiente para muchos aliados y amigos de Norteamérica, en cuyos terrenos se cuecen no pocas de las peores amenazas contra la nación norteña y la cultura occidental.
Finalmente hay algo más que de manera negativa han conseguido las medidas de la administración Trump. Se pone en evidencia a través del estado de opinión generado entre la sociedad cubana que en mayoría dice dudar de la veracidad del hecho. Desde la sabiduría popular surgen criterios como el que dice ver poco claro este asunto desde el momento en que “todas las personas tendrían que haber sido afectadas iguales y nadie se está quejando por eso. Es el mismo organismo, el mismo cuerpo, la misma sangre”. Tesis que se confirma con el hecho de que no todos los estadounidenses que resultaron afectados en Cuba escucharon sonidos, y de entre los que los oyeron no se ha confirmado que percibieron exactamente lo mismo. Una opinión que une a partidarios del Gobierno cubano y a ciudadanos poco afectos al mismo, que por primera vez y de manera mayoritaria manifiestan abiertamente su simpatía por la nación norteamericana y dan la bienvenida a las relaciones ahora puestas en peligro.
El episodio, además de repercutir en la salud de los empleados y sus familiares de la sede norteamericana, ha dado una excusa imprevista para que la administración del presidente Trump diera otra vuelta a la tuerca que restringe las relaciones restablecidas entre Cuba y Estados Unidos. Un nuevo paso en la faena por desarmar el legado de su antecesor demócrata, en este caso el inédito cambio con el que Barack Obama cumplía una de sus promesas de campaña poniendo fin a más de cincuenta años de ruptura diplomática entre su país y la cercana isla.
Desde que el caso saliera a la luz, casi medio año después de su verificación, llueven las conjeturas sobre las causas del problema, sus posibles autores, las medidas adoptadas en consecuencia y hasta su veracidad. La actitud mostrada por La Habana resultó sorpresiva en círculos políticos, diplomáticos e informativos internacionales. Lejos de adoptar un talante ofendido, al estilo del que hubiera asumido el desaparecido Castro, su hermano sucesor en el poder manifestó sorpresa total por el inesperado y complejo asunto que le presentaba su contraparte. Además de abrir las puertas para una colaboración investigativa en la que comprometía la participación de sus medios, en un gesto de extraordinaria novedad, daba acceso para que el FBI hiciera su trabajo indagatorio en Cuba. Postura destacada por el ex supervisor del servicio federal Leo Taddeo, quien recordó que en muchos países los agentes del Buró tienen limitado acceso o simplemente no cuentan con ninguno. Por su parte Rex Tillerson, al frente de la cancillería estadounidense, ratificó la importancia de la colaboración entre ambas partes para esclarecer el suceso.
Pero lo que podría calificarse de una oportunidad en medio de la adversidad para el establecimiento de nuevos puntos de acercamiento en base a la solución de en un caso altamente sensible, el hecho se revierte en una justificación que pone énfasis en la intención del retorno a tiempos de enfrentamiento, rupturas y atrincheramientos. Lejos de aprovechar esta inusitada situación para buscar puntos comunes que permitan la cooperación desde una nueva óptica de la política entre vecinos con diferencias ideológicas, las medidas dictaminada por la Casa Blanca pusieron el énfasis en el retiro de casi todo su personal en la sede en territorio cubano, y la expulsión de una parte considerable de diplomáticos cubanos en la de Washington.
Craso error el de implementar una retirada que, más que afectar, sería conveniente a quienes ya no deben preocuparse por controlar a un numeroso grupo de diplomáticos norteamericanos libres de circular por todo el país. El otro aspecto negativo del “castigo” lo reciben los ciudadanos cubanos, especialmente aquellos que pusieron sus esperanzas renovadoras en las nuevas circunstancias. Los llamados emprendedores a los que el mismo Trump había prometido apoyar en sus pretensiones de capitalistas emergentes. Y más todavía contra los que para conseguir una visa para visitar la cercana nación ven complicarse la gestión hasta el punto de tener que acudir a sedes consulares norteamericanas en terceros países. Una manera muy sutil de cerrar aún más la entrada de foráneos, cubanos en este caso, algo muy en la línea con el ideario refractario de Trump hacia el flujo de visitantes extranjeros.
Frente a estas posturas se aprecia el aliento que cierto sector del exilio duro y sus postulantes en el voto aplauden con fervor, pidiendo todavía más presión al punto de la ruptura total, que devuelva el río a sus cauces anteriores de aguas revueltas donde algunos pescadores sacaban buena pesca desde las dos orillas. Y es que los que apoyan medidas de cierre parecen obviar que la gente de Cuba y gran parte de la que conforma la diáspora cubana en esta parte del estrecho, serán el blanco de las malas decisiones tomadas por gobiernos y políticos. Incluso quienes en su condición de opositores ahora pueden salir y entrar de la Isla, comunicarse con el exterior con mayor amplitud o recibir recursos fundamentales para su subsistencia.
En tanto la parte medular del problema parece quedar en un segundo plano. Se trata de la gestión para poner al descubierto el origen de este dilema y sus causantes. Las especulaciones no han permitido asegurar que la parte cubana oficialista tenga algo que ver. Lo confirman las mismas autoridades norteamericanas, quienes han limitado su reclamo a la indebida protección brindada por la parte cubana a los diplomáticos. Pero también parecen asegurarlo en sus dichos al referirse a unos “malos” que no identifican con el Gobierno cubano.
Poco verosímil la versión que habla de un grupo disidente de la cúpula castrista envuelto en esta faena. Se sabe lo que cuesta, en caso de ser descubierto, algo que en Cuba es poco probable no se llegue a saber con prontitud. Queda la conexión con un tercero en busca de entorpecer el restablecimiento de unas relaciones poco simpáticas. Arriesgado pero un poco más digno de credibilidad. Esto sin dejar de sopesar posibilidades de una fallida operación protectora en busca de evitar filtraciones (los hechos se producen en medio de conversaciones secretas) y desactivar escuchas indiscretas mediante dispositivos electrónicos. Sin dejar de considerar, por qué no, la acción de operativo de inteligencia que buscara sabotear el acercamiento, en este caso desde la parte norteamericana. Todo es posible.
Más allá de especulaciones debe ser un tema de alta prioridad la verificación de ataques con un arma tan rara por su manera de producir daño como por la capacidad de utilización, algo suficientemente razonable para implementar una investigación efectiva a dos manos en momentos en que el terrorismo puede atacar de la manera menos prevista y con herramientas poco habituales. Es terrorífico imaginar que alguien cuente con la capacidad de descontrolar el cerebro de las personas con una pistola con municiones infrasónicas o ultrasónicas, con capacidad de usarse en el sitio menos esperado, sin que se sepa de donde salen los disparos silenciosos.
Por ahora las cosas parecen difíciles de aclarar, sobre todo en medio de tanta animadversión. Y no es que se tenga a menos la seguridad de quienes representan la diplomacia norteamericana en otras partes del planeta. En definitiva ellos asumen su trabajo en lugares menos protegidos, expuestos a atentados y otros tipos de ataques mortíferos, en ambientes verdaderamente hostiles donde prolifera el odio a todo lo que huele occidental. No es el caso de Cuba. Que el Estado cubano mantenga el estatus dictatorial contrario al concepto de libertades y democracia que impera en otras partes del mundo no es razón suficiente para retornar a las políticas de alejamiento propias de los tiempos de Guerra Fría. En definitiva la democracia es una asignatura pendiente para muchos aliados y amigos de Norteamérica, en cuyos terrenos se cuecen no pocas de las peores amenazas contra la nación norteña y la cultura occidental.
Finalmente hay algo más que de manera negativa han conseguido las medidas de la administración Trump. Se pone en evidencia a través del estado de opinión generado entre la sociedad cubana que en mayoría dice dudar de la veracidad del hecho. Desde la sabiduría popular surgen criterios como el que dice ver poco claro este asunto desde el momento en que “todas las personas tendrían que haber sido afectadas iguales y nadie se está quejando por eso. Es el mismo organismo, el mismo cuerpo, la misma sangre”. Tesis que se confirma con el hecho de que no todos los estadounidenses que resultaron afectados en Cuba escucharon sonidos, y de entre los que los oyeron no se ha confirmado que percibieron exactamente lo mismo. Una opinión que une a partidarios del Gobierno cubano y a ciudadanos poco afectos al mismo, que por primera vez y de manera mayoritaria manifiestan abiertamente su simpatía por la nación norteamericana y dan la bienvenida a las relaciones ahora puestas en peligro.
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