La responsabilidad obliga a la reflexión

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La responsabilidad obliga a la reflexión

01 Nov 2016 15:42
#9627
MIAMI, Estados Unidos.- Finalmente el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) decidió dar una salida razonable a la tensa situación política de España votando por la abstención frente a la investidura del actual presidente en funciones Mariano Rajoy. El popular ha ganado dos veces las elecciones celebradas recientemente, primero al imponerse por estrecho margen en diciembre y en junio con una holgada ventaja tras la fallida tentativa de Pedro Sánchez para formar gobierno con Ciudadanos. La terca postura del ex secretario general socialista con el eslogan el No es No, apoyada por un grupo importante del ala extrema de las filas del PSOE, llevó al histórico partido ante un fracaso electoral sin precedentes, la posibilidad de una fractura, amenaza de cisma y el riesgo de quedar al borde de una abismal caída, fatal para la formación socialista. El Comité Federal que produjo el desbloqueo vigente buscaba entre cosas evitar la hecatombe.

Aún así los descontentos del PSOE insisten en defender aquello de que No es No, para impedir que Rajoy sea presidente de gobierno. Inexplicablemente lo hacen a sabiendas de que unas nuevas elecciones no solo les ubicarían en un punto más alejado del poder, sino que aquello del sorpaso que no se produjo en las segundas vueltas ahora podría resultar, dejando a Podemos dueño de la situación. ¿Se puede pensar entonces en malas intenciones tras esta porfiada insistencia? Un cuestionamiento que se justifica al conocerse ciertas connivencias entre Sánchez y representantes del separatismo buscando gobierno para el primero y la posibilidad de una consulta sobre el derecho a decidir de los segundos.

El sentido de responsabilidad parece ir imponiéndose tras la decisión tomada por la corriente de los que en el PSOE comprenden que no siempre se puede decir No, o aquello de que ante un mal mayor (que en España parece personificar la figura de Rajoy) vale apostar por males menores encarnados en rostros nuevos, de los que aún no se sabe todo en cuanto sus intenciones.

En medio de esta situación se crecen las corrientes de carácter populista, abanderadas de un discurso anti sistema y separatista. Señalar la amenaza de la ruptura del pacto nacional o el retroceso institucional no es pecar de exageraciones en el contexto español, aunque muchos analistas coincidan en señalar de irreales esas contingencias. Hechos recientes encienden señales de alarma que conviene no ignorar. Los actos de desconocimiento de la fecha patria del 12 de octubre en varios puntos de Cataluña, la golpiza propinada a dos agentes de la guardia civil y sus parejas en Navarra, la propuesta de elementos de la CUP para sustituir una estatua de Colón por la de algún prócer revolucionario americano o la imagen del boicot protagonizado por estudiantes “indignados” en la Universidad de Autónoma de Madrid contra una conferencia de Felipe González, son algunos de esos datos preocupantes.

Si inquietante es que grupos radicales se organicen para dar una paliza a dos agentes policiales fuera de servicio, por el simple hecho de que estos representan el orden institucional español, lo es más la negativa de los parlamentarios de EH Bildu para condenar con su voto este hecho. Peor aún que la escena de activistas encapuchados portando carteles con frases condenatorias e insultos hacia el ex presidente González, innegable referente de la transición democrática española, es que estos hayan conseguido imponer con su bravata la imposibilidad de la intervención del líder socialista, lo que es igual a un atentado contra la libertad de expresión. Pero todavía más que el secretario general de Podemos, formación izquierdista que pulsa para desplazar al PSOE, justificara la acción repudiable en el entorno democrático que estos grupos utilizan para participar del juego político. Es el mismo Pablo Iglesias que apoyó la distribución de la declaración Universal de Derechos Humanos en plena sesión del parlamento y que ante el llamado de atención al orden reglamentario argumentara la relevancia de dicha declaración sobre cualquier estatuto. El pronunciamiento del que muchos miran como “lo bueno por conocer” ya se ha visto como se transforma cuando esa supuesta mejor opción por escoger se impone a la peor, gracias al voto ciudadano.

Conviene oportunamente hacer un paralelo entre estos acontecimientos, aparentemente lejanos por ocurrir al otro lado del charco, cuando Estados Unidos se prepara a celebrar unas elecciones cruciales en las que el voto para el aspirante a la Casa Blanca se dirime entre quienes algunos consideran los “males” Hillary Clinton y Donald Trump, y la necesidad de escoger entre ambos el mal menor. La opinión al respecto se divide según el credo ideológico y religioso. Para los detractores de la candidatura demócrata un gobierno del señor Donald Trump sería preferible.

¿Pero es cierta esta apreciación de un Trump presidenciable como la opción menos perniciosa? Los propios dichos y hechos del candidato republicano, criticado incluso por muchas voces respetables de su propio partido, hacen cuestionable esa conclusión. El sentido común y de responsabilidad obliga a la reflexión ante esta anomalía electoral que ha pronunciado frases que por solo decirlas bien mereciera quedar fuera de campaña. Ataques a las libertades de expresión, burla contra discapacitados, ataques disimulados, y no tan disimulados, contra las diferencias nacionales y religiosas, o ese reclamo de hacer grande a Estados Unidos sin mostrar en que sentido irá dirigido ese agigantamiento. Sin dudas la peor ha sido su reacción ante la pregunta sobre el reconocimiento de los resultados en las venideras elecciones. La respuesta negativa diciendo que solo lo haría si el ganador resultaba ser él deja en un segundo plano las posturas chocantes y prepotentes de quien aspira a llegar al gobierno de la que sin dudas es la nación más poderosa del mundo. Una actitud que ni siquiera puede aceptarse como broma errática o de mal gusto. Sobre todo cuando es apoyada por elementos que expresan sentimientos abiertamente ultranacionalistas, en algunos casos acompañados por simbología abiertamente fascista.

Definitivamente no siempre se puede decir que el No es No, ni que el mejor voto sea para un mal menor, sobre todo si ese mal menor viene acompañado por frases muy parecidas en la intención a la de esa variada gama de autoritarismos de sobra conocidos por la manera en que ejercitan el poder. La mayoría en su momento fueron el mal menor y el cambio necesario.
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