Guerra Rusa en Ucrania – Ya es hora de Dialogar
- Efraín Infante
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Guerra Rusa en Ucrania – Ya es hora de Dialogar
05 May 2022 19:02
Desde hace ya algo más de un mes, cualquier observador con sentido común podía vislumbrar cual sería el final de la sangrienta incursión rusa en Ucrania. Vista la paralización del ejército ruso mucho antes de llegar a Kiev y la paulatina destrucción y dispersión de la famosa caravana militar que se mencionaba ocupaba más de 40 kilómetros, se intuía que las cosas no le iban bien a las hordas moscovitas, pues ya se percibía desorden, atropellamiento e instinto carnicero en vengativas represalias a la población civil.
Al percatarnos que la violencia ejercida era principalmente con proyectiles crucero, bombardeo a larga distancia y otros proyectiles telediridos, se iba notando la ausencia generalizada de ataques de infantería, imprescindibles para garantizar las áreas invadidas previamente. ¡Las pérdidas de los mecanizados se les ha venido haciendo insoportable!
Independientemente del rosario de amenazas, proyectos tácticos y estratégicos anunciados por el actual presidente de la Federación Rusa, anuncios que de considerarse necesarios debieron ser efectuados por las autoridades militares y sus voceros y no por el Presidente, un civil, se iba notando en el frecuente cambio de planes anunciados la falta de efectividad y consolidación en las aparentemente improvisadas estrategias implementadas en territorio ucraniano.
Aún avanzando desde Belarus, las maniobras eran inconclusas así como inestables las áreas controladas en un principio por las tropas del Kremlin; eso sin analizar la irresponsabilidad e improvisación en la manera en que dichas tropas recorrieron territorio radioctivo en zonas de la fallida planta termonuclear de Chernóbil, donde se sabe que jóvenes militares rusos han sido contaminados por la radiación allí existente.
Ante estos escenarios –más lo que desconocemos pero intuimos- un diálogo serio, contundente y colectivo se impone ya para terminar con esta pesadilla, tanto para que Ucrania pueda recuperarse y que Rusia –aunque no nos guste-, de alguna manera pueda proclamar algun tipo de éxito que disimule un poco la humillación del fracaso, al menos para el consumo interno de la la población rusa, amordazada y engañada sobre la realidad de la “operación militar especial”, como la llama Vladimir Putín.
Y lo menos perjudicial para el país ucraniano, concediendo algo al orgullo e innegable poderío del nuevo zar, sería que, definitivamente, Ucrania se comprometa -de una forma en algo satisfactoria para la Federación Rusa- a no pertenecer a la OTAN, admita como permanente la anexión de Crimea a Rusia y se declaren provincias “autónomas” a Lugansk y Donestk, donde se pueda hablar como lenguas oficiales el ruso y al ucraniano y puedan mantener estrecha relación con el vecino, dado que genética, emocional y parlantemente son territorios muy pro rusos. Esto implicaría, por supuesto, que los actuales líderes del Donbás -marionetas rusas- acepten ese status como provincias o regiones “autónomas”, no independientes.
En contraposición a lo originalmente exigido por Putín, Ucrania se haría miembro de la Unión Europea, conservaría sus armas defensivas incluyendo alguna aviación –como todo país soberano- y mantendría el mismo tipo de gobierno libremente elegido, con las actuales autoridades vigentes hasta la nueva elección programada.
Lo de la reclamación a la Federación Rusa y a su Presidente por daños materiales y morales, el posible juicio por genocidio y por ejecutar una guerra sin previa declaración, al estilo de Atila, se resolvería más adelante.
Manteniendo al ejército ruso semi inmovilizado por ahora, en gran parte debido a la valentía ucraniana y al envío de armamento por parte de occidente, no se mencionaría por el momento dicha ayuda (aunque la misma se mantenga discretamente), ni las acusaciones de genocidio, mientras se obtenía una tregua mediante un concenso mundial para conversar en serio con Vladimir Putín y con Volodymyr Zellensky y lograr un compromiso solucionador. Entre los posibles componentes de este grupo mundial, pudieran estar figuras tales como el propio Santo Padre, los mismísimos autoritarios presidentes de China y Turquia, Xi Jinping y Recep Tayyip Erdogan, sin descontar al de Francia, Emmanuel Macrón, y, por supuesto, Antonio Guterres, presidente de la ONU, entre otros dignatarios.
Opínese como se opine sobre este escabroso tema, es innegable que algún tipo de intervención mundial mediante un gran diálogo es necesaria para presionar a ambos líderes a lograr un acuerdo que termine con el derramamiento de sangre, la inseguridad europea e internacional y la inevitable consternación frente a las bajas humanas y la increíble destrucción material de ese valiente país llamado Ucrania. La humanidad pide ese diálogo ya. Oremos para que con el corazón y con el intelecto, se encuentre una fórmula aceptable, aunque no sea la ideal.
Al percatarnos que la violencia ejercida era principalmente con proyectiles crucero, bombardeo a larga distancia y otros proyectiles telediridos, se iba notando la ausencia generalizada de ataques de infantería, imprescindibles para garantizar las áreas invadidas previamente. ¡Las pérdidas de los mecanizados se les ha venido haciendo insoportable!
Independientemente del rosario de amenazas, proyectos tácticos y estratégicos anunciados por el actual presidente de la Federación Rusa, anuncios que de considerarse necesarios debieron ser efectuados por las autoridades militares y sus voceros y no por el Presidente, un civil, se iba notando en el frecuente cambio de planes anunciados la falta de efectividad y consolidación en las aparentemente improvisadas estrategias implementadas en territorio ucraniano.
Aún avanzando desde Belarus, las maniobras eran inconclusas así como inestables las áreas controladas en un principio por las tropas del Kremlin; eso sin analizar la irresponsabilidad e improvisación en la manera en que dichas tropas recorrieron territorio radioctivo en zonas de la fallida planta termonuclear de Chernóbil, donde se sabe que jóvenes militares rusos han sido contaminados por la radiación allí existente.
Ante estos escenarios –más lo que desconocemos pero intuimos- un diálogo serio, contundente y colectivo se impone ya para terminar con esta pesadilla, tanto para que Ucrania pueda recuperarse y que Rusia –aunque no nos guste-, de alguna manera pueda proclamar algun tipo de éxito que disimule un poco la humillación del fracaso, al menos para el consumo interno de la la población rusa, amordazada y engañada sobre la realidad de la “operación militar especial”, como la llama Vladimir Putín.
Y lo menos perjudicial para el país ucraniano, concediendo algo al orgullo e innegable poderío del nuevo zar, sería que, definitivamente, Ucrania se comprometa -de una forma en algo satisfactoria para la Federación Rusa- a no pertenecer a la OTAN, admita como permanente la anexión de Crimea a Rusia y se declaren provincias “autónomas” a Lugansk y Donestk, donde se pueda hablar como lenguas oficiales el ruso y al ucraniano y puedan mantener estrecha relación con el vecino, dado que genética, emocional y parlantemente son territorios muy pro rusos. Esto implicaría, por supuesto, que los actuales líderes del Donbás -marionetas rusas- acepten ese status como provincias o regiones “autónomas”, no independientes.
En contraposición a lo originalmente exigido por Putín, Ucrania se haría miembro de la Unión Europea, conservaría sus armas defensivas incluyendo alguna aviación –como todo país soberano- y mantendría el mismo tipo de gobierno libremente elegido, con las actuales autoridades vigentes hasta la nueva elección programada.
Lo de la reclamación a la Federación Rusa y a su Presidente por daños materiales y morales, el posible juicio por genocidio y por ejecutar una guerra sin previa declaración, al estilo de Atila, se resolvería más adelante.
Manteniendo al ejército ruso semi inmovilizado por ahora, en gran parte debido a la valentía ucraniana y al envío de armamento por parte de occidente, no se mencionaría por el momento dicha ayuda (aunque la misma se mantenga discretamente), ni las acusaciones de genocidio, mientras se obtenía una tregua mediante un concenso mundial para conversar en serio con Vladimir Putín y con Volodymyr Zellensky y lograr un compromiso solucionador. Entre los posibles componentes de este grupo mundial, pudieran estar figuras tales como el propio Santo Padre, los mismísimos autoritarios presidentes de China y Turquia, Xi Jinping y Recep Tayyip Erdogan, sin descontar al de Francia, Emmanuel Macrón, y, por supuesto, Antonio Guterres, presidente de la ONU, entre otros dignatarios.
Opínese como se opine sobre este escabroso tema, es innegable que algún tipo de intervención mundial mediante un gran diálogo es necesaria para presionar a ambos líderes a lograr un acuerdo que termine con el derramamiento de sangre, la inseguridad europea e internacional y la inevitable consternación frente a las bajas humanas y la increíble destrucción material de ese valiente país llamado Ucrania. La humanidad pide ese diálogo ya. Oremos para que con el corazón y con el intelecto, se encuentre una fórmula aceptable, aunque no sea la ideal.
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