"La medicina cubana está reconocida como una de las mejores del mundo a pesar de la escasez de recursos". afirman algunos.
La industria biotecnológica de Cuba y su relativo éxito en la lucha contra el coronavirus contrastan con la situación de la salud pública en el país: quienes caen enfermos carecen de medicamentos para curarse.
"Simplemente, no hay", indica a EFE un joven médico de un consultorio del municipio de Playa en La Habana.
¿Y cómo es posible tratar a los pacientes sin antibióticos, analgésicos ni otros fármacos más específicos?
"¡Inventando, haciendo magia!", responde su compañera, más veterana. Explica que los pocos medicamentos aún disponibles se reservan para los enfermos más graves,
"pero incluso en el caso de las patologías severas se pasa mucho trabajo".
Cabe preguntarse por qué hay escasez si la mayoría de los medicamentos en uso en el país se producen en Cuba.
En cuanto a los profesionales, según Cubatrámite, el estudio de la carrera de medicina toma 6 años y para ser un Dr. en Estomatología, toma 5 años. Las especialidades, como cardiología u oncología toman 3 años, según lo detalla cubamundomedico.
En la calle la gente comenta y se queja culpando al déficit de profesionales y en menor medida a la carencia de recursos materiales. ¿Por qué ese déficit? Porque Cuba trafica con la exportación masiva de médicos enviados a "misiones". ¿Por qué esa carencia? Porque el presupuesto de salud en Cuba no alcanza para mantener el nivel adecuado de producción.
Es difícil encontrar un solo médico que no tenga entre sus planes el de irse a trabajar fuera de la isla, ya sea de misión estatal o a través de un contrato privado.
El salario de los médicos en Cuba duplica al salario promedio nacional, pero aun así la cifra equivalente es de entre US$40 y US$80 mensuales, apenas suficiente para subsistir.
El médico de familia X (para proteger su identidad) trabaja en una comunidad a las afueras de La Habana y tiene el expediente listo para cuando le toque "la misión" al extranjero. Sin importar a dónde o en qué condiciones, la misión es su más concreta esperanza de prosperar.
Entretanto "resuelve" un par de cartones de huevos al día en una granja cercana, y luego los vende de regreso en el vecindario para tener un poco de dinero disponible para otras necesidades.
El Dr. Z, que llegó en bicicleta a su turno de guardia en el hospital a abrirle el abdomen a la gente, es cirujano y su sueldo es un poco mejor.
Dentro del hospital muchas cosas han mejorado: tiene ventanas nuevas, baños limpios, televisores antiguos y ventiladores ruidosos en los cubículos, y ya casi no merodean gatos por los salones. El papeleo de los ingresos están meticulosamente actualizados, pero el paciente quizás pasó la noche con su bolsa de suero vacía porque nadie se percató de cambiarla.
Nadie puede sentirse protegido, por ejemplo, si llega al hospital infantil con una niña enferma y la única consulta disponible está a cargo de un estudiante de medicina, que puede ser un prodigio pero casi nunca lo es. La situación es acaso la más común para quienes no tienen amigos o familiares vinculados al sistema.
Esta nomenclatura de enchufados tiene muchos privilegios y la mejor atención a la salud que ofrecen algunos pocos centros en Cuba. Es esa también "la buena atención" que brindan a extranjeros a cambio de dólares. Véase el contraste.
[Algunos de estos datos han sido suministrados por un joven cubano que reside en Camagüey y que prefiere mantenerse en el anonimato, otros de la agencia EFE y los demás de diversas fuentes de investigación]