Un análisis del secretismo, el encubrimiento y las contradicciones que han enturbiado la verdad de su origen y la resonsabilidad de su propagación revela muchas inconsistencias que requieren una indispensable y amplia investigación.
La pandemia del COVID-19, sus orígenes y propagación
Jul. 28 (DP.net).– El debate sobre la sospecha de que el coronavirus SARS-CoV-2 surgió de un laboratorio se ha intensificado en las últimas semanas, coincidiendo con la reunión anual de la Asamblea Mundial de la Salud, en la cual la Organización Mundial de la Salud (OMS) y funcionarios de casi 200 países discutieron la pandemia provocada por este virus, más conocido como COVID-19. Después de la Asamblea del año pasado (2020), la OMS había acordado patrocinar la primera fase de una investigación sobre los orígenes de la pandemia, que tuvo lugar en China a partir del otoño de 2019.
Muchos de los científicos participantes expresaron en la reciente reunión anual que el SARS-CoV-2 probablemente surgió de un laboratorio; por tanto, no se ha descartado una fuga de laboratorio y piden una investigación más profunda sobre la hipótesis de que el virus surgió del Instituto de Virología de Wuhan (WIV), ubicado en la ciudad china donde se reportaron los primeros casos de COVID-19, así como también sobre el por qué las autoridades chinas encubrieron su propagación durante meses. El 26 de mayo, el presidente de EE.UU., Joe Biden, encargó a sus servicios de inteligencia que unieran esfuerzos para encontrar los orígenes del SARS-CoV-2 e informar sobre lo que descubrieran en 90 días (alrededor del 24 de agosto).
Australia, la Unión Europea y Japón también han pedido una investigación sólida sobre los orígenes del SARS-CoV-2 en China, pero la OMS se muestra reticente a revelar la siguiente fase de su investigación. Tal reticencia, y el hecho de que China haya ocultado información en el pasado, ha alimentado más sospechas de una "fuga de laboratorio". Por ejemplo, los funcionarios del gobierno chino suprimieron datos cruciales de salud pública al comienzo de la pandemia de COVID-19 que se calcula haber sido a principios del otoño de 2019.
Según los análisis y debates publicados en el FORO PARTICIPATIVO sobre este tema:
«... se sabe que el PCCh y su líder Xi Jinping sabían del brote de la enfermedad desde noviembre de 2019 [cuando 3 investigadores cayeron enfermos con el virus]. Es un hecho también que las autoridades de Taiwan (un país que no está representado en la OMS debido al veto chino) alertaron a la OMS de la epidemia en Wuhan el 31 de diciembre, sin obtener respuesta alguna.
El 2 de enero, la Comisión de Salud de Wuhan emitió una directiva prohibiendo que se "publicara información médica" sobre el virus "sin permiso". Esto dio lugar a que fueran detenidos algunos doctores que, alarmados por la seriedad del problema, se atrevieron a dar la voz de alarma, entre ellos el experto virólogo Tang Jingyuan, el médico Li Wenliang y otros 6 médicos.»
En otro aporte de esos debates en el FORO PARTIIPATIVO se revela, además, que:
«La Dra. Shi Zhengli ha dirigido en el IVW desde los años 90 el "proyecto de investigación de coronavirus". Resulta que ella y su equipo no se limitaron a estudiar los coronavirus existentes sino que ya desde 2008 estaban modificándolos genéticamente –como no tuvieron empacho en reconocerlo en el Journal of Virology en 2008– con experimentos orientados a que pudieran penetrar células humanas ... [y] el Dr. Anthony Fauci, en su papel de Director del National Institute of Health (NIH), puso fin en 2014 a su colaboración con el Prof. Ralph S. Baric, qien a nombre del NIH trabajaba con la Dra. Shi Zhengli ...».
Por añadidura, es importante señalar también, como se revela en el FORO PARTICIPATIVO, que:
«A fines de diciembre de 2019, cuando la epidemia ya se propagaba aceleradamente por todo el globo, la Dra. Shi se abstuvo de registrar el genoma en el Centro Nacional de Información Biotecnológica (NCBI) de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU., que es el depósito habitual para dicha información. Para mayor confusión, China lo hizo finalmente el 27 de enero, registrándolo como RaTG-13, aunque con la malvada intención de incluir algunos errores de codificación –como se ha descubierto después–, mediante los cuales trataban también de encubrir el origen del virus como procedente de los centros de investigación chinos.»
Frente a la evidencia que continúa revelándose, el Presidente Biden se vio forzado en mayo a encargar la investigación citada en párrafos anteriores debido a que en esos días más de una docena de científicos (epidemiólogos, inmunólogos y biólogos de primer nivel) habían escrito una carta publicada en la revista Science en la que pedían una investigación exhaustiva de dos posibles historias viables de su origen: un contagio natural de animal a humano o un "accidente" en el que una muestra de laboratorio que contenía el virus experimental fue liberada. Instaron a que ambas hipótesis "se tomen en serio hasta que tengamos datos suficientes", y exigieron que una investigación adecuada fuera "transparente, objetiva, basada en datos que incluyan una amplia experiencia, sujeta a una supervisión independiente" que redujera al mínimo los conflictos de intereses.
“Siempre que hay un brote de una enfermedad infecciosa, es importante investigar su origen”, dice Amesh Adalja, médico especialista en enfermedades infecciosas y académico principal del Centro de Seguridad Sanitaria de la Universidad Johns Hopkins. Efectivamente, es hora de saber la verdad con base en los hechos y no en hipótesis subjetivas. Confiemos en que la razón prevalezca sobre la politiquería.