Los billetes y monedas del dinero que circula y el que se utiliza virtualmente para las transacciones a nivel personal, nacional e internacional NO tienen valor tangible alguno. Se le llama "dinero fiduciario"* porque no tiene un valor intrínseco sino que está respaldado en la confianza que los ciudadanos tengan en su gobierno y que los extranjeros tengan en el país emisor para las operaciones internacionales. Por tanto, se trata de la confianza o la fe que se deposite en la valoración de las monedas y billetes que emita determinado gobierno. En realidad, un pedazo de papel convertido en "moneda" o un disco de metal al que se le asigna determinado valor en euros, dólares, yenes, etc., dista mucho de tener por sí mismo el valor real que se le asigna. En realidad, su valor tangible es practicamente nulo.
Hasta tiempos muy recientes, el dinero sí tenía un valor intrínseco basado en el valor de su composición que generalmente era oro o plata, pero también cobre o nickel. Sin embargo, como el valor real de esos metales fluctua constantemente y, además, el crecimiento demográfico exigía cada vez mayores cantidades de dinero circulante, el siglo pasado los gobiernos crearon un sistema denominado Patrón Oro a través del cual las monedas y billetes estaban respaldados por una cantidad de oro. Es decir, aunque la moneda no estaba compuesta de oro y su composición valía muy poco, o el billete en sí no valía nada, esa moneda daba derecho a cierta cantidad de este metal según el valor indicado. También se emitieron billetes como "Certificados de Plata" que daban los mismos derechos de intercambio con ese metal precioso.
A medida que los gobiernos se fueron adentrando en gastos deficitarios de sus respectivos presupuestos, el Patrón Oro y las garantías de plata se convirtieron en una camisa de fuerza que frenaba esos excesos y, a partir de 1971, en Estados Unidos, seguido muy pronto por el resto del mundo, decidieron prescindir de ambas garantías de intercambio, anulando así el sistema monetario convenido en Bretton Woods. La nueva moneda de intercambio dejó de estar formalmente atada al valor intrínseco de un metal, como el oro o la plata, por lo que su valor se convirtió en una contingencia en lugar de una garantía de respaldo. Esta nueva política permite a los gobiernos emitir dinero sin reparo alguno por la ausencia de un respaldo tangible y sin necesidad de preocuparse mucho por un cierto respaldo basado en la capacidad económica del país, medida por su Producto Interno Bruto (PIB). La nueva política monetaria que ha imperado en los últimos 50 años ocasiona así un grado constante de inflación que puede ser pequeño o puede alcanzar niveles abrumadores, según la discreción económica y los propósitos populistas o la irresponsabilidad del gobierno de turno. Sencillamente, la inflación se ha convertido en una característica "normal" del "crecimiento" económico.
La emisión de dinero es una de las claves de la política monetaria de un país y procede bajo la responsabilidad de los bancos centrales, ya que determina el nivel de precios y la velocidad de circulación de la moneda, con fuertes repercusiones sobre el crecimiento económico y las consecuentes inflación, recesión o estanflación. En realidad, casi todo el actual volumen de transacciones monetarias es prácticamente virtual: apenas unos números en la pantalla de alguna computadora, por medio de las cuales se efectúan pagos, transferencias y todo tipo de intercambios monetarios y de valores que sólo existen en su memoria cibernética.
No obstante, hay mecanismos para poner coto a tales excesos, aunque con frecuencia no son respetados. El dinero fiduciario es emitido por organismos, generalmente los bancos centrales de cada país y centrales supranacionales (como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, el Banco Europeo de Inversiones y otras organizaciones internacionales similares), con la obligación de mantener una gestión y control, encargados de velar por una política económica y financiera razonable, capaz de dar confianza a los usuarios-consumidores, respaldando así la estabilidad del sistema monetario internacional. No obstante, la mayoría de los gobiernos siguen constantes políticas de déficit presupuestario y endeudamiento creciente, creando un falso bienestar populista que favorece sus aspiraciones electoralistas. En algunos casos, los pueblos que han gozado irresponsablemente de esa largueza presupuestaria dando su voto a gobiernos derrochadores, se rebelan a la hora de apretarse el cinturón para poder afrontar las obligaciones de la deuda, como estamos contemplando en estos días en Argentina en manifestaciones que exigen "no pagar" los préstamos del FMI.
Por tanto, el dinero fiduciario es dinero monopolizado por el banco central del Estado y manipulado en las partidas presupuestarias de los gobiernos. Es creado por los bancos centrales y los bancos comerciales con licencia del Estado bajo las directrices presupuestarias del gobierno de turno. Se produce principalmente a través de la expansión del crédito bancario; se crea de la nada. Es un dinero sin valor tangible, que consiste en billetes de papel de colores y bits y bytes en los discos duros de las computadoras. Además, es inflacionario. Irremisiblemente, su poder adquisitivo disminuye con el tiempo. De hecho, se convierte así en una maquinación impositiva encubierta. En otras palabras, es un impuesto que se le carga a la población en mayor o menor grado, según sea la política económica derrochadora del momento, sin que los contribuyentes se aperciban de ello.
El dinero fiduciario es fácil de conseguir por el gobierno para financiar sus aventuras y desventuras. Dinero fácil: fácil viene, fácil se va. Y el gobierno sigue creciendo mientras sigue gastando "para estimular el crecimiento económico y el bienestar de la población". A medida que el Estado se expande y crece como la mala hierba en un jardín sin cuidado, este crecimiento excesivo estrangula la economía de libre mercado, favorece los monopolios y oligopolios y debilita gradualmente a la clase media.
La incómoda verdad oculta en el trasfondo de todo esto es que el sistema de dinero fiduciario y todos los esfuerzos políticos para evitar su colapso –emitiendo más dinero y manipulando las tasas de interés– conducen a la economía planificada o incluso al socialismo radical. Y desde una perspectiva económica e histórica, sabemos que cualquier forma de socialismo radical es el semillero de un desastre económico: Hace a la gente más pobre, elimina a la clase media y la clase empresarial y trae el caos, la opresión y la violencia.
La solución lógica no es otra que abrir el mercado monetario sin restricciones. Un libre mercado de dinero significa que cada uno tiene la libertad de elegir el tipo de dinero que cree que es mejor y que cada uno tiene la libertad de ofrecer a sus semejantes algo tangible que les pueda servir como dinero. La ley de la oferta y la demanda en la multiplicidad de elecciones/decisiones hechas por los actores individuales, decidiría lo que se usaría como dinero hasta crear una estabilidad monetaria. Si la gente puede elegir libremente, no tardará mucho en surgir un bien que será utilizado como dinero, no sólo a nivel nacional sino internacional, como un medio de intercambio universalmente reconocido.
La historia del dinero nos da buenas razones para creer que los metales preciosos, el oro y la plata en particular, regresarían muy pronto a la carrera del dinero circulante a medida que el público comprendiera estas realidades y los gobiernos cedieran en su rechazo a esta solución. Entonces, cabe preguntar, ¿por qué la gente no está usando el oro y la plata como medio de pago en estos momentos? ¿Por qué casi nadie tiene ahorros e inversiones en metales preciosos? Sencillamente porque la gente se acostumbró a usar dólares estadounidenses, euros y otras monedas como medio de cambio e inversión. Han adquirido una firme confianza en muchas de ellas. Es más, la gente aún no se ha disuadido de que sufre una pesada carga por el crónico «impuesto de inflación» que afecta sus balances monetarios, lo que significa que el poder adquisitivo de su dinero fiduciario disminuye inexorablemente con el tiempo. Y tal vez aún más importante: Ciertos impuestos gubernamentales como los impuestos sobre el valor añadido y/o sobre las ganancias de capital y sobre los metales preciosos hacen que el oro y la plata no sean competitivos frente a las monedas oficiales. Son medidas adoptadas para disuadir a la gente de que haga todo lo contrario y siga aferrada al actual dinero fiduciario. Por tanto, hay que combatir estos nocivos impuestos para recuperar la estabilidad monetaria y dar paso a un sistema monetario que goce de valor tangible.
El cambio está en marcha, aunque los gobiernos traten de ocultarlo. Demos tiempo al tiempo y divulguemos esta información. Las personas bien informadas proceden con mayor sentido común y, en consecuencia, esperemos que la cordura acabará por prevalecer.
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* Se le dice fiduciario tomando del latín la palabra «fiduciarius» que, a su vez, se compone de «fides» (fe, confianza, lealtad) con el sufijo «ario» (pertenencia), para significar que se trata de un dinero que depende exclusivamente de la confianza, el crédito y la aceptación que su existencia y función merezcan.