Es importante entender que la inflación NO es un fenómeno provocado por un mayor consumo, como pretenden hacernos creer engañosamente algunos políticos, porque el consumo se rige por la ley de la oferta y la demanda, según la cual, cualquier sistema de libre empresa que no se vea afectado por draconianas medidas gubernamentales, llega a un equilibrio según los precios se ajustan al poder adquisitivo del consumidor. Y un sistema de precios en equilibrio NO genera inflación.
La ciencia económica determina claramente que la inflación es mayormente un problema causado por la política monetaria, la cual suele ser influenciada por decisiones presupuestarias, sobre todo cuando éstas provocan un déficit muy alto o descontrolado. Es muy engañoso el argumento que están empleando en Estados Unidos, por ejemplo, alegando que los extraordinarios gastos trillonarios que se suman al presupuesto regular NO provocarán un aumento de los impuestos federales a los ingresos; en realidad, lo que aplican es un impuesto insidioso y oculto que, por cierto, afecta proporcionalmente mucho más a las familias y personas de bajos ingresos: la inflación.
La política fiscal puede estimular directamente la actividad en los mercados de bienes y servicios, pero esto puede provocar inflación y distorsión de los mercados. Esta inflación es provocada en Estados Unidos por esos gastos que no tienen respaldo impositivo y provocan un desaforado aumento en la oferta monetaria que, en sólo un mes –en Septiembre–, puso en circulación la friolera de 185 mil millones de dólares más que el mes anterior. ¡En sólo un mes!... Una verdad sobrecogedora.
En lo que va de año, la Reserva Federal (la Fed) se enfrascó en compras agresivas de activos (la llamada flexibilización cuantitativa), que ha impulsado la oferta monetaria estadounidense (un proceso descrito por algunos economistas como "producir dinero de la nada"). Este proceso de creación de dinero, a su vez, ha tocado los nervios de los economistas que vivieron el período de estanflación de la segunda mitad de la década de 1970 con una alta inflación en medio de una fuerte depresión económica.
El resultado que estamos contemplando con la actual política económica es que a más dinero circulante, menor el valor del dólar y su poder adquisitivo y, por tanto, mayor la inflación. La tendencia de crecimiento de la oferta monetaria amenaza que se produzca una transición del auge económico experimentado en los últimos años a un serio desplome que podría comenzar tan pronto como la primera mitad de 2022, lo que podría preparar el escenario para una importante crisis del mercado financiero durante la segunda mitad de 2022. Esto dependerá, en parte, de la confianza que todavía depositen consumidores e inversionistas en la política económica de la actual Administración; si se mantiene un alto grado de esa confianza y continúa la actual y derrochadora política económica con propósitos electoralistas, entonces puede que estas predicciones se aplacen unos meses más.
La amenaza se hace evidente porque la inflación también se ha disparado, alcanzando en octubre el 6.2%, sobrepasando el nivel más alto que se había alcanzado en los últimos 31 años. Esto representa, además, que en sólo un mes ha aumentado 1% la inflación que afecta al país. A este paso podríamos llegar al 9% de inflación en enero –como ya predije en otro mensaje hace pocos meses– si continua esta irresponsable política económica.
Confiemos en que la actual administración de Estados Unidos no haya enloquecido y ponga coto a esta desastrosa política económica antes de que sea demasiado tarde.