Mucho se comenta en estos días del fenomenal aumento que experimenta Estados Unidos en la producción de crudo, pero este hecho no es el que lo convierte en gigante sino su abrumadora base industrial y tecnológica que lo mantiene muy al frente de otras potencias económicas. En otras palabras, Estados Unidos tiene la capacidad de hacer y lograr lo que otros no pueden.
Esta formidable capacidad industrial y tecnológica es en gran parte responsable de que Estados Unidos en 2014 haya producido 88% más crudo que en 2008 y que la producción siga aumentando, pese a que la notable baja de los precios del petróleo debida a una producción en exceso de la demanda, ha forzado y está forzando a las empresas petroleras, sobre todo a las medianas y más chicas, a reducir las inversiones de capital destinadas a abrir nuevos pozos y nuevas exploraciones, sobre todo mediante el proceso de "fracking".
Esta es una controversial técnica de fracturación hidráulica destinada principalmente a la extracción de gas de los estratos que no son accesibles por perforación directa, pero también a la extracción de crudo. Es una técnica costosa que no es viable a precios tan bajos como los que predominan en las últimas semanas y meses. Además, es controversial por las consecuencias nocivas para el medio ambiente, las que todavía no se han evaluado debidamente y se sospecha que son mucho peores que lo que esas empresas reconocen. La oposición a la fracturación hidráulica provoca notables costos adicionales, por lo que últimamente se han paralizado muchas nuevas iniciativas de prospección.
No obstante, el verdadero motivo de este atascamiento es mayormente que el precio del crudo en la West Texas Intermediate ha bajado 56% en 2014 y sigue bajando, luego las empresas petroleras han rebajado radicalmente por la friolera de 670 mil millones de dólares sus inversiones de capital en 2015.
Lo más notable es que la capacidad industrial, técnica e innovadora de los Estados Unidos está dando por resultado que, a pesar de estas circunstancias aparentementemente adversas, la producción de petroleo refinado ha seguido aumentando de entre 5 y 6 millones de barriles diarios como promedio entre 2001 y 2012 a 9 millones y medio de barriles diarios en nuestros días. En consecuencia, Estados Unidos se ha convertido ─por primera vez en los últimos 40 años─ en país exportador de petróleo a partir de julio de 2014. Por lo tanto, el precio del petroleo, la gasolina y sus derivados sigue bajando.
No obstante, el avance tecnológico en esta materia es tan acelerado que las empresas petroleras, sobre todo las medianas y las más pequeñas, predicen una baja notable en los costos de producción de nuevas plataformas y perforadoras y, por lo tanto, se están arriesgando y endeudando en una carrera para poner en funcionamiento nuevas plataformas, así como nuevas perforadoras de técnica de fracturación hidráulica.
La espada de damocles que pende sobre esta situación es que la mayoría de estas pequeñas y medianas empresas petroleras no tienen la capacidad de resistir precios por debajo del costo por mucho tiempo y se está sembrando un campo minado de posibles bancarrotas que podrían tener consecuencias desastrosas y desastibilizadoras, no sólo para la economía de EEUU sino para la del resto del mundo.
La solución real, que sería el desarrollo masivo de fuentes alternativas y renovables de energía, no se está aplicando, pese a que Estados Unidos posee el capital humano y la capacidad tecnológica para impulsar una verdadera revolución energética que libere al planeta de la dependencia del petróleo. Para eso se requiere una voluntad política muy firme y una población bien informada y tanto en Estados Unidos como en los demás países exportadores de petroleo se carece de ambas.
Mientras tanto, nos alegramos por la gasolina barata que nos obsequian las políticas del gigante petrolero, y nos disponemos alegremente a consumir más.