El gobierno de turno puede intentar tapar con un dedo la luz cegadora de sus graves errores, pero basta que adoptemos un mínimo de imparcialidad para examinar datos y evidencias que nos permitan descubrir y entender los motivos de la actual crisis económica. Por eso, en un artículo publicado el 6 de mayo aclaraba que:
«La inflación que se ha desatado en Estados Unidos desde mediados de 2021 –y que sigue en aumento– se origina en la política que redundó en la notable disminución de la producción de petróleo y gas, incluyendo la suspensión de nuevos permisos de exploración y de nuevos oleoductos, así como en el enorme derroche de los "estímulos" y de los aumentos presupuestarios aprobados para este año 2022 con abundancia de proyectos encubiertos de los legisladores que en inglés se definen como "pork barrel". Todo esto ha causado el colapso que estamos presenciando en el poder adquisitivo del dólar de Estados Unidos que, por tratarse del patrón monetario más importante de las finanzas globales, ha sido determinante para que la inflación se generalice en otras partes del mundo.»
Este artículo daba seguimiento a otro publicado el 24 de enero que pronosticaba la caída de la Bolsa de valores de EEUU, un índice indicador del estado de la economía, el cual había logrado niveles máximos en noviembre de 2021 siguiendo el impulso de los cuatro años anteriores.
Cuatro meses después, en mayo, añadí un comentario a este artículo donde señalaba que el pronóstico se estaba convirtiendo en una grave realidad:
«El derrumbe ya se está produciendo y aunque la bolsa de valores tiene día a día sus altas y sus bajas, la tendencia apunta irremediablemente a una grave crisis financiera, reforzada por la espiral inflacionaria y la rápidamente creciente deuda nacional que ya supera los 30 billones (trillones en inglés). Aun cuando se corrijan las políticas que han provocado este desastre, tomará mucho tiempo la recuperación y todavía más si la guerra en Europa recrudece.»
Enfrentado Estados Unidos a una inflación que ya sobrepasaba el 9% en junio y se proyecta a más del 10% este mes, es difícil comprender cómo un gobierno racional puede ir a mendigar petróleo a Venezuela y a Arabia Saudita cuando la solución la tiene en su propio patio con la simple decisión de volver a la política petrolera del gobierno anterior. ¿Es lógico que, en medio de esta crisis, vendamos un millón de barriles de petroleo ¡a China! procedentes de la reserva federal de EEUU? No es lógico tampoco que el gobierno insista en frenar nuestra producción de petróleo y gas, provocando el rápido aumento de sus precios y convirtiéndose así en el motor fundamental de la inflación que padece este país. Recordemos que el agudo aumento de los precios del petróleo y del gas aumenta los costos del transporte y de todas sus mercancías, el precio de la electricidad, el precio de todos sus productos derivados, etc., etc. Por añadidura, más ilógico aún es que continúe el derroche presupuestario y el creciente aumento de la deuda pública en medio de esta crisis.
En resumen, es una política lamentable que responsabiliza al actual gobierno de reconocer sus graves errores para poder proceder a solucionar sus graves consecuencias.