¡Periodista cubano en peligro!

Es necesario mostrar solidaridad hacia un comunicador 
acosado por las autoridades cubanas

No es la primera vez que me siento obligado a escribir en pro de mi amigo y colega por partida doble —como jurista y comunicador independiente— Roberto de Jesús Quiñones Haces. En esta oportunidad provoca mi inquietud la situación que él confronta a raíz de la detención y el registro arbitrarios de los que lo hizo objeto a principios de mes la Seguridad del Estado en la ciudad de Guantánamo, donde reside.

Esto último fue informado en su momento por CubaNet, que recogió asimismo la elocuente crónica que escribió al respecto, tras su excarcelación, el propio interesado. Pero es el caso que las informaciones publicadas con rapidez y los mismos textos salidos de la pluma de Quiñones, no han resultado suficientes para poner fin al acoso exacerbado que él está sufriendo.

Ahora acabo de conocer el escrito que el mismo Roberto de Jesús presentó a la Fiscalía horas después de terminar su inicuo arresto. Con independencia de los giros forenses inevitables en un alegato de esa naturaleza, aparecen reflejados allí, de manera tersa, todos los atropellos que las autoridades cubanas suelen prodigar a cualquier ciudadano que se les enfrente o simplemente discrepe de ellas.

El documento de cuatro páginas hace un rápido recuento de la serie de arbitrariedades sufrida por el escritor. Entre ellas un registro de madrugada, en el que participó una veintena de agentes represivos; la negativa a entregar o siquiera exhibir adecuadamente las correspondientes disposiciones de las autoridades; la ocupación infundada —que dura hasta hoy— de objetos lícitos de uso personal, tales como teléfonos móviles, ordenadores y memorias-flash, dinero, discos con música, una agenda, libros, revistas.

Quiñones rechaza los cargos. Asombrado de que le imputen difundir noticias falsas contra la paz internacional y entorpecer el acercamiento Cuba-Estados Unidos, concluye que esa acusación demuestra la necesidad de “ofrecer clases de superación jurídica a los instructores” policiales. “Tengo mi ego”, ironiza, “pero también la cordura y humildad suficientes para saber que no soy tan importante”.

Sabiendo que un buen ataque constituye la mejor defensa, denuncia con valor diversos males. Así, comienza preguntándose por qué un operativo como ése no lo dirigieron contra el hijo del fundador de la actual dinastía, “el señor Antonio Castro Soto del Valle, para que explique de dónde sacó el dinero para su reciente y famoso viaje a Europa, todo un escándalo en las redes, mientras el pueblo cubano vive en la pobreza”.

No falta la mención a “los mismos calabozos hediondos e indignos de cualquier ser humano” que ya visitó con ocasión de la anterior patraña judicial urdida contra él. También a las “amenazas de… ser llevado a prisión” si continúa su trabajo informativo. Se pregunta cómo es posible que se califique su labor pacífica como una “actividad subversiva”.

“Yo sólo soy un escritor y periodista independiente”, aclara, “no un talibán ni uno de los mal alabados miembros del Movimiento 26 de Julio que sí pusieron bombas en los cines y asesinaron a cubanos inocentes y luego han implantado un régimen que no respeta los más elementales derechos civiles y políticos”. “Soy un intelectual, no un delincuente”.

El colega aprovecha la ocasión para demandar que se defina la situación del expediente que se le ha incoado para anular su inscripción en el registro de juristas. Otra espada de Damocles que pende sobre su cabeza desde hace casi dos años. Irónicamente, en estos tiempos de buenas relaciones entre el régimen comunista y la Iglesia Católica, el pretexto aducido para esa otra arbitrariedad es que él, en la Casa Parroquial de Guantánamo, asistía gratis a familiares de reclusos carentes de recursos económicos.

La situación que confronta Quiñones es más preocupante que la enfrentada por otros miembros de la aguerrida prensa independiente cubana, debido a la ferocidad que han demostrado los agentes represivos guantanameros. Aunque se trate de la quinta ciudad de la república, aquí cabe aplicar el conocido refrán: Pueblo chiquito, infierno grande. Los policías políticos de la más oriental de nuestras provincias, lejos de las luminarias capitalinas, sienten que pueden perpetrar sus atropellos con mayor impunidad.

Es menester que los colegas y las personas honestas de todo el mundo levanten la voz en pro de este intelectual perseguido. La circunstancia de que no esté preso ahora mismo, no puede servir de excusa para la inacción. Si no se levanta un fuerte coro de condena, podrá consumarse el despojo de sus bienes, y quién sabe si tenga que marchar de nuevo a las mismas prisiones donde ya estuvo encerrado injustamente durante años.

La Habana, 24 de octubre de 2015

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